A Riccardo Ehrman, uno de sus jefes lo tomó por loco, pues por el teléfono gritó las palabras imposibles: “¡Cayó el Muro!” Era el 9 de noviembre de 1989...
Sin embargo, el periodista de nacionalidad italiana, quien laboraba para la agencia ANSA sí estaba en sus cabales; simplemente, entendió lo que nadie más entendió en una rutinaria conferencia de prensa ofrecida por parte de un burócrata, a quien no le llegó un memo a tiempo justo con lo que debía decir.
A diferencia de sus colegas, aquel 9 de noviembre de 1989, en esa conferencia de prensa, Ehrman supo interpretar el no previsto anuncio del levantamiento de las restricciones de viaje de Berlín Oriental hacia Berlín Occidental.
El hecho de que nada más se necesitara un documento de identidad para cruzar la línea fronteriza y, sobre todo, que se pudiera regresar, no era otra cosa que la caída del Muro de Berlín que había partido la ciudad por 28 años.
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Veinticinco años atrás, la noticia que daba el vociferante Ehrman era tan inverosímil que ANSA decidió esperar..., aunque pocos minutos después soltaron la bomba informativa.
Fue la respuesta a una pregunta del periodista italiano, la que falseó la estructura que simbolizó la Guerra Fría: ese enfrentamiento sin balazos entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que mantuvo en vilo al mundo, luego del fin de la II Guerra Mundial y hasta 1991, cuando se desintegra la segunda en 15 repúblicas.
La pregunta
Ehrman es un periodista italiano, de ascendencia polaca y que habla fluidamente el alemán. Hoy tiene 85 años.
Por tal habilidad, ANSA lo destacó en la República Democrática Alemana (RDA), en plena ebullición por entonces. Ya había estado ahí a mediados de los 70.
Aquel 9 de noviembre de 1989, Riccardo Ehrman llegó tarde a la rutinaria conferencia de prensa, convocada para las 6 de la tarde y de la que fue avisado por la mañana.
Como el salón estaba atestado, al italiano no le quedó más remedio que sentarse cerca del principal orador de la mesa, Gunter Schabowski, quien se estrenaba como encargado de Comunicación de la RDA.
Schabowski era una de las nuevas autoridades de Alemania Oriental.
En octubre de ese 1989, había sido reemplazado Eric Honecker como jefe de Estado y líder del Partido Socialista Unificado de la RDA. Decrépito y anquilosado, estaba en el poder desde 1976.
El octogenario político no entendía las protestas que tomaron las calles de la RDA en ese 1989. “Nosotros somos el pueblo”, gritaban los manifestantes.
Por ese motivo, Honecker recurrió a la vieja estrategia de pedir ayuda a la URSS.
Sin embargo, por los procesos de perestroika (reestructuración) y glasnot (transparencia), Mijail Gorbachov, el premier soviético, le aseguró al viejo líder que Moscú no intervendría en la RDA. Fue claro: no dispararían contra el pueblo alemán. En otras palabras, no se iban a repetir las historias de Hungría en 1956 y Checoslovaquia en 1968.
Tras el relevo de Honecker, el resto de la vieja nomenklatura de la Alemania comunista renunció el 8 de noviembre de 1989.
Así, en la conferencia de prensa a la que iba Ehrman, se anunciarían las medidas migratorias del nuevo régimen, ahora encabezado por el nuevo secretario general, Egon Krenz.
Durante ese encuentro con los medios, Schabowski ignoró al corresponsal italiano, quien prácticamente llegó con la mano levantada para preguntar.
Cuando Schabowski terminó sus declaraciones, ninguno de los presentes se inmutó por lo que ahí se dijo: ya tenían el “callo” de que esos anuncios siempre eran un engaño, como sucede con la letra pequeña de ciertos contratos, que tienen un “gato encerrado”.
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Porfiadamente, como solo lo hace un periodista al que no le responden, Ehrman seguía con la mano levantada. Schabowski, finalmente, le concedió la palabra.
–Está bien, vamos a ver qué tiene que preguntar nuestro colega italiano.
–Señor Schabowski, ¿cree usted que fue un error introducir la ley de viajes hace unos días?
Lo pregunta tenía que ver con unos confusos permisos, que permitió la salida de miles de alemanes orientales por Hungría y la entonces Checoslovaquia.
Eran las 6:53 p. m. del 9 de noviembre de 1989.
Schabowski se quedó pasmado –recordaría Ehrman años después– porque esa pregunta, no la vio venir; peor aún, no sabía qué contestar: solo sabía contestar lo que le indicaban, como disciplinado burócrata.
