Todavía resuenan en mi mente las muchas frases que Jhon Jairo Velásquez Vásquez alias Popeye, sicario de confianza del narcotraficante Pablo Escobar, me dijo en varias de las entrevistas que le hice después de que salió de la cárcel tras purgar 23 años por algunos de los delitos que cometió en la era del reinado del capo de capos, Escobar.
"Yo salgo a vivir en paz, ya pagué mi condena, quiero ser un hombre de bien, la plata mal habida es una maldición, yo solo quiero disfrutar un heladito en el parque mientras veo la gente pasar, comerme unos manguitos con sal ahí tranquilo. Sobreviví a la guerra más sangrienta que ha tenido Colombia, todos mis excompañeros de la mafia están muertos, yo estoy vivo porque me entregué a la justicia y porque supe defenderme como un varón después de innumerables atentados en las cárceles en las que estuve. La libertad no tiene precio, eso lo entiende uno a la mala, yo me agarré de mi Dios y de la Biblia y sé que voy a ser un hombre de bien, a la cárcel no caigo".
Popeye salió de prisión en agosto del 2014. Apenas cuatro años antes, era una figura prácticamente olvidada, solo recordada como un referente local en Colombia de una época que desangró a ese país en los años 80 y principios de los 90. Sin embargo, todo cambió después de que la docuserie El Patrón del Mal viera la luz, en mayo del 2012. El tremebundo éxito mundial de la serie puso en la palestra a los protagonistas de la historia, casi todos muertos violentamente en la guerra de mafiosos acaecida en aquella época.
Pronto la prensa se percató de que, del lado de los capos, había un sobreviviente de excepción, nada menos que la mano derecha de Pablo Escobar en el tema de sicariato, a quien se le atribuían 300 asesinatos directos y orquestar la aniquilación de otras 3.000. En cuestión de meses, Popeye empezó a recibir solicitudes de entrevistas desde varios países y, para el momento de su salida de la cárcel, ya se había convertido en una figura pública y mediática prácticamente a nivel mundial.
La mañana de este viernes, las autoridades de Colombia detuvieron por "extorsión y asociación para delinquir" al antiguo jefe de sicarios de Escobar, fundador y máximo líder del Cartel de Medellín. Según confirmó la Fiscalía General a diversas agencias, Jhon Jairo, de 57 años, fue detenido en esa ciudad cuando realizaba una diligencia judicial.
Popeye estaba en la mira de la fiscalía por supuestamente lanzar amenazas desde su cuenta de Twitter contra seguidores del candidato presidencial de izquierda Gustavo Petro. Sin embargo, el arresto también “tiene que ver con temas de extorsión”, confirmó a la AFP una fuente de la fiscalía especializada en la lucha contra las organizaciones criminales.
Esta mañana, cuando trascendió la noticia, recordé las muchas veces que hablé con Popeye, tanto en diversas entrevistas que hicimos por teléfono o video, como en conversaciones de allegados porque sí, tras muchas horas de conversación por temas de trabajo, Jhon Jairo y yo trabamos un vínculo de amigos durante sus primeros dos años de libertad, cuando apenas se estaba reintegrando a la sociedad, a un mundo totalmente desconocido para él, pues cuando ingresó a prisión, en 1992, Medellín, Colombia y el planeta entero aún se movían al ritmo de la tecnología del siglo pasado: al salir de prisión, Popeye no conocía su propia ciudad, no sabía usar un cajero automático y ni siquiera entendía cómo funcionaba Internet.
Durante esos primeros 24 meses fuera de prisión, Jhon Jairo parecía intentar ser consecuente con los propósitos que le esbozaba a la prensa durante las entrevistas que le hacían en la cárcel diversos medios del mundo.
De hecho, antes de salir de la cárcel había ofrecido una amplia entrevista al prestigioso periodista colombiano Rafael Poveda, quien había logrado varias entrevistas anteriores con Popeye mucho antes de que se convirtiera en un personaje de interés por cuenta de El Patrón del Mal. En la serie, por cierto, el personaje que interpretaba a Popeye se llamaba "el Marino", y tanto la producción como el mismo Popeye sostuvieron que, si bien había similitudes entre los personajes, el Marino era muchísimo menos peligroso que el Popeye de la vida real.
