Londres
Tres atentados en tres meses y una campaña electoral discreta han debilitado la "solidez y estabilidad" de la que presumía la primera ministra británica Theresa May en su eslogan electoral.
Aunque sus enemigos la acusaban de tener poca altura de miras, todos coincidían en destacar su laboriosidad y competencia, tanto en la época en que estuvo al frente del ministerio de Interior (2010-2016), como en su primer año en Downing Street.
Sobre esta reputación planean ahora los recortes que impuso en la policía en los años de austeridad, y varios giros de 180°. en su campaña.
Fiel al primer ministro saliente David Cameron, esta euroescéptica se había posicionado a favor de la permanencia de Reino Unido en la UE en el referendo del 23 de junio del 2016.
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Se implicó poco en la campaña, pero siempre lo hizo insistiendo en la necesidad de limitar la inmigración, el tema favorito de los partidarios del Brexit.
Tras la dimisión de Cameron consecutiva al triunfo del brexit en el referendo, May se erigió como una figura creíble para ambos campos.
Y fue elegida para sucederle por el Partido Conservador, asegurando, sin el menor atisbo de dudas, que guiaría con mano firme al país fuera de la UE, con su ya famosa frase "brexit significa brexit".
Pocos apostaban por ella antes del sismo brexit. Boris Johnson, George Osborne o incluso Michael Gove eran opciones más populares.
"Es muy diligente, muy trabajadora, se sumerge en los detalles, es bastante tecnócrata, muy dura, y puede ser tozuda", explicó a la AFP el exlíder liberal demócrata Nick Clegg, que fue viceprimer ministro del gobierno de coalición de Cameron y colega de gabinete de la actual líder conservadora.
"Todas estas cosas son cualidades bastante buenas en un político del gobierno". Sin embargo, añadió, "nunca vi realmente mucha imaginación, ni flexibilidad, ni instinto, ni visión, que son las cosas que se necesitan de una primera ministra".
Tras resistir durante un año los llamados de su partido, finalmente adelantó las elecciones del 2020 al 8 de junio.
Lo hizo con una ventaja de 20 puntos porcentuales sobre el laborista Jeremy Corbyn en las intenciones de voto. Pero dicho margen se ha ido esfumando entre críticas a su campaña distante y calculada, con pocos encuentros improvisados con los votantes y negándose a participar en debates.
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Esta mujer alta y esbelta de 60 años, aspecto elegante, ojos expresivos y cabello corto y canoso, forma parte del ala más derechista del Partido Conservador.
Como ministra del Interior, mantuvo una línea firme contra la delincuencia, la inmigración clandestina y los predicadores islamistas.
May, descrita a menudo como "la nueva Margaret Thatcher", comenzó su carrera política en 1986 después de estudiar en la Universidad de Oxford y trabajar brevemente en el Banco de Inglaterra.
Sin embargo, en realidad tiene más puntos en común con Angela Merkel, la canciller alemana, quien es también hija de pastor, conservadora, pragmática, abierta al compromiso, casada y sin hijos.
"Theresa es una mujer terriblemente difícil", comentó sobre ella el exministro Kenneth Clarke, un diputado conservador que había trabajado para Thatcher.
May no le hizo ascos a la frase y la usa repetidamente desde entonces para transmitir firmeza.
"El próximo en darse cuenta de esto será Jean-Claude Juncker", respondió May con humor, imponiendo el tono de las negociaciones de la salida del Reino Unido de la UE con el presidente de la Comisión Europea.
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Theresa Brasier –su nombre de soltera– nació el 1°. de octubre de 1956 en Eastbourne, una ciudad costera del sureste de Inglaterra. Tras cursar estudios de geografía en la Universidad de Oxford, donde conoció a su esposo Philip, y trabajar brevemente en el Banco de Inglaterra, dio sus primeros pasos en política en 1986.
Ese año fue elegida concejala del distrito londinense de Merton. Tras dos derrotas, fue elegida en 1997 diputada del Partido Conservador por el distrito de Maidenhead, en Berkshire (sur de Inglaterra).
Del 2002 al 2003 fue la primera mujer en ocupar el cargo de secretaria general de su formación política. Se dio a conocer con un discurso en el que llamó a los 'tories', entonces muy a la derecha, a abandonar su papel de "nasty party" ("partido de los malos").
En el 2005 apoyó a Cameron en su conquista del partido. Cuando fue elegido primer ministro recompensó a su fiel aliada con la cartera de Interior, que conservó tras su reelección en el 2015.