Los monos carablanca o capuchinos de Costa Rica ya estarían enfrentando los efectos del cambio climático, especialmente en su sistema de defensas. Los monos jóvenes, los menores de siete años, serían los más afectados.
Esta es una de las conclusiones de un estudio desarrollado con esta especie (Cebus imitator) en la Reserva Forestal Taboga, en Guanacaste. Los resultados fueron publicados en la revista Science Advances.
“El cambio climático ya está ocurriendo. Va a tener efectos en todos los que viven en la Tierra de maneras que quizás no esperes“, aseguró Jordan Lucore, una de las investigadoras.
Lucore es estudiante del doctorado en Antropología de la Universidad de Michigan y junto con la Universidad de Emory, ambas en Estados Unidos, lideran el Proyecto de Investigación Capuchinos de Taboga, en el cual también participan cuatro científicos costarricenses.
Desde 2017, este proyecto de investigación estudia la cognición, la endocrinología y el comportamiento de estos primates, así como la interacción con su entorno. En este caso, con el cambio climático.
Conocer a la especie: ¿cómo son los monos carablanca?
Antes de ver cómo el cambio climático afecta el sistema de defensas de esta especie, es importante conocerla y saber cómo es su modo de vida. Juan Carlos Ordóñez Jiménez, uno de los científicos costarricenses que trabaja en el proyecto, dijo a La Nación que Costa Rica es uno de los países con mayor presencia de Cebus imitator, que se pueden observar desde zonas bajas, a nivel de mar hasta montañas altas cercanas al Chirripó.
“Se ven en manglares, playas, bosques primarios y secundarios. Hay presencia tanto en el Caribe como en el Pacífico. En Guanacaste es donde hay una población importante y uno de los lugares donde más se ha estudiado”, señaló el investigador, quien lleva 23 años estudiando esta especie.
Lucore coincidió: “Se considera que los capuchinos son una especie generalista porque viven en muchos lugares diferentes con distintos climas y ecologías diversas. Son ‘generalistas exitosos’”.
Ordóñez define a los carablancas como “una especie muy social”, pues se conocen muy, bien. “Así como vos conocés a tus parientes, ellos se conocen muy bien y se protegen”, ejemplificó.
La estructura social es compleja, hay machos y hembras alfa que lideran diferentes grupos y todos tienen roles definidos. El ambiente social es de mucha colaboración. Por ejemplo, los monos jóvenes cargan a sus hermanos menores mientras la mamá busca alimento.
Las hembras tienen grupos sólidos de amigas. Ordóñez afirmó que las agrupaciones permanecen en el tiempo: “Si vos hoy ves a un grupo de hembras y volvés en cinco años al mismo lugar, probablemente veás al mismo grupo de mujeres, son muy estables”, afirmó.
Los sistemas de comunicación son complejos y eficaces. Ellos aprenden de su entorno, de amigos, de familiares y esa información es transmitida de generación en generación.
La esperanza de vida varía entre los 35 y los 55 años y viven con una alimentación variada: frutas que toman de los árboles, insectos, hojas y huevos de algunas aves.
¿Cómo influye el cambio climático en los monos capuchinos?
Los investigadores partieron de un supuesto: los mamíferos son endotermos, es decir, animales que pueden regular su propia temperatura corporal. La esperanza entonces era que pudieran protegerse contra las fluctuaciones de temperatura, ya que tienen la habilidad para mantener una temperatura corporal constante.
“No puedo creer que estemos viendo esta afectación en capuchinos. Son bastante resilientes”, subrayó Lucore en un comunicado.
Ordóñez dijo a La Nación que esto es particularmente importante, porque un cambio paulatino en las temperaturas hace más fácil la adaptación, pero cuando hay eventos drásticos y rápidos pueden dificultarla. Lo que para los humanos puede parecer paulatino puede no ser así para otras especies.
Según el artículo en Science Advances, los científicos exploraron el sistema inmunitario porque la forma de ejecución de las defensas es sensible a los cambios en las temperaturas. Esto también puede afectar el éxito reproductivo. Estas características hacían del sistema inmune una “avenida ideal para estudiar los efectos del cambio climático”.
El sistema inmunitario se divide en dos: el innato y el adaptativo. El innato es la primera respuesta ante los patógenos, el que responde rápido para tratar de destruir cualquier invasor y actúa apenas el cuerpo detecta una amenaza. El adaptativo es más específico: células especializadas atacan de forma diferenciada a cada invasor.
