Washington. El violento asalto contra el Capitolio de Estados Unidos por parte de seguidores del presidente Donald Trump, subrayó cuán poco preparado está el país para hacer frente a su creciente amenaza de extrema derecha, pese a años de advertencias.
La Oficina Federal de Investigaciones (FBI) reconoció hace tres años, luego de varios tiroteos masivos, que la extrema derecha presenta un riesgo de terrorismo mucho más grande que el de los yihadistas islámicos.
Sin embargo, la Policía no estaba preparada cuando grupos de duros seguidores de Trump, conspiracionistas QAnon y supremacistas blancos asaltaron la sede del Congreso el 6 de enero, enardecidos poco antes por un discurso del mandatario.
Luego del ataque varios legisladores los llamaron "terroristas" e "insurrectos".
Pero muchos legisladores han cultivado el apoyo de esas personas durante años, por lo que es difícil que sean considerados una amenaza al estilo del Estado Islámico, dijo Alí Soufan, un exagente del FBI que ahora es el director ejecutivo del Grupo Soufan.
“Desafortunadamente, no tenemos la voluntad política para ir tras ellos de forma proactiva”, agregó.
Conglomerado diverso
No existe un número definitivo para determinar el tamaño de la extrema derecha, porque hay muchos grupos en un espectro muy amplio, desde activistas benignos, divulgadores de teorías conspirativas hasta violentos neonazis.
Además, tienen un apoyo considerable de parte de la población de Estados Unidos. Una encuesta Quinnipiac publicada el lunes reveló que el 10% de los votantes cree que las personas que atacaron el Capitolio estaban “defendiendo la democracia”.
Eso hace todavía más difícil rastrear las amenazas, comparado con el posible sentimiento yihadista en una reducida población musulmana en el país.
"¿Qué ocurre si uno busca terroristas revolucionarios de ultraderecha entre el 30% de la población?", dijo Matthew Feldman del Centro para el Análisis de la Derecha Radical en el Reino Unido.
Incluso si se pudiera reducir la búsqueda a hombres blancos de cierto rango de edad, dijo, "habría que vigilar a 20 millones de personas". Estados Unidos tiene unos 330 millones de habitantes.
Eso pone a los potenciales extremistas en todo los órdenes de la vida -incluyendo a la propia Policía-. Y todos son potencialmente peligrosos, dado la elevada presencia de armas entre civiles en Estados Unidos.
Un segundo problema, señaló Feldman, es que la ideología yihadista es fácil de detectar, en tanto el extremismo de extrema derecha “está muy cerca del discurso políticamente aceptado en Estados Unidos”, incluso abiertamente apoyado en medios de comunicación conservadores.
Poco rastreo
El experto en extremismo William Braniff manifestó que el gobierno todavía asigna recursos que no son suficientes para monitorear e investigar la amenaza extremista doméstica, comparado con lo que hace ante amenazas internacionales.
Y eso no tiene sentido porque los ataques de extremismo doméstico demuestran un 60% de éxito, destacó Braniff, director del Consorcio Nacional para el Estudio de Terrorismo y Respuesta al Terrorismo de la Universidad de Maryland.
Es más, las autoridades carecen de los poderes legales que necesitan para intervenir y detener una conspiración doméstica a tiempo, algo que sí tienen para enfrentar amenazas internacionales.
Un supremacista blanco puede expresar sus puntos de vista con libertad en las redes sociales y reclutar a otros, y al mismo tiempo almacenar armas, explicó Braniff.
“Esas son todas conductas legalmente protegidas. Y no existe una herramienta para detener esas conspiraciones violentas, realmente, hasta que la ley es violada, por ejemplo si alguien obtuvo un arma de forma ilegal”, indicó.
Cierre de canales
Braniff dijo que un paso fundamental se dio finalmente, que es el expulsar a los extremistas de las redes sociales. El lunes, por ejemplo, Twitter anunció que había cerrado 70.000 cuentas asociadas a QAnon.
"Tenemos que prevenir que las ideologías de extremismo violento se vuelvan parte del discurso convencional", agregó.
"Porque si se vuelve convencional, en la dirección que tiene actualmente, va a ser realmente imposible de revertirlo".
Una medida más controvertida sería comenzar a identificar y designar grupos extremistas, en la forma en que se hace con los grupos extranjeros, o aprobar una ley de terrorismo doméstico para eliminarlos.
Alí Soufan señaló que varios países europeos han identificado y prohibido grupos de ultraderecha.
Y Washington dio un paso en esa dirección en abril pasado cuando señaló que el Movimiento Imperial Ruso, extremistas con seguidores en Estados Unidos, era una amenaza terrorista.
Pero otros advierten de que sería una herramienta política pasible del abuso, para atacar grupos que no la merecen.
“Si uno da a la Policía esos poderes, entonces se encontrará que el movimiento Black Lives Matter puede verse de pronto considerado terrorismo doméstico”, consideró Feldman.
“Muchas de estas ideas no son novedosas ni únicamente atribuibles al gobierno de Trump”, afirmó Braniff. Y no desaparecerán con la salida del presidente.
“Uno nunca terminará de marginalizar estas narrativas. Uno no puede realmente bajar la guardia porque volverán a la superficie en cuanto se les permita”.