Berlín
La canciller alemana Angela Merkel, que salió ganadora pero debilitada tras las legislativas del domingo, prometió este lunes formar una mayoría de gobierno estable y reconquistar a los numerosos electores que votaron por el partido de derecha nacionalista Alternativa para Alemania (AfD).
"Todos los partidos que, a nuestro parecer, son compatibles para una coalición tienen la responsabilidad de permitir la formación de un gobierno estable", declaró Merkel.
La víspera, su partido conservador, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), y su aliado bávaro (CSU), obtuvieron el 33% de los votos, su peor resultado desde 1949.
Tras una reunión de los dirigentes de la CDU, la canciller anunció que entablará un diálogo con los liberales del FDP, los Verdes y los socialdemócratas del SPD.
Esas futuras conversaciones se antojan complicadas. El SPD, con su peor resultado en años (20,5%), ha decidido abandonar la coalición que formaba con la canciller y pasarse a la oposición.
Para conseguir la mayoría en el Bundestag sólo queda una solución, una alianza, inédita hasta ahora a nivel nacional, entre los conservadores, los liberales del FDP (10,7%) y los Verdes (8,9%).
Esta coalición, apodada Jamaica (porque tiene los colores negro, amarillo y verde de la bandera jamaicana), sólo existe en el pequeño estado de Schleswig-Holstein, en el norte de Alemania.
El problema es que el FDP y Los Verdes tienen muchos puntos de desacuerdo en cuestiones como la inmigración, el futuro del diésel o el abandono de las energías fósiles.
Las negociaciones podrían durar meses en un país cuya Constitución no prevé ningún límite de tiempo para formar gobierno. Desde las primeras elecciones de la posguerra, en 1949, el partido ganador siempre ha logrado formar mayoría, y Merkel ya ha excluido un gobierno minoritario.
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La dirigente conservadora tendrá que formar una nueva coalición para ser designada formalmente canciller. Si no logra una alianza para gobernar, se podrían convocar nuevas elecciones.
El otro reto de Merkel será responder al creciente descontento en el seno de la familia conservadora, sobre todo en las filas de la CSU, que lleva dos años reclamando un giro hacia la derecha, especialmente en la cuestión migratoria.
Las elecciones han puesto de manifiesto que parte del electorado conservador –un millón de personas, según los sondeos– ha votado a la AfD, un movimiento de derecha populista contrario al islam, al euro y a la política de Merkel de acoger a los migrantes.
"Hemos abandonado nuestra ala derecha y ahora tenemos que llenar ese vacío con posiciones decididas", dijo el jefe de la CSU, Horst Seehofer.
Pero Merkel se negó este lunes a entonar un 'mea culpa'. Aunque reconoció que hubiera preferido un mejor resultado, recordó que la CDU-CSU ganó las elecciones con 12 puntos de ventaja sobre el SPD.
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La canciller está convencida de haber tomado la "buena" decisión al abrir las fronteras a los solicitantes de asilo en el 2015, si bien admite que creó "una polarización en torno" a su persona.
"Vamos a reconquistar a los electores (que votaron a la AfD) haciendo buena política (...), encontrando soluciones a los problemas", dijo.
La AfD consiguió un 12,6% de los votos tras una campaña particularmente agresiva con declaraciones revisionistas sobre el nazismo y ataques contra Merkel y los musulmanes.
La radicalización del partido suscitó; sin embargo, unas divisiones internas que quedaron de manifiesto este lunes cuando una de sus dirigentes, Frauke Petry, sorprendió a sus correligionarios al anunciar que no formaría parte del grupo parlamentario de la AfD.
Petry no dudó en criticar a uno de los líderes del partido, Alexander Gauland, que justo después de las elecciones declaró "abierta la caza" de Merkel.
La entrada de semejante partido en el Parlamento es un terremoto para un país cuya identidad desde el final de la Segunda Guerra Mundial se ha construido con el arrepentimiento por el nazismo y el rechazo al extremismo.