El estudio se enfocó en el sistema innato porque se desarrolla desde el inicio de la vida y actúa en lo que se desarrolla la respuesta adaptativa.
“La competencia de la inmunidad adaptativa tiene implicaciones durante el resto de la vida”, cita el estudio.
Se estudió una sustancia denominada neopterina. Esta, señaló Lucone, es una excelente forma de medir el sistema innato porque refleja la activación de células inmunitarias no especializadas.
Los investigadores encontraron que cuando los monos experimentaban aproximadamente dos semanas de temperaturas más cálidas, que superaban los 30 ºC, el rendimiento de su sistema inmunológico innato disminuye.
“Lo estamos viendo a temperaturas mucho más bajas de lo esperado; 30 °C no es tan caliente”, puntualizó Lucone.
Ordóñez aseguró que estos cambios de temperaturas se ven principalmente en la época seca, en sitios donde hay menor cobertura boscosa en algunas zonas, y por ende una mayor presión térmica.
Los científicos observaron que los monos más jóvenes, menores de siete años, experimentaban un impacto más fuerte en el rendimiento de sus defensas.
“Los sistemas inmunológicos de los monos jóvenes pueden verse particularmente afectados por la temperatura en comparación con el resto de los grupos de edad. Esto es especialmente importante para los posibles resultados de salud y aptitud. Cuando eres joven, dependes de tu sistema inmunológico innato. Tu sistema inmunológico adaptativo aún no se ha desarrollado”, explicó Lucone.
Según Ordóñez, los primeros siete años de vida son cruciales para el sistema inmunitario y adaptación del entorno.
¿Cómo se hizo este estudio en los monos carablancas?
La investigación tomó en cuenta 54 monos carablanca con edades entre 1 y 36 años.
El estudio exploró diferentes situaciones de la vida de los monos y cada investigador tenía su rol particular. Ordóñez, por ejemplo, es uno de los encargados de conocer la población de monos estudiada. Los monos se estudian en su conjunto, pero también de forma individual, por lo que conocer a cada uno de ellos es vital.
En la investigación no solo se veían características físicas, también de comportamiento. Se les observaba entre las 5 a. m. y las 5 p. m. todos los días.
Estudiar el sistema inmunológico puede ser invasivo, ya que la mayoría de los biomarcadores generalmente se encuentran en el suero sanguíneo, pero tomar muestras de sangre requiere un método invasivo que puede reñir con su vida libre en la reserva.
Por eso se escogió la neopterina, pues se puede medir en la orina. Sin embargo, la recolección tampoco era tan fácil. La orina que cae al suelo o sobre otras hojas no se puede usar porque puede estar contaminada, señaló la Universidad de Michigan en un comunicado.
Sin embargo, se encontró una forma de tomar muestras sin acercarse demasiado e invadir la vida de los carablancas. Los investigadores siguieron a los monos, que de por sí están acostumbrados a la presencia humana, hasta que orinaron. Luego recolectaron la orina usando una canasta envuelta en plástico unida a un palo.
Ordóñez y sus compañeros de labor pueden identificar a cada mono individualmente, por lo que sabían a quién pertenecía cada muestra de orina.
Se tomaron 670 muestras a lo largo de dos años. También se tomaba nota de las temperaturas y de la condición del viento cada 15 minutos, lo que permitía conocer las características ambientales en las que se tomó cada muestra.
¿Qué pasará a futuro?
Tanto Lucone como Ordóñez hacen énfasis en que estos resultados son preliminares y se requieren estudios a largo plazo para determinar mejor el impacto. Por ello, la investigación continúa.
Se requiere monitorear múltiples generaciones para concluir si el rendimiento inmunológico disminuido de los monos empeora su salud o deja resultados reproductivos desfavorables.
“¿Qué pasará con las generaciones futuras? Si estos organismos jóvenes no lograran adaptarse, ¿vamos a estar teniendo individuos reproductores más viejos?, ¿qué pasa si estos genes de adaptación no se trasladan a las futuras generaciones? Para eso se necesita más monitoreo e investigación", destacó.
Aunque estos resultados a corto plazo son más desmotivadores que los esperados en un inicio, la adaptación bien podría ocurrir más tarde.
“Esto no quiere decir que la especie vaya a desaparecer, pero es una señal de alerta que nos dice que ya hay afectación. Hay que seguir monitoreando para ver qué pasa después”, concluyó Ordóñez.