“¿Han sabido de algún tiroteo cerca de donde viven?” preguntó este jueves 4 de mayo, Carmen Montoya, directora de la escuela Los Filtros, en Alajuelita, a los estudiantes de cuarto y sexto grado mientras practicaban una guía de seguridad del Ministerio de Educación Pública (MEP).
Para sorpresa de la funcionaria, la respuesta de los menores fue afirmativa. De un grupo de 20 chiquitos, 10 levantaron la mano para confirmar que han vivido una experiencia de balacera cerca de sus casas.
“Sí, casi siempre es seguido, pero no nos asustamos mucho”, explicó uno.
Wendy y Dylan, de 12 y 10 años, respectivamente, explicaron que se tiran al piso para proteger su vida.
Ahora esas prácticas también se realizan en las escuelas, pues estas no quedan exentas del riesgo que hay en el resto de la comunidad, donde los conflictos son frecuentes y también las balaceras, como lo cuentan los niños.
Los docentes de la Escuela Los Filtros hacen simulacros lo mismo que la Escuela Ciudadelas Unidas, del mismo cantón, donde ya vivieron una situación de peligro. Ocurrió el 11 de abril, cuando en la urbanización Tiribí, a unos 50 metros del centro educativo, asesinaron de varios disparos a un joven de 16 años. Desde las aulas, se pudo observar el crimen.
El temor es que así como se pueden ver los hechos por encima de la tapia, también podrían ser alcanzados por un proyectil.
Sin esperar a que ocurra de nuevo, se creó un protocolo que enseñan a los alumnos para que se protejan si se diera otra emergencia de este tipo.
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Los pasos son claros:
- En caso de agresión con armas fuera del centro, se debe permanecer en las aulas, corredores u otro sitio, tirados bocabajo, con los brazos al costado, alejados de puertas y ventanas.
- Se aconseja no correr mientras se produce el tiroteo; se pide a los alumnos “intentar camuflarse” e, incluso, “hacerse pasar por muertos”.
Por supuesto, los docentes tienen la gran responsabilidad de procurar que los alumnos mantengan la calma, aunque en una situación así es difícil, como lo confirmó Carlos Obando, padre de un estudiante de Ciudadelas Unidas, quien “por cosas de la vida” fue testigo de la mortal balacera del 11 de abril, según contó a La Nación.
“Yo iba pasando al frente y tuve que tirarme detrás de un carro mientras la balacera terminaba, en esos momentos uno desea salir corriendo pero no es lo mejor”, expresó.
Para él, el hecho de los niños practiquen en la escuela qué hacer en esos casos es una iniciativa “excelente”. Por su parte, él, frecuentemente, aconseja a sus hijos sobre lo que deben hacer si escuchan detonaciones de un arma.
De igual criterio es Azucena López, madre de una niña de 8 años. “Son muy buenas (prácticas o simulacros) para los niños”, dijo, pues considera que es una forma de protegerlos.
Estos padres y docentes están conscientes de que la ola de violencia golpea sus barrios y ahí dentro están las escuelas.
Datos del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) revelan que al 4 de mayo del 2023 se contabilizan 304 homicidios en todo el país, la cifra es 95 más que en el mismo periodo del año pasado, cuando la cifra llegaba a 209 crímenes. Esto significa un crecimiento del 45% y un promedio de dos personas ultimadas por día.
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San José es la provincia con mayor incidencia de crímenes, con 80 asesinatos hasta este viernes. Seguida por Limón con 77 homicidios.
La mayoría de esos casos se asocian con ajustes de cuentas por disputas de territorios para la venta de drogas. Muchas de las víctimas son interceptadas en vía pública y, sin mediar palabra, les disparan.
La Nación solicitó al Ministerio de Educación una entrevista para conocer de otros programas y si se tienen mapeados los centros educativos de mayor riesgo, pero no fue posible que una autoridad se refiriera.
Impactan el diario vivir
Para Gabriela Garro, vocera del Colegio de Psicólogos, se debe tener en cuenta que hechos de violencia cerca de las casas o las escuelas impactan “en todo el sentido de la vida”, pues la seguridad física y emocional son pilares fundamentales del ser humano.
Es decir, se tiene que considerar el efecto en estos niños, en su capacidad de disfrute, de descanso, en actividades sociales, en procesos de aprendizaje y hasta en alimentación, así como en la toma de decisiones,
“Porque van aprendiendo más de lo que viven, de lo que ven, de lo que se les dice. Hay que tener mucho cuidado en cómo se transmite la información, cómo se les protege de lo que está sucediendo y cómo se les explica lo que van enfrentando”, advirtió la especialista.
