París
Marine Le Pen, hija del líder histórico de la extrema derecha francesa, lloró de alegría cuando en el 2002 su padre provocó un terremoto político pasando a la segunda vuelta de las presidenciales. Ahora está a un paso de repetir la hazaña.
Pero, mientras que Jean-Marie Le Pen nunca pensó realmente que pudiera llegar a ser jefe de Estado, su carismática hija y heredera política está convencida de que el 7 de mayo Francia tendrá a su primera presidenta.
La candidata del Frente Nacional (FN) ha sabido capitalizar el hartazgo de los franceses ante el desempleo y la inmigración, y aprovechar la ola nacionalista en Europa para convertirse en uno de los principales favoritos a acceder a la segunda vuelta de las presidenciales.
Esta abogada, de 48 años, promete, entre otras cosas, la suspensión de los acuerdos de libre circulación en el seno de la Unión Europea, la expulsión de los extranjeros sospechosos de radicalización y la supresión del 'ius soli' (nacionalidad por derecho de suelo de nacimiento).
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"En el fondo, si tuviera que definirme, creo que contestaría simplemente que soy intensa, orgullosa, fiel, evidentemente francesa. Tomo los insultos a Francia como si fueran contra mí directamente", explica en su videoclip de campaña.
"¡Estamos en nuestra casa!", repite a voz en cuello en los discursos que pronuncia durante sus mítines, a los que acude gente de todas las edades y clases sociales. Un lema que sus adversarios consideran como "un grito de xenofobia"; un "grito de amor" a Francia, contesta ella.
Ajustes en el Frente Nacional. Desde que accedió al liderazgo del FN en el 2011, sucediendo a su padre del que se ha distanciado en los últimos tiempos, Le Pen ha purgado en gran medida al partido del antisemitismo que lo caracterizó durante décadas.
Se ha deshecho, al menos parcialmente, de los militantes antisemitas, de los nostálgicos de la Argelia colonial o hasta del régimen colaboracionista de Vichy y de los católicos integristas. Todos estos sectores figuraron durante más de tres décadas en la dirección del partido.
La estrategia ha dado sus frutos y, desde entonces, la formación ultraderechista ha mejorado sus resultados en todos los comicios.
Con su renovado discurso "patriótico" dirigido tanto a la derecha como a la izquierda, el FN se impuso holgadamente en Francia en las elecciones europeas y municipales del 2014, impulsado por el mismo movimiento popular antisistema que condujo al voto a favor de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, así como a la elección de Donald Trump en Estados Unidos.
Oradora eficaz, Marine Le Pen, sigue defendiendo en sus discursos las posiciones tradicionales de la extrema derecha contra la inmigración y el islam, pero ahora lo hace invocando al laicismo.
Ha abandonado, además, el tradicional discurso nacionalista pero económicamente liberal de su partido, y ahora se presenta como la defensora de los trabajadores franceses perjudicados por la globalización, el "libre comercio desleal" y la "dictadura de Europa".
"Contra la derecha del dinero y la izquierda del dinero, soy la candidata de Francia y del pueblo", declaró Le Pen en un debate televisivo.
En la recta final de la campaña ha endurecido su discurso en torno a los temas fundamentales del partido: la seguridad, la inmigración y la lucha antiterrorista.
Después del atentado en los Campos Elíseos de París, pidió una "respuesta global", estimando que en los últimos años "los gobiernos de izquierda y derecha" han hecho todo para que perdamos la "guerra" contra el terrorismo.
Le Pen se ha mantenido entre los favoritos pese a la investigación abierta contra ella por un caso de presuntos empleos ficticios en el Parlamento Europeo, donde ocupa un escaño de eurodiputada, y sobre presuntas irregularidades en el financiamiento de campañas electorales pasadas.
Esta rubia de carácter firme se presenta como una "mujer moderna". Es madre de tres hijos, se divorció dos veces y vive actualmente en pareja con uno de los dirigentes del FN, Louis Aliot.