Justo ahí se zafó el primer ladrillo del Muro de Berlín.
Inmediatamente
Son esos segundos que pasan despacio, despacio, despacio: Schabowski buscaba y rebuscaba algo. Lo que encontró fue un papelito...
“Estaba visiblemente nervioso”, le apuntó Ehrman al diario español El Mundo , con ocasión del vigésimo aniversario de la caída del muro.
Son esos segundos eternos, eternos, eternos y Schabowski acabó con ellos y con su angustia al decir: “Los ciudadadanos del Oeste pueden viajar sin pasaporte ni visado, solo con el carné de identidad o un documento similar”.
Entonces, Ehrman utilizó una de las estrategias más poderosas del periodismo: volvió a preguntar.
---¿A partir de cuándo?
---Inmediatamente, respondió Schabowski, sin verle la cara, sin poder esconder el nerviosismo y sin dejar de buscar algo en los papelitos.
Cuenta Ehrman que con la respuesta de Schabowski sintió una corriente de adrenalina y lo vio todo con absoluta claridad: el Muro de Berlín acababa de caer. Los colegas, en tanto, recogían sus cosas de esa rutinaria conferencia de prensa.
ANSA dio la primicia y 31 minutos más tarde se reproducía en otros medios.
Cuando la información fue difundida en las noticias de las 8 p. m., los alemanes de los dos lados se lanzaron en masa al Muro de Berlín: unos miles para entrar; otros miles para salir; todos para ver si era cierto lo que pasaba en la noche de todas las noches.
Desbordados ante los acontecimientos, la temida Policía Fronteriza quedó anonadada. No dispararon.
“Si lo hubiéramos hecho, la multitud nos hubiera colgado de un mástil”, comentaría el oficial Manfred Sens.
En el puesto de la Bornholer Strasse, el jefe en servicio de ese puesto le comunica a su superior que no puede detener a la gente. “Pueden pasar”, ordena y abre la puerta.
Poco después, también se abre el emblemático checkpoint Charlie , el sitio en el que tanques estadounidenses y soviéticos estuvieron cañón contra cañón, a solo unos metros de empezar la III Guerra Mundial.
Dos minutos después de la medianoche, se confirma que todas las puertas del Muro de Berlín están abiertas.
Sobre él, los alemanes celebran. El festejo es una postal ícono del siglo XX.
Somos el pueblo
La mañana de aquel 9 de noviembre, la Jefatura Superior de la Policía Popular le entregó al nuevo líder, Egon Krenz, las actualizadas regulaciones fronterizas, las cuales tratarían de apaciguar el descontento y el éxodo: los alemanes del Este escapaban por Hungría y Austria.
El documento oficial iba a ser difundido el 10, a partir de las 2 p. m., para darle la oportunidad de alistarse a la Policía Fronteriza.
Sin embargo, nadie le avisó a Schabowski del embargo de la información.
El término que debía utilizar era “propuesta de ley”, no afirmar que “era una resolución del Consejo de Ministros”, como decía el papelito que buscó y rebuscó.
La revelación fue el tropezón decisivo para un régimen que desde abril de ese año soportaba protestas cada vez más fuertes y más atrevidas: las de setiembre fueron masivas y se atrevieron a cuestionar al sistema y al Muro mismo.
Alemania Oriental tenía a su economía en caída libre y solo un préstamo de Occidente podría salvarla: en 1989 era insolvente.
Por otra, los cambios que se producían en otros países de la órbita soviética, y en la misma URSS, la ahogaban.
Hungría abrió su frontera con Austria y Polonia eligió a su primer gobierno no comunista en 40 años.
“Que el vecino arregle su vivienda, no quiere decir que uno haga lo mismo”, sentenció, con pasmosa miopía Kurt Hager, miembro del Politburó de la RDA..., y uno de los que fue destituido el 8 de noviembre, el día anterior a la caída del Muro.
El régimen socialista le hizo compañía en el suelo al Muro solo unos meses más tarde: el Partido Demócrata Cristiano se impuso en las elecciones de marzo de 1990. Alemania volvería a ser una el 3 de octubre de ese año.
La noche del 9 de noviembre de 1989, 55.500 alemanes del este cruzan la frontera hacia la República Federal Alemana (RFA); sin embargo, solo se quedan 3.250 y el resto se regresa a su casa, según una nota de El País de España del 11 de noviembre de ese año.
El periodista Riccardo Ehrman fue al Muro aquel histórico 9 de noviembre de 1989, cuando todo Berlín estaba en pie.
Siempre insiste en que su pregunta no fue importante, porque lo importante fue la respuesta. Ah, y al final de cuentas, no estaba loco.