Pacific Palisades. Los incendios continúan arrasando la ciudad de Los Ángeles. Chuck Hart y su equipo de construcción trabajan como voluntarios para limpiar los escombros carbonizados que cubren las calles del exclusivo vecindario de Pacific Palisades y reconstruir la zona.
“Nunca nos fuimos”, dice el contratista antes de hacer una pausa para dar instrucciones a los trabajadores que recogen los restos quemados de las calles y aceras. Luego los arrojan en camionetas y remolques gigantes.
“Haremos todo lo que se pueda para que este lugar vuelva a funcionar lo más pronto posible”, afirma Hart.
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El incendio cobró la vida de ocho personas en Pacific Palisades, de un total de 25 muertes en toda la ciudad. Arrasó manzanas enteras pero dejó algunas casas intactas, formando un paisaje de cenizas, barro y estructuras derrumbadas.
Hart y su equipo no reciben pago ni tienen un contrato oficial para realizar estas labores. Ni siquiera deberían estar allí por restricciones de acceso.
‘Rock and roll’
Los bloqueos impiden entrar a Pacific Palisades. Hart y su equipo no salen porque no podrían regresar. Introducen ilegalmente equipos y suministros para continuar su trabajo.
“Nos quedamos en mi casa. Dormimos en el suelo, en mis tatamis de jiu-jitsu, en sofás, en camas. No hay agua caliente; las duchas son frías. Somos 31 personas. Es terrible”, explica.
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Cuando comenzó el incendio, Hart y su equipo trabajaban en una obra en Palisades. Al saber que la casa de su madre estaba en peligro, Hart movilizó al grupo para protegerla con mangueras. “Fue como ‘rock and roll’”, comenta.
“Apagamos incendios y limpiamos escombros en las calles. No hemos parado desde entonces”, relata.
‘Como una familia’
Según Hart, nadie más comenzó a limpiar Pacific Palisades. Su equipo se centra en calles y aceras, sin tocar propiedades privadas. La policía y los bomberos parecen aprobar sus acciones. Una estación de bomberos compartió comidas con ellos.
Inicialmente, Hart pagó a su equipo de su bolsillo. Luego lanzó una campaña en GoFundMe, con la que ha recaudado 170.000 dólares. Convencer a su equipo no fue difícil. “Son como mi familia. Trabajamos juntos desde hace 25 años”, explica.
“Me quedé para proteger la zona donde trabajo y también para salvar la empresa, porque ahí está la casa de mi patrón”, dice Paul López Acosta, uno de los empleados.
Aunque los residentes podrían financiar la reconstrucción, “hay muchas cosas más allá de reconstruir: recuerdos de generaciones”, enfatiza Hart.
Sin acceso a vertederos, el equipo desvió los escombros al terreno de un vecino destruido por el incendio. Hart promete liberar el terreno cuando reabran las rutas.
Chuck Hart está convencido de que Pacific Palisades, donde se establecieron sus bisabuelos, será reconstruido.