Entre penurias, trata de reconstruir
LA NACION EN HONDURAS
Jorge Solorzano
Enviado especial
Tegucigalpa. Con el lodo hasta la cintura, la cara sucia y el sudor corriendo a chorros, la mayoría de los hondureños afectados por Mitch han hecho de la pala su principal herramienta, y el símbolo de la lucha que les queda por delante.
Con más de 6.000 muertos, el 70 por ciento de las carreteras afectadas e inmensurables pérdidas en el sector agrícola, Honduras es hoy la nación más castigada.
Aquí se desató con furia una destrucción no vista en al menos 100 años. "No hay un solo metro cuadrado del país que no haya sido golpeado", comentó José Armijo, peón que, pala en mano, trataba de limpiar de arena el frente de su vivienda.
Pero la ciudadanía, lejos de amilanarse se ha entregado al trabajo con la meta de levantarse de nuevo, repitiendo en las calles un aguerrido adagio: "de rodillas, pero no vencidos".
Hace siete días, el país entero despertó a la pesadilla: más de 20.000 casas destruidas, miles de muertos y desaparecidos.
Hoy, las vías de comunicación han sido habilitadas. Se han hecho pasos provisionales hacia San Pedro Sula y La Ceiba (las zonas más afectadas y por donde ingresa la carga marítima). Ya el transporte aéreo a San Pedro de Sula es posible y, desde el viernes en la tarde, los furgones con combustible y alimento, que aguardaron por días en las derruidas carreteras, pudieron entrar a la capital.
El ministro de Agricultura, Pedro Arturo Sevilla, asegura que comenzarán con la siembra de la "postrera" (como se le llama a los cultivos cosechados después de la principal temporada de siembra), que este año deberá ser más intensa que otras veces.
Mitch destruyó los sembradíos de granos básicos, así como de los principales productos de exportación (café y banano), pese a lo cual, Sevilla asegura no habrá carestía en el país.
Duro reto
La tarea por delante es "titánica". Así lo dijo en cadena de televisión el presidente de Honduras, Carlos Flores, por lo cual instó a toda la población a colaborar en la lucha.
Y el pedido de ayuda se volvió también en exigencia incluso para los mismos damnificados por el huracán, a los que ayer se les exigía al menos colaborar en los albergues donde han sido ubicados, con el fin de mantener la higiene y evitar las enfermedades.
"Aquí el que no trabaja no come, no vamos a ayudar a haraganes", sentenció una voluntaria de la Cruz Roja -que pidió no ser identificada-, en un albergue en la iglesia de San Francisco, en barrio la Olla.
Afortunadamente, la ayuda internacional ha comenzado a llegar. Desde el domingo, el Gobierno de México volcó sus recursos hacia esta nación centroamericana.
El viernes en la tarde, el Banco Interamericano de Desarrollo aprobó un préstamo por $160 millones, a 40 años plazo (con 10 años de gracia) y el interés de uno por ciento anual, para infraestructura.
No obstante, las necesidades no se terminan. Al menos en Tegucigalpa todavía queda por resolver el problema de agua para el 90 por ciento de la ciudad, que quedó desabastecida por rupturas en los tubos madre. Por lo pronto, el Gobierno se ha organizado para repartir agua en camiones cisternas.
Y para los que perdieron sus viviendas, las autoridades evaluaban ayer la creación de un bono con el fin de financiar la construcción de al menos 40.000 casas.
Para Honduras, la tragedia ya pasó, ahora viene lo más difícil: la reconstrucción.