Ciudad del Vaticano
Una semana antes de que finalice el sínodo sobre la familia, nadie duda de que el papa Francisco, determinado a actualizar la Iglesia, no se dejará intimidar por los conservadores y recomendará una cierta apertura.
Presente en todas las sesiones plenarias en el Vaticano, tomando notas, concentrado, Francisco ha escondido sus cartas para respetar la colegialidad y no dar la impresión de influir en los trabajos.
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Pero esta actitud no ha impedido que un pequeño grupo de cardenales conservadores pusieran en duda la metodología del sínodo y denunciaran el poder de los "progresistas" en el comité de redacción final.
Los conservadores han advertido que se opondrán a cualquier gesto en favor de los divorciados que se han vuelto a casar o hacia las parejas en unión libre y los homosexuales.
Al iniciar los trabajos, el papa se limitó a hacer tres afirmaciones incisivas: la mentalidad del complot debe cesar, no se está poniendo en entredicho la doctrina y el tema de los divorciados que se vuelven a casar es solo uno de los varios temas en el orden del día.
Francisco no ha aclarado si publicará el documento final del sínodo, una forma de lograr que "se hable más" de lo habitual en las reuniones, según el rector del Instituto Católico de París, monseñor Philippe Bordeyne, nombrado experto por el papa.
"Algunos prelados habrían querido que dijera qué va a hacer (...), pero creo que no quiere pronunciarse antes de saber cuál es el fruto de los trabajos", dijo Bordeyne a la agencia de noticias AFP.
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Pese a las fuertes divergencias, el papa argentino espera avances al término de esta reunión entre cinco continentes, que se abrió el 5 de octubre.
La idea que empieza a emerger sería favorecer "el acompañamiento personalizado" hacia el matrimonio y una mayor flexibilidad ante quienes no observan un estilo de vida acorde con las enseñanzas de la Iglesia, sin alterar los dogmas.
De esta forma, se podría llegar a un compromiso entre la mayoría de obispos, que abogan por un cambio moderado, sin radicalismos.
Un consenso semejante significaría que mientras el matrimonio seguiría siendo entre un hombre y una mujer de por vida, cada obispo podría, por ejemplo, decidir si un divorciado de su comunidad que se ha vuelto a casar tiene derecho a la comunión.
Francisco lo reafirmó el sábado: "No es apropiado que el papa ocupe el lugar de los obispos para solucionar los problemas a los que hacen frente en su diócesis". Al contrario, la Iglesia debe avanzar hacia "una sana descentralización", dijo.
Sin aprobar su modo de vida, el pontífice ha expresado en muchas ocasiones su respeto por los divorciados, las mujeres que abortaron, las madres solteras o los homosexuales.
La Iglesia se "traicionaría" a sí misma si cerrara sus puertas a "quien llama para pedir ayuda y apoyo", dijo el papa en la apertura del sínodo.
Sin embargo, algunos expertos advierten que el papa no irá muy lejos.
"El papa podría avanzar rápidamente solo, pero no quiere", dijo Gian Guido Vecchi, vaticanista del Corriere della Sera. "La Iglesia necesita tiempo para cambiar".
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Después del sínodo, el papa podría solicitar a grupos de expertos que continúen trabajando en temas sensibles.
"El pontífice no quiere bajo ningún concepto dividir la Iglesia", confirma Ignazio Ingrao, experto religioso de la revista Panorama.
"Hay un consenso en el 90% de los temas. En el último 10%, el papa trata de ver si es posible un acuerdo. Si no, no lo forzará", prevé Ingrao.