Luego de cruzar un riachuelo en medio del camino pedregoso, los primos Bryan y Óscar se enfrentaron a los últimos 200 metros para llegar a la escuela. Ese tramo no es fácil, es una cuesta empinada que al menos los ayudó a luchar contra el frío que imperó este jueves, poco antes de las 7 a. m., en la comunidad de Cedral de Aserrí, a unos 20 kilómetros de la capital.
Ellos cursarán sexto grado en la Escuela Unidocente, donde hay otros cuatro niños más. Los seis escolares son nicaragüenses e hijos de trabajadores de fincas cercanas.
Como ellos, un millón de estudiantes volvieron a las aulas este 17 de febrero, de nuevo, a clases presenciales, luego de dos años de lecciones a distancia o bimodales.
Bryan y Óscar fueron este jueves acompañados por doña Sonia Argüello, mamá del segundo. Ella se detuvo varias veces a tomar el aire aunque los chiquitos, con todo y mochilas, subieron tranquilos y sin hablar entre ellos. Están contentos de volver a las aulas, aunque admiten que les incomoda el frío de las primeras horas del día.
Doña Sonia y su esposo, Óscar Marín, llegaron a Costa Rica hace unos cuatro años. Ambos trabajan en las cabañas que hay en la zona, ella limpia y él es jardinero.
“Diay, que aprenda superbién, que les den buen trato. Hay escuelas que uno a veces los manda y después les pregunta cosas y no saben nada. El sueño de mi hijo es ser arquitecto”, dice la madre cuando se le pregunta qué esperan de este esfuerzo.
Esas esperanzas de una mejor vida para su hijo y sobrino, motivaron a la pareja a hacer el sacrificio para adquirir los útiles y uniformes. Hicieron las compras en Acosta y en San José; dicen que todo está caro, calculan que invirtieron como ¢100.000.
“Solo el bulto nos costó ‘ventirresto’” (más de ¢20.000), comentó.
Ninguno de los dos escolares está vacunado contra la covid-19, pues según doña Sonia no tienen información de la Caja Costarricense de Seguro Social, pues desconoce que todas las personas se pueden vacunar sin importar si están asegurados o su condición en el país. Eso sí, llevan sus mascarillas y cumplen con todo el protocolo sanitario.
Del comedor escolar, no saben si habrá, pues el año pasado se suspendió el servicio y para el 2022, al parecer no hay cocinera.
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En el centro educativo, fundado en 2004 y adscrito al distrito educativo Cedral Arriba, los recibió el maestro Luis Alberto Chinchilla, que tiene ya un largo recorrido de 32 años de trabajo en escuelas rurales. Aquí en Cedral, comenzó el año pasado y dice estar feliz con los estudiantes y la comunidad.
“Llegué a un lugar cercano a la capital, con niños muy bonitos, personas muy agradables y sobre todo porque se logró construir un ambiente ameno”, expresó.
Entre sus estudiantes, hay alumnos de cuarto, quinto y sexto grado.