Bruselas
Víctimas en charcos de sangre y cuerpos mutilados son algunas de las escenas dantescas que se vivieron tras los atentados de este martes en el aeropuerto y el metro de Bruselas, una ciudad sumida en el pánico y el horror.
"Un hombre gritó unas palabras en árabe y escuché una gran explosión", contó a la AFP Alphonse Lyoura, que trabaja en la seguridad del equipaje de los vuelos hacia África y se encontraba cerca de lugar del primer estallido.
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"Era el pánico general. Me escondí y esperé cinco, seis minutos. Algunas personas vinieron a pedirme ayuda", agregó, con las manos aún ensangrentadas.
"Ayudé al menos a siete heridos. Retiraron cinco cuerpos que ya no se movían", continuó, explicando que "muchos perdieron las piernas".
"Veía gente en el suelo con sangre que ya no se movía. No estoy bien psicológicamente. Es el horror, Bélgica no merece esto", dijo sin poder contener el llanto.
Valérien, otra testigo, afirmó haber visto "heridos por todos lados". "Vi una madre que no tenía heridas pero su hijo estaba herido", afirmó.
"Todo el mundo huía, todo el mundo buscaba un lugar para esconderse. Era el descontrol total", señaló de su lado Michel Mpoy, de 65 años y que fue el aeropuerto a buscar a un amigo que llegaba de Kinshasa (República Democrática del Congo).
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La doble explosión en el aeropuerto de Bruselas y al menos una tercera en una estación de metro de la capital belga dejaron este martes al menos una treintena de muertos y unos 200 heridos, según los últimos balances disponibles.
Los diferentes testimonios recogidos por la AFP coinciden en que la primera explosión tuvo lugar hacia las 8 a. m. (hora local).
Una hora más tarde, una periodista de la AFP vio unos cientos de personas evacuadas en el aeropuerto, llamando a sus familiares por teléfono.
"Oímos un gran bum", afirmó Anne, que trabaja en el hall de partidas. "Creímos que era por los trabajos, ya que hay muchas obras, pero vimos personas llegar aterrorizadas", continuó.
Algunas personas fueron evacuadas hacia una pista del aeropuerto y permanecieron allí al aire libre rodeadas por las fuerzas de seguridad.
Jean-Pierre Lebeau acababa de llegar al aeropuerto procedente de Ginebra cuando se produjo la primera explosión. "Sentí el impacto. El techo cayó y sentí olor a pólvora".
A una decena de kilómetros del aeropuerto, poco después de las 9 a. m. se produjo una tercera explosión en la estación de Maalbeek, en el corazón del barrio europeo de Bruselas.
La situación era muy confusa, con una gran nube de polvo que escapaba de la boca de salida del metro y el sonido de sirenas de ambulancias y patrulleros de la policía.
Un periodista de la AFP vio una quincena de personas en el suelo recibiendo primeros auxilios. Muchos de ellos tenían el rostro ensangrentado, algunos lloraban.
Imágenes retransmitidas por la televisión mostraban un vagón de metro completamente destrozado. Otro metro que circulaba en la dirección contraria también resultó dañado, según la compañía de transporte.
La escena se desarrolló a uno trescientos metros de los edificios de la Comisión Europa y otras sedes de la instituciones comunitarias en un horario en el cual cientos de funcionarios se dirigían a su trabajo.
Algunos relataban aliviados el modo azaroso por el cual escaparon a la explosión.
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"Hoy fui al trabajo a pie. Habitualmente tomo el metro y bajo en Maalbeek. La gente lloraba en la calle. A nosotros nos bloquearon en las oficinas", contó a la AFP Ariane Moret, una francesa que trabaja en la zona.
La policía estableció rápidamente un perímetro de seguridad cortando el tránsito en las avenidas principales del barrio, al tiempo que las autoridades pedían a las personas que permaneciesen al resguardo, ya fuese en su oficina o su hogar.