París. El mandatario Emmanuel Macron logró su reelección el domingo ante una extrema derecha en auge, en un balotaje que sacó a relucir las fracturas de una Francia que el centrista deberá ahora coser.
A continuación, las principales lecciones de una presidencial, en la que Macron se convirtió, con un 58,5% de votos, en el primer presidente en ser reelegido desde 2002 y Le Pen, con un 40,5%, logró el mejor desempeño de la ultraderecha.
Un Francia dividida
Los comicios dejaron un país fracturado: una Francia de jubilados y clase media-alta que votó por el caballo ganador Emmanuel Macron, de 44 años, y otra más popular y que se siente excluida, que apoyó a su rival, de 53 años.
La primera vive en las grandes ciudades y en el oeste. La otra, que apostó por Le Pen se encuentra en el antiguo bastión industrial del norte, en el este, a orillas del Mediterráneo y en sus territorios de América Latina y el Caribe.
Según los sondeos, Macron obtuvo sus mejores resultados entre los mayores de 60 años y, sobre todo, entre los más de 70. El centrista seduce especialmente a ejecutivos, jubilados y votantes con al menos tres años de estudios superiores.
La ultraderechista atrae a un electorado popular constituido de obreros y asalariados, especialmente sensible a una campaña basada en defender su poder adquisitivo sin renegar la radicalidad de su programa sobre migración.
Los territorios de ultramar
Marine Le Pen se impuso en la mayoría de territorios de ultramar: en los americanos de Guadalupe (69,6%), Martinica (60,87%) y Guyana (60,70%), así como en la Réunion (59,57%) y Mayotte (59,10%), en el océano Índico.
Salvo en Mayotte, donde ya ganó Le Pen, en el resto se impuso en la primera vuelta el izquierdista Jean-Luc Mélenchon. El resultado del balotaje refleja así un voto de protesta con una crisis social como telón de fondo.
“Si Le Pen es mayoritaria en estos territorios (...) es por un voto por descarte, no un voto de adhesión a su programa”, indicó Martial Foucault, experto de Sciences Po en los territorios de ultramar.
El mandatario centrista se impuso por su parte en los territorios del Pacífico Sur: Nueva Caledonia (61,04%), Polinesia Francesa (51,80%) y Wallis y Futuna (67,44%), según los resultados del ministerio del Interior.
Desencanto juvenil
Un 28% de los casi 49 millones de franceses llamados a las urnas se abstuvieron, 2,5 puntos más que en 2017, cuando ya hubo un duelo entre Macron y Le Pen, y un récord desde el balotaje de la presidencial de 1969 (31%).
Otros tres millones de electores votaron por su parte en blanco o nulo. Si se suman a los abstencionistas, “más de un tercio del electorado decidió no elegir”, resumió Mathieu Gallard, de Ipsos, en la radio France Info.
Por edades, un 41% de los electores entre 18 y 24 años se abstuvo, así como el 38% de los 25-34 años, según un sondeo de Ipsos.
Este porcentaje se desploma al 20% entre los 60 a 69 años y al 15% entre los mayores de 70.
El desencanto con la primera vuelta llevó a estudiantes a ocupar temporalmente la universidad de la Sorbona. Muchos denunciaban el balance social y ecológico de los cinco años de Macron, pero también temían que la extrema derecha llegara al poder.
“Estoy contento de que la extrema derecha no haya llegado al poder, pero no pienso que Emmanuel Macron represente realmente a una gran mayoría de franceses”, aseguró este lunes a la AFP Baptiste Dengremont, un estudiante de 20 en Lille (norte).
Un tablero político en recomposición
La primera lección llegó la noche de la primera vuelta. Los partidos tradicionales --socialistas y Los Republicanos (derecha)--, tocados ya en 2017, acabaron de hundirse, frente a un tablero ocupado por Macron (centro), Le Pen (extrema derecha) y Mélenchon (izquierda radical).
Los dos últimos buscan ahora construir bloques en sus respectivos espacios políticos para arrebatar la mayoría parlamentaria al centrista en las elecciones legislativas del 12 y 19 de junio y obligarlo a gobernar conjuntamente.
Según los sondeos, más de la mitad de franceses quiere que Macron pierda su mayoría. La última “cohabitación” remonta al período de 1997 a 2002, cuando el conservador Jacques Chirac, nombró primer ministro al socialista Lionel Jospin.
Un “método renovado” de gobierno
Consciente de la situación política y social, Emmanuel Macron prometió la noche de su elección gobernar “para todos los franceses”, dar respuesta a la “rabia” de quienes votaron por Le Pen y se comprometió a adoptar un “método renovado” de gobierno.
Percibido como “presidente de los ricos” y “arrogante”, su primer mandato estuvo marcado por las protestas contra su política hacia las clases populares, como la de los “chalecos amarillos”, y contra sus reformas, como su promesa estrella de atrasar la edad de jubilación de 62 a 65 años.