Morote, Punta Vanegas, Coyolito y Vistalmar son nombres de escuelas que ya no abrieron sus puertas en el curso lectivo 2024, porque prácticamente no había niños para recibir. Son centros adscritos a las direcciones regionales del Ministerio de Educación Pública (MEP) de Nicoya, Coto, Cañas y Santa Cruz, respectivamente.
Pero esos centros no fueron los únicos. El año pasado, el MEP cerró 10 centros educativos, con lo que llegó a 150 en los últimos 12 años, informó el viceministro de Planificación de esa cartera, Leonardo Sánchez.
“Ya es una constante, un patrón. En promedio, se cierran 10 centros por año. Los que se han visto sin demanda son centros pequeños, unidocentes, que tenían cuatro o cinco estudiantes quienes, al graduarse, ya no se lograron reemplazar”, afirmó.
La situación, dijo, no es de extrañar, pues cerca de una tercera parte de los centros educativos públicos son unidocentes y esos, en la mitad de los casos, tienen menos de 10 estudiantes, por lo que son los primeros en cerrarse. Sánchez pronostica que esta tendencia se va a mantener.
Como lo dice su nombre, las unidocentes son centros con un único educador, en el cual se imparten primero y segundo ciclos de la Educación General Básica (EGB). Por lo general, se ubican en zonas rurales, donde la población estudiantil es escasa. Tienen menos de 30 alumnos y, en algunos casos, solo uno.
De acuerdo con el funcionario, el fenómeno demográfico y la baja natalidad que enfrenta Costa Rica son los factores que obligan al MEP a clausurar instituciones educativas. Antes de tomar la decisión, aseguró, se realiza un largo proceso de análisis para no correr el riesgo de cerrar una escuela y que, en algún momento, vuelva a tener demanda.
En este momento, el MEP también impulsa la creación de megacentros, en los cuales fusionaría instituciones pequeñas con otras grandes, para así aumentar los servicios que ofrecen. Los cantones de Upala, Alajuela y Limón tendrían los primeros, previstos para abrir entre los años 2025 y 2026.
Una oportunidad
El tema de la caída en la natalidad y la baja fecundidad, cuya consecuencia se ve en aulas con cada vez menos niños, no puede ser considerada una razón para reducir el presupuesto en educación.
Así lo ha manifestado Isabel Román, coordinadora del Estado de la Educación, para quien pensar que, por haber menos niños deben dedicarse menos recursos a este sector, es un razonamiento “básico, insuficiente y falto de miras”.
“Se equivocan en eso porque no están tomando en cuenta la complejidad de los desafíos que tenemos. Hacer eso es como si tuviéramos un sistema educativo perfecto, como si estuviéramos en Finlandia”, aseveró en una entrevista con La Nación, meses atrás.
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En el mismo sentido se pronunció recientemente el demógrafo Luis Rosero Bixby, al referirse a la caída en la población en edad estudiantil, de 6 a 17 años, la cual, dijo, podría ser “estrepitosa” en 50 años.
Actualmente, hay 900.000 menores en ese rango, pero de mantenerse una tasa de fecundidad de 1,3 hijos por mujer, podría reducirse a 300.000 en cinco décadas.
“Quizás algunos vean esto como algo catastrófico, pero también es una oportunidad de oro para mejorar la educación. El problema es que no parece haber planificación; hasta el momento hemos perdido la oportunidad. Algunos dirán que podría también verse como motivo para recortar el presupuesto al haber menos estudiantes, pero sería un error muy grave”, coincidió.