El Kremlin admitió ayer que la situación en el país está al rojo vivo, lo cual obligó al presidente de Rusia, Boris Yeltsin, a aplazar sendas visitas oficiales a Ucrania y Kazajistán.
"Teniendo en cuenta la tensa situación de la economía y las finanzas de Rusia, las autoridades adoptan las medidas adecuadas para estabilizarlas y por eso con más frecuencia de lo común se hacen cambios en la agenda del Presidente", indicó el portavoz del Kremlin, Serguéi Yastrzhemsbki.
La visita a Kazajistán, prevista del próximo 30 de junio al 3 de julio, ha sido postergada hasta septiembre, por cuanto Yeltsin "no consideró posible ausentarse por cuatro días del país", explicó.
Además, no solo fue aplazada la reunión que Yeltsin tenía previsto celebrar en Crimea con su colega ucraniano, Leonid Kuchma, sino que también se encuentran en interrogante las vacaciones que el "número uno" del Kremlin tenía planeadas para mediados del próximo mes de julio.
Yastrzhembski anunció que Yeltsin se reunirá la próxima semana con los titulares de Defensa, Seguridad e Interior y que también presidirá una reunión del Consejo de Seguridad adjunto a la Presidencia.
La presencia del mandatario ruso en Moscú resulta imprescindible para el Gobierno, que tiene previsto presentar a la Cámara de Diputados varios proyectos de ley que permitirán aplicar un drástico plan de reducción de gasto público para superar la crisis que atraviesan las finanzas rusas.
El Legislativo, con mayoría comunista, se opone a aprobar las iniciativas del Ejecutivo, lo cual llevó a Yeltsin la semana pasada a amenazar a los diputados con "otro tipo de medidas", que podrían ser desde su puesta en vigor por decreto hasta la disolución de la Cámara.
Mientras, el líder del Partido Comunista, Guennadi Ziugánov, volvió ayer a exigir la renuncia de Yeltsin y aseguró que la gestión del Presidente ruso lleva el país hacia el "caos y la desintegración".
Ziuganov tachó de "programa de bancarrota" el plan anticrisis del Gobierno y sus medidas para obtener nuevos créditos de Occidente.
Advirtió de que si el Ejecutivo sigue por esa senda, "para el año 2000 no habrá dinero para pagar los intereses de la deuda, las cuentas en el extranjero se verán congeladas y el país será declarado insolvente".
La deuda exterior de Rusia es actualmente de $140.000 millones, según datos ofrecidos por el Tribunal de Cuentas de Rusia.