Barcelona. AFP. El independentista Carles Puigdemont, recién investido presidente de Cataluña, designará en los próximos días el gobierno que lo acompañará en su tarea de proclamar la independencia de esta región y que agudizará la confrontación con el Ejecutivo español.
En una primera muestra de esta tensión, el rey Felipe VI evitó recibir en audiencia este lunes a la presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell, una de las figuras más representativas de la corriente independentista, para que le comunicara el resultado de la votación (70 votos a favor y 63 en contra).
Se trata de una recepción protocolaria no obligatoria antes de que el monarca firme el decreto de nombramiento, pero la casa real pidió hacerlo por escrito.
El domingo, Puigdemont celebró su elección con un “¡Viva Cataluña libre!”, después de recibir el apoyo de la mayoría absoluta independentista del Parlamento, desde conservadores hasta izquierdistas catalanes, obtenida en las elecciones regionales del 27 de setiembre.
El martes, este periodista de 53 años, tomará posesión del cargo con una solemne ceremonia en Barcelona, en la que el presidente saliente, Artur Mas, le cederá el relevo.
Desde setiembre, los separatistas estaban divididos sobre la identidad del futuro presidente. La izquierda radical Candidatura de Unidad Popular (10 diputados) rechazaba la reelección del conservador Mas, de la coalición Juntos por el Sí (62 diputados), de izquierda y derecha.
En una maniobra de última hora para evitar una nueva convocatoria electoral que ponía en riesgo su mayoría en la Cámara regional, Artur Mas tuvo que ceder ante la izquierda radical, desistió de mantenerse a la cabeza del Gobierno y designó a Puigdemont para encabezar su proyecto: conseguir en 18 meses la independencia, pese a la fuerte oposición de Madrid y de la mitad de los catalanes.
“España no se va a romper y esta deriva suicida no va a solucionar los problemas de los catalanes”, criticó Pablo Casado, portavoz del conservador Partido Popular, del jefe de gobierno saliente Mariano Rajoy. El domingo, este advirtió de que no dejará pasar ni una sola actuación que suponga contravenir la unidad.
“Mariano Rajoy es un presidente en funciones y hace declaraciones en funciones. No me interesa lo que dice un proyecto que se acaba”, respondió contundentemente Puigdemont este lunes.
En las elecciones legislativas del 20 de diciembre, Rajoy se quedó lejos de la mayoría absoluta en un Congreso muy fragmentado. Ante la rebelión en Cataluña, la región más rica y la segunda más poblada, reclama un gobierno estable con el centrista Ciudadanos y los socialistas del PSOE, principal fuerza de la oposición.
Si el gobierno “sigue en las mismas manos, la situación de bloqueo en Cataluña se va a agravar en los próximos años. Así que hoy es más necesario que nunca un gobierno capaz de dialogar”, aseguró el líder socialista Pedro Sánchez, que plantea una alianza con la izquierda radical de Podemos y Ciudadanos.
Con su líder renovado, los independentistas quieren desarrollar la hoja de ruta plasmada en una resolución parlamentaria aprobada en noviembre y suspendida posteriormente por el Tribunal Constitucional.
Allí lanzaban su proceso de secesión declarándose insumisos a las instituciones españolas, especialmente a ese tribunal, y planeando las estructuras necesarias para un Estado independiente: hacienda pública, seguridad social, banco central o una constitución.
“Es un proceso imprescindible si queremos atender como toca a nuestros ciudadanos”, aseguró Puigdemont.
Poco conocido fuera de la región, era un líder emergente del partido conservador de Mas, Convergencia Democrática de Cataluña (CDC), y alcalde desde 2011 de Girona, un feudo nacionalista 100 km al norte de Barcelona, cargo al que renunció este lunes.
Su gobierno estará integrado por independentistas de diferentes sensibilidades ideológicas: conservadores, progresistas e incluso ecolocomunistas.
Si bien el independentismo, antes minoritario en Cataluña, creció exponencialmente al calor de la crisis económica y el aumento de las tensiones políticas con Madrid, su proyecto no obtuvo más del 50% de los votos en las pasadas elecciones (47,8%).
Después de tres años reclamando un referendo de autodeterminación similar al celebrado en Escocia (2014) o Quebec (1980, 1995), sus partidarios se proponen ahora tirar adelante su proyecto secesionista apoyados en su ecléctica mayoría absoluta de 72 escaños sobre los 135 del parlamento regional.