Garro recordó que los menores de edad se han convertido, además, en objetivos claros de los narcotraficantes que buscan reclutarlos y los atraen con la idea de vivir en un “mundo ideal”.
“El acceso a medios económicos, a reconocimiento, a protección, y recordemos que la seguridad es básica para el bienestar del ser humano; si yo me voy a sentir segura formando parte de un grupo de estos pues, lamentablemente, esas necesidades innatas van a salir a flote y voy a buscar cómo satisfacerlas”, añadió.
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Ese riesgo lo saben en la Escuela Los Filtros. Por eso, afirmó su directora, implementan programas educativos que buscan mantener a los pequeños en el sistema educativo y con ganas de estudiar.
“La parte académica es fundamental, pero en este sector, los chicos pasan muy solos porque los padres trabajan todo el día para llevar alimento, por lo que para nosotros es muy importante que el chico venga; hay comedor y actividades para enganchar a los chicos y que quieran venir”, expresó Carmen Montoya.
‘Tirador activo’
Aunque los ejercicios en las aulas en caso de balaceras trascendieron en las últimas semanas, ya desde tiempo atrás el Ministerio de Educación Pública (MEP) había distribuido una guía de seguridad, pero más orientada al posible ingreso de una persona armada a una institución educativa.
La Guía para el afrontamiento de amenazas y/o tiroteos en centros educativos públicos y privados del país incluye medidas en caso de “tirador activo” o persona armada. No hace referencia específica a balaceras en las afueras del centro.
El documento, que debe conocerse en todas las escuelas y colegios del país, indica que toda amenaza debe considerarse un riesgo. Por lo tanto, de forma inmediata, deben generarse acciones de protección para quienes se encuentran dentro del recinto.
Las principales recomendaciones son llamar al 9-1-1; pedir a las personas presentes que se alejen de las ventanas y que se coloquen bocabajo en el piso, así como guardar silencio.
“Desde el año pasado la implementamos para poder sensibilizar a directores, orientadores; con una reunión formal con los supervisores para conocer el tema de la guía y todo el proceso que se pueda dar en una escuela o colegio. Dentro de mi plan estratégico está la capacitación constante de esta guía y otras”, aseguró Francisco Corella, director regional de Educación de Alajuela.
Según el funcionario, aunque él identifica dos escuelas en zonas vulnerables y conflictivas, que son Santa Rita, en el distrito San José, y el Invu Las Cañas, hasta el momento no han tenido ninguna situación de crisis.
Eso no ha impedido que coordine con instituciones de emergencia de los cantones alajuelenses una “agenda de trabajo” para estar preparados.
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La Nación contactó a las direcciones regionales del MEP de Limón y Puntarenas para conocer las medidas que se toman en los centros adscritos, pero no hubo respuesta. Ambas zonas son escenarios de un repunte en la violencia en los últimos meses, con frecuentes balaceras en barriadas que han cobrado la vida principalmente de jóvenes.
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‘Momentos de mayor vulnerabilidad’
Daniel Calderón, viceministro de Seguridad, calificó la situación actual del país como “uno de los momentos de mayor vulnerabilidad para ellos (los niños)”.
Por esa razón, recomendó a los padres de familia evitar que sus hijos vayan solos al centro educativo, aunque aseguró que “el patrullaje policial se orienta a prevenir hechos violentos contra niños y niñas y reducir la posibilidad de que sean víctimas de delito”.
Según Calderón, desde hace “algunos meses” trabajan con el MEP en la actualización de los protocolos de actuación ante diferentes escenarios que pongan en riesgo a los estudiantes. Esa labor se hará con base en el asesoramiento que recibieron de agentes federales de los Estados Unidos.
También, dijo, mantienen reuniones con autoridades educativas y áreas específicas de la Fuerza Pública y la Academia Nacional de Policía. En esas sesiones se validan los protocolos, previos a su implementación.
Aparte de esa labor, Calderón aseguró que cada centro educativo mantiene comunicación y coordinación con la unidad policial de su sector. A su vez, cada jefe policial debe planificar la atención priorizada de las escuelas y colegios en zonas vulnerables.
Desde la Dirección de Operaciones se dictan lineamientos generales en el marco de la denominada “Estrategia Celeste”. Ese programa establece los periodos en los que se debe evaluar las estrategias con cada entidad. Por ejemplo, si es de manera local, el seguimiento se da cada dos meses, mientras que a nivel regional y nacional, el tiempo establecido es por trimestre.