Adrián Guzmán Ramírez, oncólogo del Hospital Max Peralta en Cartago, ve entre 80 y 100 pacientes de cáncer todas las semanas. Se dio a la tarea de preguntarles qué era lo más difícil de su proceso. Todas las respuestas coincidieron: el largo y confuso camino que debieron transitar para llegar al diagnóstico.
“Me decían que una vez en el hospital ya todo estaba definido, pero que lo que atravesaban para llegar al diagnóstico era lo peor. Es un laberinto para muchos”, puntualizó.
Les hizo la misma pregunta a sus colegas y la respuesta no cambió.
Esa “ruta del cáncer”, desde el momento en que hay una sospecha hasta el diagnóstico, puede tardarse años e impedir el inicio de un tratamiento temprano, el cual tenga menos efectos secundarios y provea mejor calidad de vida.
Guzmán recordó el caso de una paciente que observó durante la pandemia en una zona indígena. Por el lugar donde vivía, a la mujer le correspondía un Ebáis itinerante, en donde los profesionales de salud solo llegan cada cierto tiempo.
Ella casi no hablaba español, pero pedía que la atendieran porque tenía una lesión en una mama. Su primer obstáculo fue el secretario, pues siempre que iba él le decía que solo atendían covid-19, y que si no tenía síntomas de esa enfermedad, mejor se fuera.
Cuando por fin logró sobrepasar esa barrera y obtener la atención del médico general ya tenía metástasis y la enfermedad estaba muy avanzada.
“Un tumor pequeño se convirtió, en cuestión de meses, en una enfermedad que la mató unos años después”, rememoró.
Su caso no es el único. En una actividad en la Universidad de Costa Rica (UCR), Alexandra Núñez Fletes, presidenta de la Federación ONGs de pacientes, relató la historia de una mujer de zona alejada y rural, a quien llamó Ana.
Ana tenía tres años de estar detrás de su diagnóstico en un hospital regional. La devolvieron varias veces. Al tiempo, para agilizar su proceso, dijo que vivía con una tía en San José. Eso le permitió pasarse de hospital. Cuando por fin llegó a consulta con el oncólogo, este la regañó.
“Le dijo: ‘¿Cómo vino usted hasta ahora si este cáncer tiene más de dos años?’ Pero ella llevaba mucho tiempo en busca de respuestas. Llegó tarde y tuvo una amputación. No tenemos igualdad en la atención. El diagnóstico temprano es fundamental“, señaló Núñez.
Guzmán recalcó que, como oncólogos, ellos son el último eslabón de la cadena: reciben a los pacientes ya con sus exámenes, biopsias y TACs hechos. Pero señaló que todo el camino recorrido dificulta el tratamiento y la recuperación.
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La ruta del cáncer
Cada año, unas 10.000 personas en Costa Rica reciben la noticia de que tienen cáncer. La ruta en el sistema público para recibir un diagnóstico comienza igual para todos. Con la primera sospecha, la persona debe acudir a su Ebáis, y esperar por una cita médica para que la refieran a un especialista en su clínica local.
“Esa espera por especialista puede tomar seis meses o más. Por eso, muchos toman de la atención privada, pero no todos pueden pagarla”, destacó.
Luego, dependiendo del examen, debe esperar otro tiempo (normalmente días, pero podrían ser semanas) por su resultado y diagnóstico. Si este es positivo se le referirá a un hospital.
Núñez describió a esta ruta como una maraña de hojas, de ventanillas de atención, de referencias, de citas...
Esta es la ruta en todas las áreas de salud del país. Mientras tanto, el cáncer seguirá avanzando. “Ese intervalo implica vida”, resumió Guzmán.
“La gente debe afrontarlo con recursos propios: más o menos el 80% de las detecciones llegan con gastos de bolsillos, de lo contrario no hay ruta rápida”, añadió.
