Lubimets
"¡Libertad!", "¡Ayúdennos a salir!". Los refugiados sirios piden socorro tras las rejas del abarrotado centro de detención de Lubimets, en Bulgaria, cerca de la frontera turca, donde han sido albergados tras llegar clandestinamente al país.
"Soy sirio, sociólogo, estoy retenido desde hace 67 días con mi familia" grita desde detrás de una ventana con barrotes Bashar Selim, de 37 años, a los periodistas que visitaban el miércoles el centro de Lubimets.
Otros detenidos aprovechan la presencia de la prensa para expresar su desesperación. Se agrupan detrás de las ventanas, mostrando a sus niños y gritando: "¡Libertad!".
Bulgaria, el miembro más pobre de la Unión Europea (UE), tiene grandes dificultades para hacer frente al flujo de inmigrantes: unos 3.100 han ingresado clandestinamente al país desde principios de año, un 50% más que en 2012.
Más de la mitad de ellos son sirios que han llegado de Turquía.
El espacio en torno al principal puesto fronterizo de Kapitan-Andreevo está protegido por los sofisticados aparatos de vigilancia financiados por la UE, explica Boris Chechirkov del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
En consecuencia, "los inmigrantes clantestinos prefieren desafiar las abruptas cuestas del monte Strandja, a la altura de Elhovo y Boliarovo, donde se pierden en los tupidos bosques", relata. El invierno pasado, dos clandestinos sirios perecieron congelados en esos bosques.
Más de 1.670 sirios que huyen de la guerra civil llegaron a Bulgaria desde principio de año, frente a los 200 que arribaron en el mismo período de 2012, según la policía de fronteras.
Los tres centros de inmigración del país donde los residentes tienen libertad de movimiento tienen una capacidad total de 1.100 camas. Actualmente están totalmente abarrotados.
Las autoridades los colocan entonces en dos centros -Lubimets y Busmantsi, cerca de Sofia-, destinados a los inmigrantes clandestinos que van a ser deportados o expulsados.
"Varias huelgas de hambre se han producido en los últimos días en Busmantsi" asegura Krasimir Kanev, presidente de la ONG proderechos humanos Helsinki Committee, para quien "la detención de solicitantes de asilo es una violación de la legislación europea y nacional".
"¡Ayúdennos a salir!", suplica Janda Hussein, de 29 años, dirigiéndose a los periodistas. Con su hija de 2 y su marido, asegura compartir en Lubimets una pieza con otras siete familias desde hace 48 días.
Huyendo de la guerra, los Hussein dejaron Damasco para ir a Turquía, pero al no encontrar trabajo al cabo de dos meses, siguieron hasta Bulgaria, pagando a traficantes de personas 500 euros por adulto y 250 por niño.
"Están al borde de la crisis de nervios. Y la convivencia, en un estrecho espacio, con personas de diversas nacionalidades crea tensiones" admite Iskra Kacheva, psicóloga en Lubimets.
Una parte de los inmigrantes ilegales no reivindican sin embargo un estatuto humanitario en Bulgaria. Buscan, probablemente, llegar a otro país de la UE, según esta psicóloga.