“Vieras los fiestones que hacíamos aquí. Solo estábamos mi esposo y yo, esto era pura montaña”, rememora con impresionante lucidez doña Alicia Zúñiga López, a sus 93 años.
Una caída en el hospital México, mientras permanecía internada por una operación, la dejó sin poder caminar, pero eso no frenó su buen ánimo.
“Calcule que yo llegué a Brasilito cuando tenía 22 años, como que conozco alguito de gente, aquí tuve a mis siete hijos. Unos se quedaron aquí, otros están más lejos”.
Cuando en esa playa, hasta las historias de terror causaban escalofrío por la soledad, doña Alicia compró la propiedad que dio vida a ese lugar en la cuantiosa suma de ¢12.
“Estaba caro, ¿no cree?”, dice entre risas.
A propósito de la nueva Ley de la zona marítimo terrestre , recuerda como, en aquellos tiempos, los permisos se daban “de boca”.
“Recuerdo clarito que el ejecutivo municipal nos dijo a mi esposo y a mí: ‘En este terreno pueden construir de la calle para adentro todo lo que quieran, hasta el mar si quieren; pero hacia la calle ni un dedo’. Y vea, ahora que todo es al revés”, dijo la anciana.
Luego de hacer la “millonaria inversión”, construyeron unas cabinas donde venían los turistas nacionales a pasear.
“Como todo eran puros trillos, los que ya eran clientes nos avisaban y dependiendo de cuántos eran, mandábamos caballos o carretas por ellos”.