
El tropezón de Fidel Castro, de 78 años, que se fracturó una rodilla y fisuró un brazo, relanzó las especulaciones sobre la fragilidad de un régimen que gira en torno a su figura, sin que por ello la salud del líder cubano haya generado gran inquietud.
El presidente cubano se cayó el miércoles por la noche luego de pronunciar un discurso en Santa Clara, centro de la isla, en un acto de graduación de instructores de arte.
“El examen médico confirmó lo que el propio Comandante en Jefe pronosticó tras la caída accidental (...): fractura en la rodilla de la pierna izquierda y fisura en la parte superior del húmero del brazo derecho, que recibirán el tratamiento correspondiente”, dijo el gobierno en un comunicado.
Tras la caída, Castro fue levantado por guardaespaldas, quienes lo sentaron en su silla en la primera fila de la concentración, donde había 30.000 personas.
Mientras lo ovacionaban los participantes, dijo: “Queridos graduados, queridos villaclareños y demás invitados, les pido perdón por haberme caído. Haré todo lo posible por recuperarme lo más pronto posible, pero como ustedes pueden ver, puedo hablar aunque me enyesen, puedo continuar mi trabajo”, agregó.
Tema pospuesto
“Son lesiones bastante importantes para un hombre de 78 años, pero es también un recordatorio más de que, aquí, el asunto de la sucesión es una asignatura pendiente: la muerte, a esa edad, ya no es una abstracción”, opinó un diplomático occidental en La Habana al comentar el suceso.
El poder cubano se apoya –desde hace 45 años– íntegramente en la persona del mandatario, lo que lo convierte en la fortaleza, pero también la debilidad del régimen de Castro, cuya mano férrea dirige tanto la diplomacia como la gestión cotidiana de asuntos ordinarios, desde huracanes a apagones que afectan a la población y a la economía del país.
“Los revolucionarios no se jubilan”, suele decir el Jefe de Estado, dictador para algunos, campeón del “tercermundismo” y del “antiimperialismo” para otros, pero que ostenta el récord de longevidad a la cabeza de un régimen comunista.
El incidente del miércoles “es una peripecia, en el sentido fuerte del término, pero no es un giro”, opinó otro diplomático.
Sometidos a duras restricciones desde hace 15 años, regularmente privados de electricidad por varias horas diarias, los cubanos se debaten entre la exasperación y el cansancio ante sus condiciones de vida y el temor del vacío político que necesariamente provocaría la muerte de Castro.