En agosto del 2014, cuando ya la historia de Popeye le daba la vuelta al mundo, con la novela en su máximo apogeo, entrevisté largo y tendido al periodista Poveda, quien me dio una versión de primera mano que luego comprobaría yo, cuando establecí mis primeros vínculos con John Jairo. Poveda había realizado la serie documental Las confesiones de Popeye (disponible en YouTube) antes del boom del personaje, sin imaginarse que su producción se iba a convertir en un hit por el desatado interés en su protagonista.
Consultado sobre cómo era sentarse por horas con un asesino confeso de miles de personas, Poveda explicó: “Mi premisa cuando voy a entrevistar a alguien es que no soy ni Dios ni juez; mi intención es hacer las preguntas oportunas en el momento adecuado y, ante todo, siempre con mucho respeto. Lo mío no es establecer una guerra entre el periodista y el entrevistado; creo que por eso Popeye, a quien he entrevistado unas siete veces, se sintió cómodo desde el principio, tuvo la confianza y se sintió dispuesto a contar cosas que no le había dicho a nadie”, contó el periodista.
En aquel momento, Poveda confesó que “Popeye es un tipo que impresiona siempre”, pues debe convivir con el hecho de haber torturado y quitado la vida a tanta gente, y por el otro, lograr dormir tranquilo. “El razona que eso fue lo que le tocó vivir y que ahora su realidad es otra... También es impresionante la memoria que tiene; en varias ocasiones, ha repetido sus historias y siempre cuenta todo igual. Además, su lenguaje corporal, su vocabulario, la jerga que utiliza, es un contador de historias impresionante...”.
Como ha ocurrido con medios como la prestigiosa revista colombiana Semana, que lo entrevistaron después, el comunicador afirma que entre lo que más le impactó de todos sus conversatorios, es la forma en que cuenta cuando mataron a tal viejita porque “tocaba” y una de las historias más conocidas, la de una amante de Escobar a la que obligaron a hacerse un aborto. Popeye después se enamoró de la misma muchacha y tuvo que matarla por orden de Escobar.
La pregunta del millón... ¿qué pensaba Poveda de Popeye en aquel momento? “Yo tengo que decirle que yo le creo a Popeye. Siento que ha sido totalmente honesto al contarme su historia. También tengo claro y presente que, al fin y al cabo, es un criminal que hizo parte del Cartel de Medellín, que le hizo horrores al país y que, a pesar de que quizá es el personaje más interesante que he entrevistado en 25 años de carrera, no quiere decir que cuando salga yo voy a ir a tomarme un trago con él cada ocho días”.
Pero la ironía suprema es parafrasear al propio Popeye, pocos días antes de salir de la cárcel (a medianoche y con el rostro cubierto, pues decenas de periodistas estaban apostados en las afueras del penal con el fin de entrevistarlo o fotografiarlo) cuando aseguraba que, a partir de su liberación, tendría que "esconderse bajo las piedras" porque aún tenía muchos enemigos vivos que podrían cobrar venganza por vendetas del pasado.
De manera que, paradójicamente y a pesar de haber soñado por tanto tiempo con ver "la callecita", como dice él, cuando se acercó la hora de su liberación por buen comportamiento y por haber purgado la mayor parte de su pena, Jhon Jairo declaraba que no sabía si celebrar o temer su liberación. En una entrevista con la revista mexicana Proceso en febrero de 2013 calculó tener un 80% de posibilidades de que lo mataran apenas saliera de la cárcel.
Visto lo visto, está dicho que Popeye fue, es y seguirá siendo un personaje tan fascinante como despreciable, según la óptica, pero protagonista de un fenómeno pop contemporáneo lleno de rocambolescos y extraños giros.
Desde el mismo momento en que salió de la cárcel, fue una enorme sorpresa conocer que, entre quienes apoyaban su liberación se encontraba el hijo del excandidato presidencial Luis Carlos Galán, quien fue asesinado cruentamente durante una plaza pública proselitista, en un operativo liderado por Popeye.
