Si tomamos en cuenta los husos horarios y la cantidad de tiempo que dura la noche en cada punto del mundo, Santa Claus tiene 31 horas para llegar a cerca de 700 millones de hogares con “niños buenos” que creen en él, dejar los regalos e irse sin ser visto.
¿Cómo es esto posible? Katy Sheen, una física que trabaja en el Departamento de Geografía de la Universidad de Exeter, en Reino Unido, se hizo esa pregunta con base en las horas de oscuridad de cada región del mundo.
Ella encontró la respuesta en la teoría de la relatividad. A la velocidad a la que necesita viajar para cumplir con su tarea, Papá Noel se encoge o se hace mucho más delgado en la dirección hacia la cual viaja. Esto le permite bajar por la chimenea (o en su defecto entrar por la hendija de una ventana entreabierta), dejar los regalos e irse sin ser visto o escuchado.
Eso sí, debe hacerlo con mucho cuidado, no dejar de moverse ni por un microsegundo, ya que volvería a crecer a su tamaño original.
Hay otra teoría que también lo explica y se llama el efecto Doppler. La científica calculó que para cumplir con su misión Papá Noel debería viajar a cerca de 10 millones de kilómetros por hora. Esto es unas 200.000 veces más rápido que lo marcado por Usain Bolt, como el hombre más rápido. A esa velocidad, los renos tampoco serían detectados porque ya rompieron la barrera del sonido.
Semejante velocidad lo haría primero cambiarse a tener un color rojo, luego verde, y a mayores velocidades (necesarias ante un eventual atraso) desaparecería, esto haría que los niños no lo reconocieran cuando va pasando ni tampoco oyeran su voz.
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¿Basta con un traje de invierno?
En las diferentes representaciones, este personaje navideño es visto con trajes de invierno de capas gruesas que lo protegen del frío del Polo Norte y de las noches en su viaje. Pero si consideramos la velocidad a la que viaja y le añadimos que tal vez alguna chimenea tenga rastros de fuego o de leña caliente, ¿no necesitaría mejor un traje antillamas o que al menos retardara su dispersión?
La Asociación Estadounidense de Química también buscó entender esto. Y determinó que sí, esta podría ser una muy buena idea para regalarle a quien nos regaló cuando niños, porque sí ayudaría a que, en caso de quemarse, las llamas no le causaran mayores daños a su piel... pero tiene su costo.
Para cumplir con su función, la mayoría de los componentes de estos trajes, según la Asociación, tienen compuestos químicos llamados organohalógenos u organohalogenados. Estos pueden ser dañinos para el medioambiente y para la salud de las personas.
¿Eterna ‘vejentud’?
Las ilustraciones y películas pintan a San Nicolás como un adulto mayor bonachón... pero no muere ni envejece más allá. Lleva décadas con la misma edad o al menos aparentando la misma.
Katy Sheen tenía esa curiosidad cuando era niña, mucho antes de convertirse en física. De hecho, contó que a sus siete años le escribió una carta a Santa para preguntarle por qué no envejecía, ya que, según le contaban sus papás, él también les había dejado los regalos cuando niños. Recibió una carta de respuesta con una sola palabra “Magia”.
Años después, ya como profesional, se propuso saber de dónde venía esa “magia”. A sus 33 años encontró una explicación. Las mismas velocidades del trineo harían que el tiempo viaje más lento y se diera una especie de preservación similar a la de un viaje en el tiempo, por lo que siempre lo veríamos de la misma edad.
Una nariz roja
El trineo de Santa no se movería si no estuviera Rudolph para guiar con su nariz roja. ¿Pero cómo es esto posible?
Primero, recordemos el cuento y canción infantil. Este era un reno que tenía la nariz roja y todos los demás se burlaban de él, ni siquiera lo dejaban participar de sus juegos. Hasta que un día, en una Nochebuena con una niebla muy densa, la visibilidad era casi nula y San Nicolás no podría llevar a cabo su misión. Sin embargo, justo ahí fue donde comprobó el brillo de la nariz de Rudolph y desde entonces este reno (que tampoco ha envejecido con el paso de las décadas) lidera el trineo.
Un grupo de científicos en Noruega y Holanda se dieron a la tarea de investigarlo y concluyeron que, probablemente, el reno Rodolfo tenía una mayor cantidad de vasos capilares en la nariz, lo que hacía que se acumularan glóbulos rojos y esto provocaba un color rojizo.
Esto se llama microcirculación nasal y es vital para controlar el oxígeno y evitar la inflamación de distintas partes del cuerpo. Además, este color es una forma de reacción de su cuerpo, adaptándose a hacer todo el trabajo físico que implica jalar un trineo lleno de sacos repletos de juguetes en temperaturas muy frías.
Nathaniel Dominy, investigador de la Universidad de Darmouth (Estados Unidos), en una investigación posterior, determinó que tal vez esto podría ser un problema.
Las narices de los renos tienen muchos vasos vasculares, lo que ocasiona que ellos pierdan mucho calor corporal. Una nariz roja “trabajaría más” y el riesgo de hipotermia sería mayor para Rudolph, y su grueso pelaje no podría protegerlo por completo.
“Es importante que Rudolph se mantenga bien alimentado. No dudo que Santa le tenga una buena reserva de comida de altas calorías en su trineo para que pueda realizar su misión”, comentó Dominy en un comunicado de prensa.
La ciencia aplicada a la Navidad
Estos trabajos han sido publicados en diferentes momentos como parte de la edición navideña de la revista British Medical Journal , que todos los años dedica su edición a estudios de divulgación científica relacionados con temas que la cultura popular relaciona con la época.
Aunque estos reportes no son considerados precisamente ciencia de primer nivel, sí deben pasar por todo el sistema de revisiones por pares que lleva cualquier otra publicación científica. Además, son curiosidades que llaman la atención de muchas personas.