Si alguien alguna vez puso en duda la importancia de la economía de Estados Unidos para el resto del mundo, la semana pasada le borrará esa inquietud.
Y es que los mercados bursátiles de Nueva York, ubicados en Wall Street, tuvieron una de sus peores semanas en la historia, asustados por los malos resultados de algunas empresas (Cisco, Intel y Compaq), el miedo de que la economía de EE. UU. tenga un aterrizaje forzoso, lo que afectará las economías de Europa y de Japón.
El lunes el indicador Dow Jones, el más importante en Nueva York, cayó por debajo de los 10.000 puntos, una cifra que era orgullo de los operadores del mercado. Su contraparte, el Nasdaq, que mide la variación de las acciones de firmas tecnológicas, también tuvo un fuerte tropezón y bajó de los 2.000 puntos.
El miércoles, la situación se repitió, pero la caída no fue tan estrepitosa. Pero el viernes, no hubo misericordia y el Dow Jones volvió a bajar de los 10.000 y el Nasdaq cerró con una caída del 2,56 por ciento.
Obviamente, esta situación arrastró los mercados europeos y los latinoamericanos.
El simple hecho de que la economía estadounidense esté acariciando una recesión, los tiene con los pelos de punta. Incluso, el derrumbe en los mercados ya llegó a afectar a la moneda de Brasil, la economía más importante de la región.
Pero, ¿se podrá revertir esta situación? Wall Street espera que el martes la Reserva Federal decida bajar las tasas de interés, mientras que el presidente, George W. Bush, apuesta todo a su plan de reducción de impuestos. ¿Serán suficientes esos dos botes salvavidas?