Minsk, Bruselas, y otras procedencias. EFE, AFP, AP y Redacción. Las expectativas de una paz que ponga fin al conflicto armado en Ucrania dependerán del éxito de un nuevo a cuerdo de cese del fuego, desarme y retiro de armas pesadas alcanzado ayer en Minsk, Bielorrusia entre los mandatarios ruso, ucraniano, alemán y francés.
El alto de las hostilidades deberá entrar en vigencia el domingo, seguido por la implementación de 12 puntos más, una tarea que será difícil y complicada, admitieron los protagonistas y otros dirigentes en Europa y Estados Unidos.
La cautela se explica por el antecedente de un acuerdo de tregua y creación de una zona desmilitarizada –firmado en setiembre anterior en Minsk– que no fue más allá de las buenas intenciones, pues muy pronto las partes reanudaron los combates.
El documento, suscrito ayer jueves, contempla, entre otros compromisos, los siguientes:
Alto el fuego desde las 00:01 a. m. del domingo (4:01 p. m. del sábado en Costa Rica).
Retirada de armamento pesado a partir del 16 de febrero, que debe completarse en dos semanas.
Liberación de todos los prisioneros y amnistía para los combatientes de Donetsk y Lugansk.
Retiro de todas las tropas extranjeras y armas de suelo ucraniano, y desarme de todos los grupos irregulares.
Ucrania levantará restricciones para permitir la reactivación de la vida normal en las áreas tomadas por los separatistas.
Kiev impulsará una reforma constitucional para promover la descentralización en las zonas rebeldes del este; debe estar lista a finales de este año.
Ucrania retomará el control de la frontera con Rusia a finales de este año, si las condiciones entonces lo hacen posible.
Dificultad y fragilidad. Si forjar ese acuerdo exigió prolongadas conversaciones entre los presidentes Valdimir Putin, de Rusia; Petro Poroshenko, de Ucrania, y François Hollande, de Francia, y la canciller alemana, Ángela Merkel, echarlo a andar será un reto difícil y lleno de dificultades.
El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, pidió cautela e hizo una advertencia que recoge una inquietud generalizada: “La verdadera prueba es el respeto del alto el fuego”. Ello, porque aún está muy fresco el fracaso del primer acuerdo de Minsk. “Permaneceremos cautelosos hasta que las palabras en el papel se trasladen a hechos verdaderos”, recalcó Tusk.
Poroshenko advirtió de que “no será fácil” ejecutar lo acordado ayer, mientras Hollande y Merkel señalaron la fragilidad de los nuevos compromisos .
Para John Kerry, secretario de Estado estadounidense, “lo que importa son las acciones” y coincidió con la observación de que la “completa implementación del alto el fuego” y la “retirada del armamento pesado” probarán la solidez del pacto de Minsk.
Antes de conocer este, Fiona Hill, de Brookings Institution , pronosticó que cualquier nuevo alto el fuego “sería solo temporal, como el último (Minsk, setiembre del 2014), dado que Putin cambia constantemente entre las opciones militares y diplomáticas, según crea que convenga a Rusia, dijo ayer a The New York Times .
Su pesimismo la llevó a decir que los líderes debían fortalecer, y no solo reescribir, el viejo acuerdo de Minsk, cuyo fiasco impide, por ahora, tañer campanas.