Esto aumenta las inequidades, pero también la competencia en el mercado privado. Muchas veces la opción más barata no ofrece la mejor calidad.
Otro problema es que la puerta de entrada se da en los Ebáis, muchos de los cuales tienen una capacidad resolutiva a la que definió como “pequeña”. Además, señaló que no todos los funcionarios están debidamente capacitados para referir estos casos.
“Como médico en Upala muchas veces no sé cómo referir a un paciente al hospital. No hay una ruta clara de diagnóstico. Tampoco hay una sola especialidad que abarque todo para hacer el diagnóstico”, destacó.
A esto se le une otro obstáculo: la fuga de especialistas del sistema público hace que haya más espera por un examen o por su interpretación.
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Otro error: confundir para qué es el examen

Guzmán destacó otro problema de la ruta: la falta de comprensión de algunos profesionales de que un mismo examen puede tener dos fines muy diferentes.
Uno de los fines es el tamizaje, los exámenes rutinarios que las personas deben hacerse para descartar un tumor antes de que este dé señales.
Ejemplos de esto son las mamografías para las mujeres a partir de los 40 años, o las colonoscopias y gastroscopias después de los 50 o el tacto rectal y antígeno prostático en los hombres. En este caso, hay normas establecidas en políticas públicas.
El otro fin son los exámenes que deben hacerse cuanto antes en quienes ya tienen síntomas. Y no pueden regirse por esas reglas porque se transforman en urgentes.
“El problema es con la gente que ya necesita una atención rápida: la mujer que ya se tocó una masa en su mama, el fumador que está con mucha tos y se siente enfermo. En este caso, no hay una ruta establecida”, destacó.
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Propuestas para una ruta más directa y rápida
Pese a lo desesperante que pueda ser la situación, Guzmán se muestra esperanzado en posibles soluciones. El conversatorio en la UCR dio un paso para generar mesas de trabajo sobre los tumores con mayor incidencia en las que haya una vía de acceso más rápida.
“La atención temprana no solo significa vida, también es ahorro para el sistema de salud. Es un ganar-ganar”, destacó el oncólogo.
La idea es emular el trabajo de lugares en Europa y que puede apoyarse en las redes de salud actuales. En cada área de salud ya hay un médico familiar que podría fungir como un “enlace de cáncer”. Esa figura enrutaría a los pacientes que tienen sospechas.
En España, por ejemplo, si el médico de un centro equivalente al Ebáis encuentra algo sospechoso en un paciente, se comunica directamente con su enlace de cáncer. Esta persona tiene 24 horas para atender o valorar el caso y darle la ruta al paciente sobre su diagnóstico.
En dos semanas, al paciente se le realizarían los exámenes necesarios para el diagnóstico. Y, según el resultado, quedaría referido al hospital.
Rigoberto Monestel Umaña, oncólogo del Proyecto de Fortalecimiento de la Atención Integral del Cáncer de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), señaló en la actividad de la UCR que hay varios trabajos para mejorar el diagnóstico en los tumores más comunes.
Citó como ejemplo las clínicas de mama.Ya hay 61 en diferentes partes del país y para las zonas más alejadas ya se tienen dos unidades móviles que viajan donde sea necesario. Estas funcionan en conjunto con empresas privadas.
Además, en ocho áreas de salud se tienen programas de detección de sangre oculta en heces para el diagnóstico de cáncer colorrectal.
“Tenemos que mejorar el diagnóstico y generar clínicas localizadas y especializadas según padecimiento. Dejar para el tercer nivel los casos más calificados que no pueden resolverse en clínicas especializadas”, dijo Monestel.
El especialista también indicó que es necesario mejorar la capacitación del personal para una mejor referencia y guía para el paciente. Sin embargo, reconoció que el recurso humano es el principal problema.
“Desgraciadamente, es personal que rota mucho; el personal capacitado se va a otras zonas”, se lamentó. No obstante, se tienen programadas capacitaciones más constantes.
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