Los apuros económicos frustran las metas de alumnos de colegios nocturnos en su esfuerzo por concluir la secundaria.
De los 36.000 estudiantes que acuden a alguna de las 140 instituciones del MEP con horario nocturno, la mitad vive en condiciones de pobreza o en pobreza extrema.
Así lo reveló una encuesta realizada por la empresa Unimer en 2014.
Aparte de la congoja por no tener ni los pases del bus para ir al colegio, estos estudiantes también se enfrentan al miedo de ingresar a un aula tras muchos años de haber dejado el estudio e incluso a frecuentes burlas o actos de violencia por parte de compañeros.
Todos estos factores minan con mucha frecuencia la motivación de ir a clases en las noches.
Los nocturnos son los centros educativos con mayor deserción del país (25% por año) y los que obtienen las notas más bajas en las pruebas de bachillerato del Ministerio de Educación Pública (MEP).
Según la Dirección de Control de Calidad del MEP, el desempeño de estos centros alcanza apenas un promedio de 66, el cual empeora desde 2010.
“Estos alumnos reciben menos lecciones, topan con más limitaciones; casi el 70% de ellos trabaja y hasta debe mantener un hogar. Esos factores inciden en que haya un mayor nivel de deserción y más bajo rendimiento en este tipo de modalidad académica”, reconoció Marielos Alfaro, jefa del Departamento de Jóvenes y Adultos del MEP.
Pese a que la realidad entre colegios diurnos y nocturnos es diferente, los parámetros de evaluación son los mismos y eso afecta su rendimiento.
La ministra de Educación, Sonia Marta Mora, admitió que el mejoramiento de los colegios nocturnos debe pasar por un cambio en el currículo que se ajuste a las necesidades de estos estudiantes.
Deserción. Es estas instituciones es frecuente encontrar aulas que inician el curso lectivo con 40 estudiantes y en pocas semanas comienzan a verse los pupitres vacíos. La lista se reduce a 20 o 15 al finalizar el año.
“Hay gente que entra con muchas ganas y al rato se desmotiva por una mala nota o porque no tienen los pases del bus para venir al colegio.
”Todo eso afecta y aunque a veces hacemos banca para ayudarnos, hay muchos que nunca vuelven”,dijo Robert Tacsan, de 45 años y estudiante de noveno año del Centro Integrado de Educación para Jóvenes y Adultos (Cindea) Alberto Brenes, en barrio México, San José.
Los colegios nocturnos Alfredo González Flores (Heredia), el de Cartago y el Miguel Obregón Lizano (Alajuela) encabezan la lista de centros educativos con índices de abandono más altos.
El Proyecto Apoyo a la Educación Secundaria para la Reducción del Abandono Estudiantil (Proeduca) señala que el 54% de los adultos que abandonan las aulas de un colegio nocturno lo hacen debido a las burlas por parte de sus compañeros.
“La violencia es uno de los factores que expulsa a más de la mitad de los estudiantes de colegios nocturnos. Para el docente es más difícil el manejo de la disciplina en un ambiente donde la mayoría son adultos”, explicó Melissa Álvarez, de Proeduca.
La convivencia entre estudiantes de 17 años con alumnos de 40 y 50 años, también dificulta el proceso de aprendizaje para algunos y es cultivo de burlas, en otros, a la hora de compartir las dudas en el salón de clase.
“No sabía ni lo que era un examen, porque nunca fui a la escuela. Al inicio me temblaban las manos de miedo, pero mis hijos me apoyaron y ya casi termino la primaria. Aquí aprendí a escribir.
”Aunque haya barreras hay que luchar por terminar el bachillerato. Uno no es nadie sin el título”, afirmó Rosibel Molinares, de 39 años y alumna de sexto grado en el Cindea Alberto Brenes.
No todos, sin embargo, tienen la suerte de Molinares para vencer los temores y el cansancio de trabajar, sobrellevar un hogar e ir al colegio cuando cae la noche.