A sus 23 años, Keilyn Alfaro López está muy familiarizada con la palabra “cáncer”. La primera vez que la escuchó tenía 15 años, desde entonces la ha vuelto a escuchar dos veces, una a los 18, con un cáncer completamente nuevo, y a los 21, con una metástasis.
La historia de Gabriel Sancho Zúñiga, también de 23 años, es muy diferente. Él no tuvo la menor molestia, pero hace un año le diagnosticaron un cáncer poco frecuente en el mediastino, un tejido que divide ambos pulmones.
Ambos quisieron compartir su historia para visibilizar que esta enfermedad sí puede vivirse en estas edades, pero además, que el diagnóstico no tiene por qué definirlos, que no todo cáncer es igual y que los sueños no mueren con él.
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Lo primero que le dijeron en diferentes centros de salud cuando llegó a atender sus dolores de espalda, que eran incontrolables, fue “usted no puede tener nada porque tiene 15 años y no va a tener algo en la columna".
A través de exámenes privados se le detectó un tumor que abarcaba el 90% del canal medular. Eso le abrió las puertas de la Seguridad Social. Ocurrió en 2017.
“Por ser en el sistema nervioso central, me dijeron que la quimioterapia no tenía el mismo impacto. Entonces pasé por radioterapia. Al tiempo sacaron la mayor parte del tumor y el resto me lo irradiaron”, recordó la joven, vecina de Santa Bárbara de Heredia.
Meses después empezó a sentir muchos dolores de cabeza de alta intensidad, el cual resultó ser un daño a nivel nervioso, producto de la radioterapia.
Tres años después, en febrero de 2020, se le paralizó la mitad de la cara. Eso la asustó, porque los doctores le habían advertido que si hacían metástasis probablemente sería en otro punto del sistema nervioso central.
Se le hizo un tac, que no mostró alteraciones, pero menos de un mes después llegó la pandemia por lo que no se le ordenaron más exámenes. En setiembre, al llegar a su cita de control, le dijeron que en la revisión de febrero se había visto un tumor y no se lo habían notificado.
Este tumor tuvo una particularidad: era un cáncer completamente nuevo e independiente del anterior.
“Entré en el shock de ‘ya lo viví una vez, ¿por qué tengo que volver a vivirlo?’, pero los procesos de cáncer son así, hay un gran número de personas con recaídas“, expresó la estudiante de Ingeniería en Seguridad Laboral e Higiene Ambiental.
La resonancia magnética mostró que el tumor había crecido desde febrero y tenía una metástasis al lado.
Pasó por cirugía, luego de la cual le dijeron que lo que quedaba era “solo un cadáver de tumor”.
En febrero del año pasado, a sus 21 años, le notificaron que lo que se creía un “cadáver de tumor" no lo era y más bien el cáncer del cerebro estaba creciendo otra vez.
Fue sometida a otra radiocirugía, que tuvo éxito. Desde entonces, sigue en control. Ella aclara que es necesario tener claro que el cáncer es solo una palabra, pero que la vida sigue después del diagnóstico.
“Si ven, tengo el pelo largo. Uno lo primero que piensa es ‘se me va a caer el pelo’, pero el cáncer es todo un mundo y hay muchas personas que no reciben quimioterapia. A mí nunca se me cayó el pelo. Hasta en eso hay que erradicar mitos y estereotipos”, enfatizó.
Ella asegura que no cambia haber tenido cáncer tres veces, pues ha aprendido mucho y porque puede usar su testimonio para hacer conciencia. Esto lo hace en todo nivel: a otros pacientes, a sus familiares, y a sus compañeros en el Instituto Tecnológico de Costa Rica (Tec).
“Tengo mis cuidados, mis limitaciones, pero terminé el colegio, aprendí a manejar, estoy en la Universidad sacando mi carrera, he tenido la oportunidad de hacer pasantías. No es lo mismo salir de fiesta eso sí, pero igual salgo de fiesta. Hasta tengo anécdotas de que se viene la sangre por la nariz en media fiesta, es parte de mi proceso, pero se limpia y se sigue", recalcó.
‘Soy prueba de que el cáncer también lo viven los jóvenes'
La historia de Gabriel Sancho es completamente distinta, reflejo de la variedad y múltiples formas del cáncer, un término sombrilla que engloba más de 100 enfermedades.
Su tumor comenzó de forma silenciosa, y cuando consultó ya se sentía mal, con dolor, tos recurrente y problemas para respirar. Luego de unos exámenes le dijeron que sus probabilidades de cáncer eran altas.
Su enfermedad es muy poco frecuente. Por año se diagnostican entre ocho y diez casos en Costa Rica. La ventaja es que su agresividad y letalidad son bajas.
“Me cuesta mucho respirar, me afecta la voz, dependiendo de la comida, me puede resultar pesada. Esos son mis principales síntomas”, expresó.
El tratamiento que recibió este vecino de Guadalupe, Goicoechea, fue muy diferente al de Keilyn. Él sí pasó por 40 sesiones de quimioterapia y por una cirugía para remover el tumor.
Uno de los mayores cambios es que no puede volver al gimnasio todavía, actividad que le encantaba antes del diagnóstico.
“Como mi tumor está muy pegado al pulmón, hay más dificultad al momento de respirar y llevar una rutina de ejercicio diaria”, destacó.
En este momento, como su cirugía está muy reciente, está incapacitado.
“Yo trabajo en servicio al cliente y estoy todo el día de pie, hablando con gente, y no me da el aire. La primera vez me incapacitaron desde julio hasta noviembre para la quimioterapia, y luego desde febrero hasta la fecha", afirmó.
Al momento del diagnóstico estaba estudiando Mecánica, pero puso en pausa su carrera porque se le dificultaban los cursos prácticos.
Por ahora, considera que sus días son “aburridos”, porque pasa mucho tiempo en casa, no puede salir mucho, no puede manejar ni hacer sus actividades. Pero sabe que esto pasará.
“Quiero recuperarme bien. Yo no quiero arriesgarme a volver antes de tiempo al trabajo y a la U y luego volver al hospital”, enfatizó.
Acompañar a otros jóvenes con cáncer
Keilyn y Gabriel aseguraron que el apoyo de otros jóvenes es vital para transitar este camino. Ella llegó a Proyecto Daniel, una organización para adolescentes y jóvenes con cáncer en 2017, él en 2023. Ahí escuchan de otras personas que viven lo mismo, pero también guían a quienes van recibiendo diagnósticos.
“A mí me gusta hablar, decir que sí, hay recaídas, y que hay nuevos diagnósticos y decir que esto es parte del cáncer, que no es bonito, pero sí es la realidad. Lo bueno es que si se está en control es más fácil superarlo“, destacó la joven.
Para ambos, es muy importante hacer conciencia sobre las formas de detección temprana . Por ejemplo, exámenes de sangre, pero también, acudir al médico cuando no se sienten bien.
“A veces uno dice ‘¿para qué me hago exámenes si soy tan joven?‘, pero son importantes. A veces cuando uno se siente mal también se deja y se deja y no va al doctor porque cree que se pasa solo, pero retrasar puede hacer todo peor", subrayó el joven.
Para ella, también es importante ser claro con los profesionales de la salud.
“No normalizar el dolor. Algunos doctores no van a creer que uno tan joven puede tener eso. Pero no puede aguantarse el dolor o cosas que no son normales para el cuerpo de uno. Insistan”, recomendó Keilyn.