Las celebraciones del famoso carnaval de Río de Janeiro están liberándose de las cámaras y de los confines del "sambódromo" para volver a las calles, donde nació.
Tras años de quejas de los cariocas de que el principal carnaval se había convertido en un espectáculo para la televisión, Río de Janeiro duplicó el número de sus desfiles, en los que todo el mundo puede mezclarse al sensual ritmo de la samba sin pagar entrada.
La campaña fue encabezada por los habitantes de Río y los puristas del carnaval.
El baile continuó hasta la madrugada del sábado anterior en las colinas de Santa Teresa, donde la popular escuela de Samba Bloco das Carmelitas tocaba alegremente ritmos afrobrasileños.
"Aquí, se trata de algo más que en el sambódromo", dijo el percusionista Ghilherme Krueger. "De aquí viene la samba. Viene de la comunidad, de las calles", agregó.
La mayoría de los habitantes locales se dirige a la playa durante el período del carnaval y dejan Río en manos de los turistas.
Desde 1984, las mejores escuelas de samba de Río han competido en el estadio, en desfiles programados que duran desde el crepúsculo hasta el amanecer, transmitidos en vivo por televisión a todos los rincones del país.
Sin embargo, los residentes locales afirman que la práctica desafía el espíritu del festival previo a la cuaresma, que solía dar a las masas la oportunidad de olvidar sus problemas y desfilar desenfadadamente por el centro de la ciudad sin aferrarse a un horario o gastar una pequeña fortuna.
El alcalde de Río de Janeiro, Luiz Paulo Conde, hizo de la revitalización de la fiesta callejera su principal meta para las festividades de 1999.