Juan Manuel Galán, el hijo mayor del siniestrado excandidato, le confesó a la agencia AP: “Popeye fue condenado por el asesinato de mi papá gracias a su propia confesión. Si él no hubiera confesado ante la justicia, seguramente esta habría tenido dificultades en procesarlo y condenarlo (...); además, él fue un testigo clave para que en el 2011 se lograra la condena del exministro y exsenador Alberto Santofimio Botero como instigador intelectual del crimen”.
Otro perdón que parece inconcebible fue el que le otorgó el hoy exmandatario Andrés Pastrana, quien estuvo secuestrado y a punto de morir bajo la tutela de Popeye mientras era congresista. Luego, se convertiría en presidente de Colombia. “La verdad es que Popeye a mí me pidió perdón, hubo reconciliación y hubo perdón por parte de él; él nos pidió perdón a mí y a mi familia ” , declaró Pastrana a la AP.
En cambio, a pocos meses de haber recuperado su libertad, Popeye se enzarzó en un pleito que aún sigue en vilo, nada menos que contra Juan Pablo Escobar, primogénito de Pablo Escobar y quien hoy vive en Argentina bajo el seudónimo de Sebastián Marroquín. Como quien dice, el mundo al revés, si se toma en cuenta la fidelidad que, al día de hoy, le profesa Popeye a su Patrón.
Los ataques entre ambos han sido inclementes, pues Popeye lo acusa de ser un asesino desde pequeño y de estar en autos y haber sido cómplice de los negocios de su padre y de lucrar con su muerte, mientras que Sebastián ha desautorizado a Popeye en muchas de las historias que cuenta e incluso ha dicho que Jhon Jairo era "solo un sicario más", no la mano derecha de Pablo Escobar.
Durante los primeros meses en libertad, el destino de Popeye era un completo misterio. Las búsquedas en Internet y en redes sociales con su nombre, pronto hicieron que algunos allegados abrieran perfiles en Facebook, los que realimentaba Popeye por medio de intermediarios de confianza.
Pero ya en libertad, la globalización, la tecnología y el interés que desató entre gigantes de la industria de la televisión por streaming, como Netflix, pronto convirtieron al exsicario en una suerte de rockstar, obviamente, sin proponérselo. De hecho, los documentales y la película que se encuentran disponibles sobre la vida de Popeye no toman partido. Muestran su lado más sanguinario, pero también su asombrosa retórica y su no menos espectacular memoria.
Popeye tiene un don innato para la comunicación, eso es innegable. Sumado al apogeo de las redes sociales y a las alianzas que estableció con gente especializada en manejar cuentas de famosos, lo dispararon ya hace más de un año en sus perfiles de Facebook e Instagram, y en su propio canal de YouTube.
De hablar con alguna frecuencia con él, incluso para comentar la fuga del Chapo Guzmán, por ejemplo, la comunicación se fue haciendo más esporádica, hasta que desde unos meses para acá, Popeye se volvió inaccesible, contra su voluntad.
"Yuricita es que esta huevada ahora me la maneja mucha gente, pero no pierdo la esperanza de que vengas a Medellín con tus amigas y atenderlas como reinas, Medellín es la ciudad más hermosa del mundo".
El contenido de las conversaciones siempre fue de un tenor normal, como entre compas, pero eran conversaciones privadas y no es ético contar detalles, aunque fueran nimiedades. Lo que sí me decía en aquellos primeros tiempos en libertad (y lo dijo como parte de algunas entrevistas) es que ya caminaba con tranquilidad por Medellín y que su solaz los domingos era irse solo, en su carro, manejando por sectores verdes, en comunión con la naturaleza, reflexionando y respirando aire puro. Y sí, se había comido muchos mangos y muchos helados, y también la famosa manzana verde con la que tanto soñaba en prisión.
Muchas de sus frases, insisto, resuenan en mi mente este viernes en que por fin sucedió lo que pareció inminente desde hace poco más de un año, cuando Popeye se convirtió en un fenómeno mediático mundial e incluso en un empresario que vendía sus propios libros y souvenirs con sus fotos, o las del "Patrón", vía express o con distribuidores autorizados en varios países del mundo.
