EscucharCuando Alessandro Brenes nació, solo tenía 34 semanas de gestación. Él y Fabricio, su hermano gemelo, compartieron un embarazo de alto riesgo. La condición: una gestación gemelar monocorial monoamniótico, en palabras sencillas, son gemelos idénticos y alimentados con una sola placenta.
“Les vengo a contar las dos historias de dos hermanos que quisieron adelantarse a conocer a sus papás y hermanas”, dijo al presentarse ante el público la mañana de este 18 de mayo en el TEDx Pura Vida Niñez, que se llevó a cabo en el Museo de los Niños.
Poco antes de cumplir su primer año de vida, los especialistas vieron que tanto él como su hermano no tenían un desarrollo motor según su edad. Fueron referidos al Hospital Nacional de Niños (HNN). Allí los diagnosticaron a ambos con Parálisis Cerebral Infantil (de un tipo específico llamado diplejía espástica, que afecta la movilidad de las extremidades superiores e inferiores y le impide caminar con normalidad). A los 2 años pudo caminar por primera vez.
“Tuvimos que viajar a España para regular esa parálisis en nuestras piernas y poder caminar. Sigo caminando como si no hubiera un mañana”, indicó en su charla “La normalidad de ser igual”.
Un sillón lo esperaba para que, cómodamente sentado, pudiera hablar ante miles de personas, e inspirarlas sobre cómo lograr la inclusión de personas con diferentes niveles de discapacidad. Sin intentarlo, él se convirtió en un maestro de la inclusión para quienes estaban allí.
Brenes no solo tiene parálisis. A los cinco años, sus padres comenzaron a notar que él aplaudía sin razón y Fabricio tendía a golpearse con cosas. Revisiones con especialistas los llevaron a un diagnóstico con autismo tipo 2, un grado intermedio de severidad, también conocido como autismo moderado.
Hoy, a sus 10 años, sí tiene adecuaciones motoras en la escuela, pero está a nivel de los demás compañeros y sus calificaciones lo demuestran.
“El autismo casi no nos afecta, y somos como cualquier otra persona”, subrayó.
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Educar sobre la inclusión
Ingresar al kinder no fue problema para los hermanos, siempre encontraron cómo desarrollarse y no tuvieron problemas. Cuando llegó el momento de entrar a primer grado, ninguna escuela quería aceptarlos.
Pero la Escuela Miguel de Cervantes Saavedra les abrió las puertas, pero menos de dos meses después la pandemia arremetió y los envió a casa.
El año pasado, una pequeña escuela en Pérez Zeledón, llamada Lourdes, los recibió.
“Me sentía incluido y muy feliz. Me dolió cuando tuvimos que irnos”, subrayó.
Este camino le llevó a aprender que, con tres sencillos pasos, todos podemos incluir a otros niños como él o a quienes tienen otras discapacidades. Hizo una pausa y comenzó a contar con sus dedos: tratarlos bien, que se sientan incluidos y permitir a esas personas volverse nuestras amigas.
“Ahora que saben los pasos para una inclusión, me despido. Que Dios los bendiga y tengan un lindo día”, dijo al despedirse.
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