Alberto Fujimori llegó a la presidencia de Perú en 1990 como un desconocido bisoño en el mundo de la política tras derrotar al célebre novelista Mario Vargas Llosa.
Nadie hubiera esperado que este profesor de Economía Agrícola, hijo de inmigrantes japoneses, llegaría a tener tanto control de la vida política del país suramericano.
Fujimori rápidamente dio cuenta de una extraordinaria capacidad de maniobra y atrevimiento, cuando en 1992 asumió plenos poderes al destituir al Congreso, en el cual no contaba con mayoría, para impulsar libremente su agenda.
Su principal proyecto fue la erradicación de la guerrilla maoísta Sendero Luminoso, que venía sembrando terror en el campo y las ciudades peruanas.
La campaña antiterrorista resultó efectiva, con la detención de los principales cabecillas rebeldes y la virtual desarticulación del movimiento, pero también abrió las puertas a los excesos por los que fue extraditado ayer.
Su afán por perpetuarse en el poder lo llevó a incurrir en delitos electorales en los comicios del 2000, tras los cuales comenzaron a revelarse los ilícitos cometidos durante su decenio en el poder.
Se fue a Japón y desde allá envió un fax a Lima que anunciaba su renuncia a la presidencia.
La justicia chilena concedió la extradición de Fujimori para que enfrente a la justicia de su país.