Recuerdo cuando lo entrevisté para saber sus impresiones sobre la caída del Chapo Guzmán, en enero del 2016.
Buscar a Popeye para que hablara sobre el tema tenía toda la lógica del mundo, por varias razones. Primero, es uno de los pocos sobrevivientes del grupo de bandidos o mafiosos (como se autodenomina él mismo) del clan de Pablo Escobar, y posiblemente sea el único que puede contar las peripecias que pasó con su Patrón durante todo el proceso en el que este se fue convirtiendo en el hombre más buscado del planeta (al menos, de Occidente, con Estados Unidos al frente).
Segundo, porque para bien o para mal, Popeye no tiene filtros en la lengua. De ningún tipo. Con él se puede hablar del tema que sea, de su pasado, se le puede cuestionar, se le puede repreguntar, se le puede tocar cualquier tema: por álgido que sea, él parece tener siempre una respuesta pronta y, la gran mayoría de veces, lógica.
Asume su oscuro pasado como parte de “un estado de guerra” que dice haber dejado atrás. Pero si su interlocutor lo requiere, rememora con todo detalle ese pasado, la forma en que mataba, cómo mataba, a quién mataba.
El Chapo había protagonizado un espectacular escape en julio del 2015, pero fue recapturado en enero tras el gran escándalo que involucró a los actores Sean Penn y Kate del Castillo. Al día siguiente de la caída del Chapo, Popeye habló con La Nación y fue implacable. Releer sus impresiones no dejan de ser, insisto, una gran ironía, tras su detención el día de hoy y tras varios incidentes que lo pusieron en la mira de la justicia colombiana en el último año. Sobre la captura del Chapo, Popeye dijo, en aquel momento:
"Yo le di a él 15 meses hace 6 meses, si hubiera sabido lo indisciplinado que era le hubiera dado los 6 meses exactos. Pablo Emilio Escobar Gaviria era un guerrero que la tenía clara y Popeye el guerrero que les habla en este momento también. Una persona como el señor Chapo Guzmán no es para andar detrás de los cucos de la señorita Kate (Del Castillo). Exageradamente equivocado el señor Chapo Guzmán. Cuando él se fugó yo le dije que no podía tocar medios de comunicación, los tocó; sabía que estaban intervenidos siguió para adelante, pensó que era charlando. Él sabía que no podía tocar un solo aparato por nada del mundo, así fuera un Black Berry, tenía que utilizar un correo humano de 12 personas de extrema confianza, como mucho le llegarían (la policía) a la sexta. Pero hizo todo lo contrario y con la DEA y la CIA no se juega. Pablo Escobar y yo cuando estábamos corriendo si no había forma de una hembra, no hay, aquí se dice que en época de guerra no se escucha misa. Lo mismo, no se está buscando comida ni nada, Pablo Escobar y yo muchas veces nos comimos un arrocito con un huevo, un vaso de Coca Cola y ¡hágale! (...) En la vida hay un momento para llorar y uno para reír; hay un momento para hacer prisión y otro para estar libre, él les entregó todas las herramientas a los norteamericanos. ¿La moraleja cuál es? No piense ni con el estómago, ni con el pito".
Muy difícil sería conocer cuál es la moraleja que aplicaría Jhon Jairo para su propia recaída.
La revista Semana realizó, hace unas horas, un recuento de los números de la rifa que se fue comprando Popeye para que, finalmente, cayera una vez más en las manos de las autoridades.
"Desde que quedó en libertad, John Jairo Velásquez Vásquez se convirtió en un verdadero dolor de cabeza para las autoridades. El exsicario de Pablo Escobar suele usar su cuenta de Twitter para desafiar al Estado con constantes mensajes provocadores, lanzar amenazas de muerte a seguidores de Gustavo Petro y mostrar fotografías con armas. También se le ha visto amedrentar a ciudadanos por las calles de Medellín y, como quedó demostrado en diciembre de 2017 con la captura de alias Tom, suele reunirse con los hombres que lideran la organización criminal de la Oficina de Envigado", reseña ese medio de comunicación.
