110 personas víctimas de abuso sexual han sido atendidas en el Hospital San Carlos en los últimos meses; 41 de ellas tienen entre 1 y 9 años, informó el director médico, Édgar Carrillo Rojas. La situación obligó al hospital a enviar una alerta por la gran cantidad de casos de abuso sexual.
En el caso de víctimas de violación, el centro médico ha aplicado el protocolo de las 72 horas desarrollado por el Poder Judicial y la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS). Este implica una serie de medidas interinstitucionales en las que profesionales especializados brindan atención médica, suministran antivirales y anticonceptivos de emergencia, y proporcionan asistencia para presentar la denuncia.
Carrillo Rojas recalcó la importancia de detectar señales de alerta que indiquen abuso sexual dentro del núcleo familiar y el entorno externo, como el barrio, centro educativo y los espacios de recreación.
Por su parte, la trabajadora social del Hospital San Carlos, Lisseth Quesada Quesada, pidió a los padres, encargados de personas menores de edad y docentes estar atentos a algunos cambios.
Según dijo, se pueden presentar lesiones en el área genital o perianal, infecciones o secreciones inusuales, dolor o irritación al orinar o defecar, dificultad para dormir, pérdida de peso o de apetito y dolores psicosomáticos sin causa médica clara; por ejemplo, dolores de cabeza, estómago o articulaciones.
Comportamientos que pueden indicar abuso sexual
Asimismo, recordó los comportamientos que se pueden presentar principalmente en los menores de edad y que son la señal para buscar ayuda:
- Regresión en el desarrollo: algunos niños pueden volver a conductas anteriores en su desarrollo, como orinarse en la cama, chuparse el dedo o tener miedo a la oscuridad. Este tipo de regresión es una forma de expresar angustia y señala un retroceso en áreas donde ya habían alcanzado madurez.
- Comportamientos autodestructivos o autolesivos: cortarse, golpearse a sí mismos o tener otros comportamientos autodestructivos. Pueden ser señales de abuso, principalmente para adolescentes que intentan aliviar o expresar su dolor emocional.
- Desinterés por la higiene personal: la víctima puede mostrar una falta de interés en su higiene y apariencia personal, lo cual puede ser una forma de evitar atraer atención o expresar una autoimagen deteriorada.
- Actitudes hiperalertas y sobresaltos frecuentes: muchos niños y adolescentes desarrollan una actitud de alerta constante, respondiendo con sobresaltos a ruidos fuertes o movimientos inesperados. Esto es una respuesta común al trauma y puede estar asociado a un temor constante de revivir la experiencia.
- Apego inusual o rechazo hacia adultos: la persona menor de edad puede mostrar una actitud apegada o, por el contrario, evitar o rechazar la proximidad con personas,
- Cambios en el comportamiento: es común que la víctima experimente cambios repentinos, mostrando conductas que antes no eran típicas, como el aislamiento, el llanto frecuente o un aumento en la agresividad, siendo esta una forma indirecta de pedir ayuda.
- Dificultad con el rendimiento escolar: puede presentarse una disminución en el rendimiento académico, con dificultades para concentrarse, pérdida de interés en actividades que antes disfrutaba o una reticencia a ir a la escuela. Estos cambios suelen reflejar el nivel de angustia y distracción internos que experimentan los menores afectados.
- Inquietud y conductas sexualizadas inusuales: un aumento en la inquietud, dificultad para mantenerse en calma y comportamientos sexualizados inapropiados para su edad (como el uso de lenguaje sexual explícito o conductas sexuales hacia otros) pueden ser señales de abuso sexual. La exposición a situaciones traumáticas puede generar confusión en los límites apropiados de la conducta.
- Sentimientos de culpa y vergüenza: muchos niños y adolescentes víctimas de abuso sexual presentan una marcada autopercepción negativa, acompañada de sentimientos intensos de vergüenza y culpa. Estos pueden llevarlos a autoaislarse y a evitar hablar de sus emociones o experiencias.
- Baja autoestima y desvalorización: las víctimas pueden desarrollar una baja autoestima, con pensamientos negativos viéndose como personas “dañadas” o “rotas”. Esto afecta su imagen personal y su capacidad para relacionarse socialmente.