“Entre la gente en pánico, lo primero en lo que pensé fue: ‘Pobrecitos mis papás’, porque ya ellos habían perdido a una hija años atrás y yo me dije: ‘Hoy es el último día de mi vida’, y fueron ellos los que se vinieron a mi mente”.
Así relató Pilar Madrigal Zamora, costarricense testigo del atentado contra las Torres Gemelas, sus primeras impresiones al enterarse de que presenciaba un atentado terrorista.
Ella explicó que, al percatarse que lo que “parecía una explosión de gas” en realidad era un atentado, decidió meterse en una cafetería.
En el lugar, un sujeto de pie sobre una mesa gritaba: “¡Bloquearon la isla completa, los terroristas la bloquearon, van a bombardear toda la isla!”, por lo que no dudó de aquel sería su último día de vida.
En el 2001, Madrigal, quien entonces tenía 31 años, trabajaba en las oficinas de la Coalición Costarricense de Iniciativas de Desarrollo (Cinde) ubicadas en el World Trade Center, mejor conocido como las Torres Gemelas. El 11 de setiembre a las 8:45 a. m., ella se dirigía a su oficina.
Al salir de la parada del tren subterráneo, lo primero que vio fue la torre norte en llamas. “Vi los vidrios que caían. Pensé que era una explosión de gas. Supuse que iban a cerrar los edificios, así que decidí caminar para ir por mi computadora a la oficina y llevármela a casa”, narró la testigo.
“En ese momento, un amigo me llamó por teléfono y me preguntó dónde estaba. Él me dijo que era un ataque terrorista. Me devolví y entré a un café”, rememoró.
Tras recordar a sus padres y asimilar lo que en ese momento creía que era su destino, se persignó y, recuerda, sintió una gran paz.
“Si me tocaba morir, pues me tocaba, pero estaba en paz conmigo misma, no pensé en mí en ese momento”, narró la funcionaria que hoy, 20 años después, es directora de asesoría de inversión en Cinde.
“Cada vez que llega un 11 de setiembre, la imagen que recuerdo y no se me borra de la mente es la de las personas que se tiraban del edificio hacia el vacío. Yo me decía: ‘Cada una de esas personas tiene un papá, una mamá, hijos, esposo, esposa, familia’. Me dolía muchísimo”, rememoró.
Pilar no se acuerda de cómo fue el camino de vuelta a su apartamento, no sabe si caminó o se fue en taxi, pero lo que sí recuerda es la primera llamada que recibió.
“Las líneas telefónicas estaban totalmente bloqueadas, pero cuando llegué, sonó el teléfono, contesté y me dijeron ‘¿Cómo le va? Soy de La Nación, sabemos que está en Nueva York y que estaba en las Torres Gemelas. ¿Nos puede decir qué pasó?’.
“Yo le dije a la muchacha que me daba pena, pero que no podía hablar con ella porque no había hablado con mis papás. Ellos vieron las Torres caerse. La muchacha me dijo: ‘No se preocupe, le voy a hacer una conexión con ellos’ y así fue como pude hablar con mis papás”, recordó Madrigal.
Su principal enseñanza, aseguró, es que aprendió la importancia de “hacer las paces con uno mismo”. A pesar del pánico en su entorno, Pilar no sintió miedo de perder la vida.
A pesar de que Cinde le ofreció volver a Costa Rica, ella decidió permanecer en Manhattan para reconstruir la oficina. Para ella, esta era su forma de asumir que la vida sigue y que no todo estaba perdido.
Hoy, Pilar tiene 51 años, está casada y tiene tres hijos. “No hay un día que no les diga a mis hijos y a mi esposo cuánto los quiero. No puede uno dar por sentada la vida. Les digo a todos: hagan lo mismo, no saben cuándo es la última vez”, concluyó.
Bombero que atendió el atentado vive su jubilación en San Carlos
Mario Alberto Aguilar, costarricense de nacionalidad estadounidense, fue uno de los miles de bomberos y rescatistas que atendieron la emergencia del aquel 11 de setiembre.
El rescatista vivió de primera mano el caos de ese día fatídico, incluyendo la caída de las Torres.
“Se escuchaban estruendos, había muchísimo polvo. Se derrumbó todo. Pura tragedia, gritos. Me duele recordarlo”, narró el hoy jubilado.
Además, añadió: “La gente corría, pero no sabía hacia dónde. Dejaba zapatos botados, carteras, de todo. Un desastre total. El tiempo vuela cuando la adrenalina toma el control, yo no sé cuánto estuve ahí”.
Aguilar, hoy de 71 años, aseguró que disfruta la paz y tranquilidad de su pensión en San Carlos, aunque ocasionalmente también visita la Zona Cero del histórico hecho.