El jueves 8 de setiembre quedará marcado como uno de los días clave en la historia de Reino Unido; murió la reina Isabel II y su hijo, el príncipe Carlos de Gales, se convirtió en el rey Carlos III.
Aunque desde que nació, el 14 de noviembre de 1948, él fue preparado para asumir el trono de la monarquía más importante del mundo, su espera fue larga, pues su madre llevó la corona por 70 años. En ese tiempo, Carlos vivió a la sombra de Isabel II, siempre ocupando un segundo plano y, cuando asumió algún protagonismo, lo hizo arrastrando escándalos por su relación extramatrimonial con Camilla Parker Bowles.
Además, el príncipe nunca gozó de los niveles de popularidad ni tiene el carisma de su progenitora. Sin embargo, ahora tiene la atención del planeta sobre él y la gran pregunta es ¿Podrá el nuevo rey cumplir con las expectativas?
“El reto de cualquier monarquía europea en un país democrático es sobrevivir, cómo hacer que las nuevas generaciones consideren que tener una monarquía en democracia, con elecciones y partidos políticos no sea visto como anexo inservible que puede ser eliminado, ese es el reto de toda casa reinante”, comentó Carlos Cascante, investigador y especialista en Relaciones Internacionales.
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Carlos III, el nuevo jefe de Estado del Reino Unido, tendrá esa tarea con varias cosas en contra: su avanzada edad, la gigantesca figura de su madre y el lastre de una imagen golpeada por escándalos personales y aparente debilidad de carácter.
“El principal obstáculo que tiene Carlos III es que siempre ha sido una figura segundona, secundaria en la vida pública y en la Casa Real; el segundo gran obstáculo es heredar el trono a una edad muy alta (73 años), que no tiene una importancia en la historia británica como la fue creando Isabel II.
“Por otra parte, siempre se ha vendido, no sabemos qué tan cierto es, pero si usted ve La Corona (serie de Netflix), si ve los tabloides y el chisme, le han creado una imagen de una persona débil y eso no le ayuda en nada a la hora de asumir los deberes del trono. A Carlos III lo maltrata mucho la imagen que se ha creado de él, no sabemos cuánto de eso es cierto en la vida privada”, agregó Cascante.
La familia Windsor -a la que pertenece Carlos III- ocupa la Casa Real británica desde 1901, cuando Eduardo VII asumió el trono. Fue el primer monarca de la casa Sajonia-Coburgo-Gotha, que dejó de llamarse así en 1917 para eliminar cualquier vínculo con Alemania, país enemigo durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
Ese cambio en la nomenclatura es una prueba de la capacidad de supervivencia de la monarquía británica, pero no es la única. Supieron alejarse del manejo de políticas públicas, de asuntos electorales y no influir sobre el Parlamento.
También supieron levantarse de la crisis provocada por la separación, en 1996, del príncipe Carlos y la princesa Diana y de la tragedia por la muerte de ella (en 1997) en un accidente automovilístico en París, Francia.
La Reina Isabel, sin embargo, siempre fue la figura clave para superar esas dificultades.
Futuro complicado
Para Gerald Solano, académico de la Universidad Nacional y especialista en Relaciones Internacionales, la figura de la reina es tan grande que podría superar, incluso a la monarquía como institución e, indudablemente, eso complica las cosas para su heredero.
“Una reina con tantos años de reinado, 70 años de reinado, con altos niveles de aprobación y tan querida, ha venido demostrando que es una figura importante. El reto está en determinar si la figura era ella o era la monarquía como tal, como institución. Ahí, si la figura era ella, sí coincidiría que el mayor reto es la permanencia de la figura de la monarquía como tal”, dijo Solano.
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Por eso, dijo, Carlos III deberá encontrar la forma de convertirse en un rey querido para mantener los niveles de aprobación de la reina Isabel II.
En el Reino Unido el monarca es el jefe de Estado, cumple funciones constitucionales de representación y tiene a cargo otras tareas simbólicas como llamar a cada nuevo ministro para pedirle que forme gobierno.