Aunque nos jactamos de ser un país amigable con el medio ambiente, los costarricenses solo tratamos un 3% de las aguas negras que producimos.
El restante 97% es lanzado a los ríos y quebradas sin ningún proceso de desinfección.
Esto nos ubica entre las cinco naciones de América Latina con menores niveles de saneamiento de aguas y por debajo del promedio en el continente (14%), afirmó el presidente ejecutivo del Instituto de Acueductos y Alcantarillados (AyA), Ricardo Sancho.
Actualmente, solo cuentan con plantas para tratar aguas negras los vecinos de Pérez Zeledón en San José; Barranca y El Roble, en Puntarenas; Limón; Cañas, Liberia, Santa Cruz y Nicoya, en Guanacaste.
Mientras, en el centro del país estos desechos fluyen como cloacas abiertas por los ríos que atraviesan la ciudad y de ahí al río Grande de Tárcoles.
Se estima que este afluente, el más contaminado de Centroamérica, solo de los capitalinos recibe 3.200 litros por segundo (o, por ejemplo, el equivalente a un camión cisterna mediano cada cinco segundos).
En un día, el total de aguas negras lanzadas a ese río por los habitantes del Gran Área Metropolitana llega a 276 millones de litros, que es igual a lo que cargan 18.000 vehículos cisternas con capacidad para 15.000 l cada uno.
Si bien en la capital existe una red de alcantarillado sanitario, apenas cubre el 45% de la población servida con agua potable. El servicio lo suministra el AyA.
Álvaro Araya, de la dirección de Aguas Residuales del AyA, explicó que a las empresas cubiertas por el sistema se les exige algunas normas de saneamiento básicas antes de desaguar en los colectores.
El resto de casas, comercios e industrias no cubiertas por esa red y que no tienen tanques sépticos o plantas de tratamiento, echan las aguas a ríos y acequias.
Derrames en barrios. Otra muestra del rezago de nuestro país en este campo es el deterioro de la infraestructura actual para evacuación de aguas de desecho.
En el casco metropolitano, el sistema de alcantarillado tiene más de 30 años de vida y está colapsado.
El sistema se compone de cuatro colectores (Rivera, Tiribí, Torres y María Aguilar) con una extensión de 86 kilómetros.
Muchas de las tuberías que van por la superficie o sobre los ríos están partidas y agrietadas, dejando aguas negras expuestas en los barrios por donde atraviesan.
Olga Marta Sánchez es una de las amas de casa que debe luchar a diario con los fuertes olores, moscas y zancudos provenientes de un colector con derrames que pasa muy cerca de su vivienda en el residencial Los Dorados, en Desamparados, al sur de San José.
Según dijo, el tubo se dañó, en parte, porque la gente lo utilizaba como puente para atravesar el río Tiribí. “Hemos mandado cartas al AyA y al Ministerio de Salud pidiendo que arreglen esto y a la fecha nadie ha hecho nada”.
William Leininger, del área de proyectos de la dirección de Aguas Residuales de AyA, dijo que los trabajos de reparación en ese tramo ya fueron adjudicados y comenzarán en las próximas semanas.
Otros de los problemas que enfrenta este sistema son las conexiones cruzadas con la tubería pluvial y las invasiones a las servidumbres en algunos barrios capitalinos.
Inversiones. La red debe ser rehabilitada en su totalidad y ampliada para aumentar la cobertura a un 65% de la población, según el AyA.
Parte de la solución a este problema vendrá con el proyecto de Mejoramiento Ambiental del Área Metropolitana de San José (Alcantarillado Metropolitano) que en su primera etapa implica una inversión de $230 millones.
Además de rehabilitar y ampliar los colectores y subcolectores de aguas residuales, se hará una planta para procesar 3,9 metros cúbicos por segundo.