Enseñar en el siglo XXI es compartir conocimiento entre estudiantes y docentes, con apoyo de tecnología y sin esperar que el adulto resuelva todo dentro del salón de clase.
El asesor regional de Educación para América Latina del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Francisco Benavides, conversó con La Nación sobre los retos en la formación de los docentes y la ruta para cambiar las estrategias de enseñar en el aula.
¿Qué elementos deben priorizar las universidades en la formación de futuros docentes?
Primero, se debería comprobar que la persona tenga vocación, que le guste trabajar en la construcción de la personalidad de niños y jóvenes, y que esté comprometido.
”Lo segundo, es que los programas de formación docente sean equilibrados, entre el contenido técnico, pedagógico y que se discutan las nuevas forma en que los niños aprenden. Hay un tercer elemento, que es la práctica. Uno no aprende a ser buen cocinero sin ir a la cocina. Lo mismo ocurre con la docencia, uno no es en buen maestro si no tiene inducción al aula”.
¿Sobre qué puntos se puede evaluar si la estrategia de formación docente actual es útil o no?
Hay muchas formas de verificarlo, pero lo más importante es la coherencia entre lo que se le pida al docente y lo que se le enseñe en la universidad.
¿Hay un divorcio entre planes de estudio y lo que hacen los educadores en el aula?
Sí hay disparidades, unas más grandes que otras. Insisto en que debe haber una realimentación constante. Sería muy simplista decir que un plan de estudio es suficiente para que la formación sea la adecuada. Hay que evaluar la satisfacción del docente en su ambiente de trabajo y la realimentación que reciba para mejorar sus labores.
¿Se ha descuidado la calidad de vida del docente, su salud mental y el cumplimiento de sus necesidades básicas en el aula?
Es un fenómeno que ocurre en toda América Latina. Hay una pieza clave que se les olvida a la mayoría de los formadores de docentes y es la inducción al aula. Ahí es donde el profesional aprende la forma de relación con los estudiantes.
”La evidencia demuestra que para el docente el ambiente laboral es muy importante. Es importante que los gobiernos revisen cuáles son las condiciones, porque un buen ambiente de trabajo, se traduce en mejor aprendizaje para todos. Hay que trabajar en que las escuelas sean un lugar donde el docente y el estudiante quieran ir”.
¿Cómo influye la calidad de la infraestructura en la forma en que educa el docente?
La tarea del docente es una de las más complejas. La sociedad debería acercarse más al maestro y valorar su trabajo. Hay docentes que son héroes, tomando en cuenta las condiciones y la infraestructura en la que trabajan.
”Pero nada de esto viene a justificar que en circunstancias difíciles no se vaya a realizar el trabajo de buena manera. En algunas escuelas los niños y los adultos pierden el interés por su infraestructura, pero no podemos permitir, ni decir que hasta que se mejore todo, se va a hacer bien el trabajo”.
Sobre ese apoyo fundamental de la sociedad, ¿qué papel cumple la familia en en el respeto de la función del docente?
La familia es el principal actor que impacta en la formación de los niños. Lo que no haga la familia, no lo va a poder hacer la escuela, ni el docente.
”La familia tiene una función estructural fundamental de proveer a sus hijos de las mejores condiciones y ellos tienen también el deber de acompañar en la función docente. Hay quienes depositan a los hijos en una escuela y se olvidan de educarlos en casa”.
Ese trabajo conjunto entre docentes y familias, ¿qué tipo de impacto tiene en los niños, más allá de la formación conjunta?
Un ejemplo de impacto podría ser la explicación del número de desertores. Con una buena comunicación entre profesores y familias se podrían entender mejor las causas de abandono de las aulas.
”Es importante entender por qué el niño se va de la escuela. Eso solo se logra mediante una tarea conjunta. Si fue por problema de recursos, hay que buscar de qué manera se le garantiza ese recurso. Si es un problema de relevancia, hay que buscar la manera de reinsertarlo en el sistema. No se trata de dejarle la tarea solo al docente”.
¿Cómo cerrar las brechas de calidad de educación entre zonas rurales y urbanas?
En toda Latinoamérica tenemos la misma polaridad. En las zonas rurales, hay que apoyar que las escuelas funcionen de forma más articulada y con un mejor seguimiento del Estado.
”Hay que mejorar estructuras de apoyo a estas zonas para que tengan asesoría y dirección de gente con quien discutir. Mientras se mantengan las diferencias, hay una manera de exclusión hacia este sector. Sería un error construir aulas enormes o creer que con tecnología se va a solucionar todo”.
Se habla de la importancia de la tecnología como herramienta para enseñar, ¿es esa la ruta?
La tecnología por sí misma no mejora ni la enseñanza ni el aprendizaje. Se ha hecho mucho esfuerzo y se ha gastado mucho dinero en digitalizar al docente, pero como cualquier adulto, el docente irá adquiriendo habilidades digitales en la medida que estas le sean útiles para enseñar sus contenidos a los estudiantes.
”Es decir si un programa, o un teléfono le ayuda a preparar mejor su clase y le resuelve sus problemas, irá aprendiendo a incorporarlo al aula, pero no hay que pretender que el docente sepa todo”.
¿Es un cambio de paradigma en función de la era digital?
Lo importante es que hay que borrar el paradigma de que el docente debe saber igual o más que el estudiante. Un joven que nació en la era digital es muy probable que sepa usar una tecnología mucho mejor que el docente. La lógica de un docente al frente con niños en filas no es la ruta.
”El docente no tiene porqué saber más que el estudiante. El profesor tiene que poseer herramientas para conocer si el niño está avanzando. Que sea un facilitador de las herramientas de transmisión y monitoreo. Rompamos la idea de que el docente debe saber todo. Puede aprender de sus alumnos y no por eso pierde autoridad”.
Si el modelo tradicional de enseñanza perdió vigencia, ¿cuáles son las dinámicas del aula actual?
En algún momento se pensó que sentar a los niños en filas, callados y con el maestro al frente era la solución para enseñar. Luego vino un paradigma de pensar el aula de otra manera, más dinámica y con trabajos en equipo.
”La evidencia actual es que hay que ir avanzando hacia una mezcla de ambas, en la que exista una apertura para que el docente pueda realizar actividades en grupo y otras de evaluación más técnica y formal”.
¿Cree eso posible en un sistema en el que todavía las evaluaciones son prioridad para determinar el avance del estudiante?
Ahí hay una trampa, el currículo sigue cargado de exigencias burocráticas y evaluaciones que saturan en sí mismo el día a día del maestro. Se le pide que sea creativo, pero se le exige que aplique exámenenes y un plan de estudio muy cuadrados. La solución es avanzar hacia una combinación de ambas metodologías”.