Pero nada de eso, hasta este viernes que fue apresado en Medellín, le había valido una orden de captura. La razón: las autoridades aún no tenían nada que comprometiera a Popeye directamente en la comisión de algún delito.
Pero la suerte de Popeye, analiza Semana, fue cambiando desde que comenzó a cruzar la raya y sus acciones se fueron haciendo cada vez más agresivas. Desde su cuenta de Twitter dijo que odiaba a los petristas y, que si no se podía expresar, su fusil hablaría por él. Se trataba de una clara amenaza de muerte.
El caso de Alias Tom
Las sospechas de que Velásquez Vásquez ha seguido delinquiendo nunca se han ido de quienes investigan el crimen organizado en la capital paisa. Que Popeye hubiese estado celebrando en una finca de El Peñol con Juan Carlos Mesa Vallejo, Alias Tom, un hombre por el que Estados Unidos ofrecía $2 millones y que fue detenido en un amplio operativo el pasado 9 de diciembre, hizo que la Fiscalía en su momento le pidiera a un juez de ejecución de penas que le revocara el beneficio del que goza Popeye, por incumplimiento a los presupuestos que en su momento motivaron la libertad.
Aunque no le fue revocado el régimen de confianza, el incidente con Alias Tom puso a la policía tras la pista de otras amistades peligrosas que parecían estar muy cerca de Popeye, según las investigaciones de la Fiscalía.
Envalentonado, el Popeye más bien humilde que hablaba de sus propósitos en libertad cuando estaba en la cárcel, y también durante sus primeros tiempos fuera de prisión, parecía no existir ya. Su agresividad en redes contra todo lo que se opusiera a él o a sus luchas políticas, fue en escalada. Una semana después de la detención de Alias Tom, publicó en su cuenta de Twitter que, por cierto, ha venido aumentando en su tono incendiario:
"No le tengo miedo a lo que le temen las Ratas del sí. Si hay que ir a prision, voy. En poco tiempo estaré de nuevo atacando este maldito gobierno. No le temo ni a la Cárcel ni a la muerte. Soy un guerrero y como tal. Me comporto. Soy una figura pública y puedo ir donde sea".
En febrero del 2015 fue cuando las autoridades se enseriaron en sus sospechas sobre supuestos contactos de Velásquez Vásquez, cuando un video lo captó bajando de un Chevrolet que venía escoltado por un Peugeot. Luego, sostuvo una reunión secreta con unos hombres, dentro de un ascensor. Las investigaciones inferían que se trataba de un encuentro con Alias Tom y otros dos personajes buscados por la justicia. La hipótesis es que Popeye estaría participando en trabajos de "cobranza" y extorsión. Sin embargo, el caso no se pudo amarrar.
Este viernes, el exsicario de Pablo Escobar se presentó ante la Fiscalía de Medellín para dar explicaciones por las amenazas que aparecen en su cuenta de Twitter en contra de seguidores de Gustavo Petro. Según había dicho horas antes, le habían hackeado su cuenta de Twitter. Pero en ese momento lo estaban esperando para hacer efectiva una orden de captura en su contra por el presunto delito de extorsión.
En las últimas horas, las autoridades judiciales se encuentran analizando el caso de Popeye, quien está detenido a la espera de la decisión de las autoridades.
Muchos pronosticaron que, más temprano que tarde, Popeye sería traicionado por su naturaleza. Otros muchos dijeron (y dicen) creer en él a ciegas, como lo hacen en sus redes sociales miles de seguidores en todo el mundo.
Popeye mismo ha cambiado su discurso.
En uno de sus últimos tuits, como se cita anteriormente, habla de que no teme volver a la cárcel. Sin embargo, unos meses atrás dijo en uno de sus videos, ya cuando su tono se había vuelto cada vez más beligerante contra el gobierno de su país y parecía dispararle (verbalmente) a todo lo que se moviera sin su aprobación: "A mí me tienen que matar de bala y no de miedo... de 30 balazos en el semáforo, como tiene que morir un mafioso”.