París. Tras la muerte en Irán del número 2 de Al Qaida y los rumores crecientes de la de su principal líder, surgen numerosas preguntas en torno a la dirección y el futuro a nivel global de la organización yihadista, ya de por sí muy debilitada.
El diario estadounidense The New York Times informó el viernes de que Abdullah Ahmed Abdullah fue abatido en Teherán por agentes israelíes durante una misión secreta ordenada por Washington. Algo que Irán desmintió.
Más incierto es el destino del número 1 de la organización, Aymán Al Zawahiri, el poco carismático sucesor de Osama bin Laden, al que se le perdió la pista hace diez años y que podría esconderse en la frontera entre Afganistán y Pakistán.
El director del Center for Global Policy (CGP, estadounidense), Hassan Hassan, afirmó este fin de semana que Zawahiri, al frente de Al Qaida desde la muerte de Bin Laden en el 2011, había fallecido en su casa hace un mes por una enfermedad.
“Soy consciente de los problemas para verificar este tipo de información, pero está en boca de todos en los círculos próximos de Al Qaida, como Hurras al Din”, había escrito en Twitter Hassan Hassan, revelando que el grupo yihadista sirio era una de sus fuentes.
Rita Katz, jefa de la agencia estadounidense Site, especializada en la vigilancia de grupos yihadistas hizo referencia a "noticias no confirmadas", recordando que "Al Qaida no se caracteriza por informar rápidamente de la muerte de sus líderes".
Que su hipotética muerte haya sido por una enfermedad cardíaca y no por una intervención militar externa complica la confirmación de la noticia. Más aún en una persona que, con 40 años de yihadismo a sus espaldas, ha sido dado por muerto varias veces.
“Los servicios de inteligencia creen que está muy enfermo”, expresó Barak Mendelsohn, autor de un libro sobre Al Qaida y profesor de la Universidad Haverford de Pensilvania. “Pero si no ha muerto ahora, no tardará en morir”.
Grupos dispersos
En un contexto geopolítico complicado, la organización que llevó a cabo el mayor atentado de la historia, el 11 de setiembre del 2001, podría encontrarse potencialmente descabezada de sus dos principales dirigentes.
Además, la dirección central de Al Qaida está lejos de ser lo que fue. Su “nombre” sigue presente gracias a los numerosos grupos afines que le han jurado lealtad desde el Sahel a Pakistán, pasando por Egipto, Yemen y Somalia.
Sin embargo, Al Qaida no dirige ni las acciones ni las alianzas de estos grupos, enmarañadas en problemas locales y regionales que no puede controlar.
Barak Mendelsohn plantea la hipótesis de que la jerarquía de la organización en el futuro funcionará como un simple “consejo consultivo”. Los grupos yihadistas “solo escucharán a la dirección central de Al Qaida cuando quieran, y no por obligación”.
Al Qaida se encuentra, además, en una batalla ideológica y militar en varios frentes con el grupo Estado Islámico, que le robó el papel preponderante del yihadismo mundial y tiene mayor presencia en las redes sociales.
Aun cuando la situación del Estado Islámico también se puede calificar de “frágil” por su derrota en el 2019 por la coalición internacional y la desaparición del “califato”.
El futuro jefe de Al Qaida (el nombre de Saif al Adel suena con fuerza entre los expertos) tendrá el desafío de mantener con vida, fuerte y activa a la organización.
Al Adel, ex teniente coronel de las fuerzas especiales egipcias, se integró en los años 80 en la organización Yihad Islámica Egipcia.
Detenido en Irán en el 2003, habría sido liberado en un intercambio de prisioneros en el 2015, según el think-tank especializado Counter Extremism Project (CEP). Un informe de Naciones Unidas, que lo situaba en Irán en el 2018, lo describió como uno de los principales colaboradores de Zawahiri.
“Adel jugó un papel fundamental en el desarrollo operativo de Al Qaida, y ascendió con velocidad en la jerarquía”, escribió CEP al hablar de su rol en la formación de algunos de los secuestradores de los aviones del atentado del 11 de setiembre.
Es uno de los principales candidatos, pero “siempre puede haber sorpresas”, si la nueva generación consigue imponerse, considera Barak Mendelsohn. “No sabemos cómo será recibido en la organización en el caso de que Zawahiri o la vieja guardia no estén ahí para respaldarlo”.