Ankara. “Lo peor es el miedo. Todo el mundo tiene miedo en Turquía”, se lamentaba en una entrevista el Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk .
“La libertad de expresión ha caído a su nivel más bajo”, denunciaba el autor de El museo de la inocencia , para describir el clima de amenaza a las libertades civiles que reina en su país en medio del acoso a la oposición y a los medios de comunicación críticos , plasmado en redadas policiales y órdenes judiciales de detención.
Ante las quejas de la Unión Europea (UE) por la deriva autoritaria del Gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista), el presidente Recep Tayyip Erdogan ha replicado con un portazo: “Lo mismo nos da que nos acepten o no. No nos preocupa lo que piensen en la UE. Que se ocupen de sus propios asuntos. No tienen ningún derecho a darnos lecciones de democracia”.
Para una nación que lleva más de 50 años llamando a las puertas de Europa, las palabras de Erdogan representan una declaración de guerra a los principios de la Unión Europea, a los que Turquía espera adherirse como país candidato.
Tras dos victorias electorales consecutivas, en las municipales de marzo (46% de los sufragios) y en las presidenciales de agosto (51,7%), el escenario político no puede ser más desalentador para la oposición laica y para los movimientos islamistas disidentes del AKP.
“El clima de confrontación y polarización prevalece en Turquía”, sostiene el informe entregado a un grupo de periodistas europeos invitado la semana pasada por la delegación de la Comisión Europea en Ankara.
Malestar. La oleada de protestas populares de mayo y junio del 2013 contra la demolición del parque de Gezi en el centro de Estambul se extendió por todo el país.
Marcó el inicio de un estallido de indignación contra los recortes de las libertades y la intromisión del poder en el estilo de vida de los ciudadanos. La represión de las manifestaciones con gases lacrimógenos y brutalidad policial se cobró al menos cinco muertos y miles de heridos.
Desde entonces el partido de Erdogan ha roto no solo con los sectores laicos que apoyaron sus reformas sociales en sus primeros mandatos, sino también con sus aliados islamistas del movimiento de Fetulá Gülen , que denunciaron la involución de la política del Gobierno.
Determinado. Erdogan parece refractario a toda crítica. Venga de Bruselas, de la prensa o de la oposición turca. Instalado en su flamante palacio Blanco de 1.150 habitaciones que ha costado unos 500 millones de euros, el presidente de la República se dispone a partir del año próximo a ponerse al frente cada semana de las reuniones del Consejo de Ministros, en contra de la práctica habitual de sus predecesores en el cargo, que adoptaron un papel moderador y protocolario en el ejercicio de sus funciones.
El Parlamento de Ankara, donde el AKP cuenta con mayoría absoluta, ya está tramitando un proyecto de ley de seguridad que permitirá que los ciudadanos puedan ser retenidos por la Policía durante 48 horas sin autorización de la Fiscalía, y utilizar armas de fuego para repeler “manifestaciones violentas”.
La organización Human Rights Watch se apresuró a alertar contra las restricciones a los derechos humanos y sobre el riesgo del “uso letal de la fuerza” que implica la nueva normativa, que parece diseñada para impedir que se reproduzcan protestas masivas como las del parque de Gezi.
“Paradójicamente, después de años de constante caída, el apoyo de los ciudadanos turcos a la integración en la UE se ha incrementado este año desde un 45% al 54%”, subraya Atilla Eralp, director del Centro de Estudios Europeos de la Universidad Técnica de Oriente Medio de Ankara que elabora el estudio.
“Este cambio de tendencia es interpretado como una reacción de los ciudadanos ante el recorte de las libertades, que vuelven a ver en la UE una garantía para la salvaguardia de sus derechos”, subraya el profesor Eralp.
Los trabajos para la redacción de una nueva Constitución quedaron suspendidos en enero.
El AKP pretende triunfar en las elecciones legislativas previstas el próximo mes de junio para consolidar una mayoría parlamentaria de dos tercios de los escaños (367 de un total de 550), lo que permite aprobar cambios constitucionales sin contar con la oposición. O sumar al menos 330 escaños, que autorizaría a someter a referendo el nuevo texto constitucional.
El objetivo es claro: la instauración de un modelo presidencialista para que Erdogan recobre también el poder ejecutivo tras su elección como jefe de Estado.
El presidente turco y su partido se han mostrado activos en el control de los movimientos de sus antiguos aliados del movimiento de Gülen. La Justicia turca pidió su extradición a Estados Unidos, donde se halla autoexiliado desde hace 15 años.