Caracas. “Esta película ya la vimos”, afirma Nicolás Maduro. Cinco años después de enfrentar una denuncia de elección fraudulenta y la autoproclamación de Juan Guaidó como “presidente interino”, Maduro se enfrenta a Edmundo González, quien se declara “presidente electo” con “pruebas” en mano.
Venezuela, ¿vive el mismo escenario que terminó con el fracaso de la oposición en su búsqueda del poder?
Guaidó 2.0
“La historia se repite: primero como tragedia y después como farsa”, decía Karl Marx. Maduro, afirmando ser un marxista-leninista, cita estos clásicos cuando habla de la situación actual. Recuerda el episodio de 2019 cuando Guaidó, entonces jefe del Parlamento, se autoproclamó “presidente interino” tras desconocer la elección presidencial del año anterior, boicoteada por la oposición debido a la inhabilitación de sus líderes.
LEA MÁS: Estados Unidos advierte a Nicolás Maduro sobre consecuencias internacionales si detiene a opositores
Parte de la comunidad internacional, especialmente Estados Unidos, reconoció a Guaidó como jefe de Estado y le entregó el manejo de varios activos venezolanos en el extranjero, convencida de que podría derrocar a Maduro. Sin embargo, el experimento terminó en un estrepitoso fracaso. Maduro se burlaba de Guaidó y lo acusaba de vivir en el “mundo de Narnia”.
Ahora, Maduro acusa a González Urrutia de ser un “Guaidó 2.0″: “Ya nosotros vivimos esto (...) los protagonistas son los mismos. El pueblo quiere paz, democracia, prosperidad”, sostiene Maduro.
Choque de trenes
El contexto actual es “muy distinto” al de la época de Guaidó, según Giulio Cellini, director de la consultora política Log Consultancy. Cellini explica que, en este caso, no se trata de que la comunidad internacional reconozca a un presidente paralelo. Lo que se pide es una auditoría de las actas para certificar el resultado.
El Consejo Nacional Electoral (CNE), de línea oficialista, proclamó el 28 de julio a Maduro como presidente reelecto con el 52% de los votos, sin hacer público el escrutinio y alegando haber sido víctima de un jaqueo. La oposición denunció fraude y declaró que el ganador fue González Urrutia, representante de María Corina Machado, quien es inelegible para cargos públicos debido a una inhabilitación. Los líderes opositores publicaron las actas con las que defienden su triunfo y aseguran haber obtenido gracias a sus testigos.
Según la oposición, González Urrutia ganó con el 67% de los votos. Sin embargo, el chavismo considera falsa esta tesis. Observadores y expertos, como Cellini y el profesor de historia de la Universidad Central de Venezuela (UCV) Pedro Benítez, consideran inverosímil el jaqueo. Algunos creen que es un “invento” del gobierno para evitar la publicación de las actas.
La situación está en un callejón sin salida, subraya Cellini. “Es un choque de trenes. El gobierno se proclama victorioso del proceso electoral, pero no lo ha aprobado con las actas de votación. Por otro lado, la oposición se atribuye la victoria electoral, dice tener las actas, pero no tiene a quién probarlo ni caminos institucionales para validar su victoria”, apunta Cellini.
LEA MÁS: María Corina Machado ve posible mediación de países vecinos en la crisis de Venezuela
Guerra de desgaste
Benítez asegura que Venezuela está consolidando una dictadura militar al estilo del cono sur. “Estamos viendo desapariciones forzosas y detenciones a gran escala”, afirma Benítez, quien resalta que hoy en América Latina hay tres dictaduras: Cuba, Nicaragua y Venezuela, las tres de izquierda.
Las protestas contra la reelección de Maduro dejaron 24 muertos, según ONG de derechos humanos, y más de 2.200 detenidos, según Maduro. Cellini subraya que la Fuerza Armada se mostró públicamente monolítica, unificada en torno a la estrategia del gobierno. El poder es cada vez más autoritario.
La suspensión de X y la campaña contra las redes sociales son “una escalada en el sistema de censura (...) El gobierno identifica las redes sociales como el mecanismo a través del cual la gente se informa”, añade Cellini. Esto marca el inicio de una “guerra de desgaste”, según un observador informado, entre un poder que tiene la fuerza y una oposición que cuenta con las calles y la presión internacional.