El próximo 8 de diciembre, Guillermo Rivera Montoya y Catalina Moya Gómez celebrarán sus 65 años de casados y, casi desde el principio de su vida compartida, han recibido en su casa una visita diaria: la del periodico La Nación .
Los Rivera Moya, padres de cinco hijos, aseguran que La Nación está presente en su mesa desde hace casi 60 años, el tiempo aproximado que llevan de haberse suscrito.
“En realidad, desde antes, porque primero yo iba a comprarlo todos los días a la pulpería de Caliche, en Guadalupe, hasta que el muchacho que llevaba los periódicos a ese local me preguntó por qué mejor no me suscribía. Y ofreció que él me llevaría La Nación a la puerta de mi casa para que pudiera leerla antes de las 6 de la mañana”, rememora don Guillermo, hoy de 87 años y vecino de Montelimar, en Guadalupe.
“Claro, tuve que pensarlo, porque la suscripción mensual costaba ¢6, un platal en aquella época”, añade quien por años se desempeñó como gerente de Ventas de Servicios Unidos, empresa de llantas y maquinaria que funcionaba frente a la iglesia de La Soledad, en San José.
“Por mi trabajo, me tocaba viajar mucho a los países de Centroamérica. Como no quería estar desconectado de lo que sucediera en Costa Rica y el mundo, le encargaba a mi esposa que me guardara bien las Naciones para leérmelas completas a mi regreso”, relata el esposo, a lo que su señora agrega con gracia: “Y él sí que se lee el periódico de cabo a rabo, hasta los clasificados tiene que revisar”.
Hoy, Rivera menciona como sus espacios predilectos la sección de “El Mundo” y las columnas que escriben Eduardo Ulibarri, Luis Mesalles, Jorge Guardia y Nuria Marín. Del pasado, dice, extraña la buena pluma de Julio Rodríguez.
Consultados sobre lo que más aprecian del diario, ambos señalan su seriedad. “Además, es muy completo. Encuentra uno las noticias nacionales e internacionales más relevantes y una sección deportiva muy nutrida”, asevera él.
Como buen protagonista de sus vidas, el periódico dio cuenta en su momento, en la muy gustada “Sección Social”, de las bodas –y, primero, de los quinceaños– de sus hijas.
“Hoy, en las casas de mis tres hijas se sigue recibiendo La Nación y mis nietos hicieron hábito de leerlo”, cuenta doña Catalina, de 81 años.