Bruselas
Los dirigentes europeos desoyeron la presión de Polonia, al reelegir este jueves al frente del Consejo Europeo a Donald Tusk, quien agradeció el nombramiento y expresó su voluntad de "mejorar la UE".
"Agradecido por la confianza y la evaluación positiva del Consejo Europeo. Daré lo mejor de mí para mejorar la UE", tuiteó Tusk, quien coordinará los trabajos de los 28 hasta noviembre de 2019.
El primer ministro luxemburgués, Xavier Bettel, presente en la sala, fue de los primeros en anunciar en Twitter la reelección y desear "buena suerte" a Tusk, que contó con 27 votos favorables de los 28 países, según una fuente diplomática.
La primera ministra polaca, Beata Szydlo, había instado a sus socios europeos a no renovar a su predecesor, al frente del gobierno polaco entre 2007 y 2014, al acusarlo de "violar brutalmente" su neutralidad.
Un miembro de su gobierno dio a entender además que, si tenía lugar una votación este jueves, "la cumbre se vería amenazada", abriendo la puerta a que Polonia no firmara las conclusiones del encuentro, que deberían abordar temas como el comercio o la defensa.
La relección de Tusk necesitaba el sí de al menos 21 países que representen el 65% de la población.
A partir de ahora, el presidente del Consejo Europeo tendrá la labor de coordinar a los mandatarios europeos en un período caracterizado por el divorcio de Reino Unido, posiblemente a mediados de 2019.
Oposición de Polonia
Polonia acusó este jueves a sus socios europeos de "desestabilizar" Europa con la renovación, sin su acuerdo, del polaco Donald Tusk al frente de los 28.
"La cumbre se verá amenazada si se fuerza una votación", advirtió en una televisión privada el canciller polaco Witold Waszczykowski, cuyo país presentó un candidato alternativo a Tusk.
Antes del inicio de esta cumbre de dos días, los diferentes mandatarios europeos, entre ellos una Eslovaquia más próxima a Polonia, mostraron su apoyo a la continuidad de Tusk, "como una señal de estabilidad para toda la Unión Europea", en palabras de la alemana Angela Merkel.
"Los países que no entienden esto conducen a la desestabilización. Nosotros queremos la unidad de Europa", añadió Szydlo, cuyo gobierno nacionalista y conservador recrudeció sus críticas contra el ex primer ministro polaco.
Ante las críticas, el presidente del Consejo Europeo defendió el miércoles su imparcialidad y su papel como protector "de los valores y principios europeos", una aparente referencia a la tensión entre Bruselas y Varsovia por el respeto del Estado de derecho en Polonia.
El viernes podría representar otro momento de desencuentros, cuando los dirigentes europeos, reunidos sin su homóloga británica Theresa May, aborden de nuevo su futuro a 27, que deberían plasmar en una cumbre en Roma a finales de mes con motivo del 60º aniversario del proyecto europeo.
La decisión de los británicos de abandonar la UE supuso un duro golpe a un bloque debilitado por la crisis migratoria y los atentados yihadistas de los últimos años, cuando empieza a recuperarse del crash financiero mundial del 2008.
Para preparar el nuevo impulso a 27, los mandatarios iniciaron una reflexión en setiembre en Bratislava que continuará el viernes y cuyos resultados deberán plasmar el 25 de marzo en Roma en una declaración para conmemorar sus 60 años de vida en común.
Las cuatro principales economías de la zona euro -Alemania, Francia, Italia y España- ya mostraron su apuesta en Versalles por un bloque con diferentes grados de integración entre países. "Europa es una historia de éxito", reiteró este jueves el presidente del gobierno español, Mariano Rajoy.
Sin embargo, esta "Europa a varias velocidades" choca con algunos países de la ex órbita soviética, como los de Visegrado (Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia), preocupados por el riesgo de convertirse en miembros de segunda.
"Es una solución que puede conducir a nuevas crisis, a la profundización de las diferencias en Europa", avisó el miércoles el ministro de Exteriores polaco.
Esta advertencia no es baladí. Los mandatarios de la UE buscan mantener su unidad frente al auge de la ultraderecha antieuropeísta, a la incertidumbre sobre la administración estadounidense de Donald Trump y a una amenazante Rusia.