Diana Valerín Jiménez, una ingeniera de software originaria de Cartago, es finalista para saltar en paracaídas desde 42,5 kilómetros de altura con la misión Hera Rising. Ninguna mujer ha hecho esto. El objetivo de concretarlo es que sirva de inspiración para atraer a más mujeres a carreras en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés).
Un salto común en paracaídas tarda de 45 a 60 segundos pero este tomaría 4 minutos y 30 segundos. Para lograr la elevación necesaria, se asciende por dos horas enganchada a la estructura de un globo aeroestático y dentro un traje espacial adherido al paracaídas junto con otros aparatos, como el equipo de provisión de oxígeno.
Todo puede pesar tanto como otra persona, por lo que debe ser capaz de lidiar con esa carga hasta el momento de desengancharse del globo y caer.
En el descenso, se rebasa la velocidad del sonido pues se viaja a 1.300 kilómetros por hora, como pasó en el 2014 cuando Alan Eustace y el equipo Paragon StratEx hicieron historia saltando a 41,1 kilómetros.
Ese es el récord que la cartaginesa rompería en el 2025 sobre el desierto de Roswell, un pueblo del condado de Chaves en el estado estadounidense de Nuevo México.
Aparte de paracaidismo (lleva 278 saltos), la costarricense hace buceo, escalada en piedra, salto en bungee y rafting.
Su nueva aventura ha implicado un arduo proceso de selección entre pruebas físicas, psicológicas, ensayos y entrevistas con personal de la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) y la empresa Paragon con las que se asoció la organización que auspicia la misión, Rising United.
Este régimen de preparación seguirá así al menos otros dos años.
Diana Valerín Jiménez habla con voz suave, capaz de infundir pánico por la manera tranquila y didáctica en que detalla todo el escalofriante asunto de convertirse en un vertiginoso proyectil rumbo al suelo, durante un lapso en el cual es posible rezar al menos dos misterios del rosario o entonar el Himno Nacional seguido de la Patriótica Costarricense.
Ella no da la impresión de ser la amante de la adrenalina y deportes extremos que es. Más bien evoca la estampa de una silenciosa y aplicada estudiante a quienes otros alumnos buscarían a pedirle ayuda con sus deberes.
“Soy una persona tímida, metida en mi propio rollo. Todo esto es nuevo para mí. Sin embargo, he recibido mensajes muy bonitos de apoyo y felicitación. Ni uno solo negativo”.
No obstante, las apariencias engañan.
La joven parece disfrutar intensamente sus riesgosas andanzas justo por ser buena estudiante, quien desde una postura de humildad y respeto, como ella comenta, procura seguir curiosa para dejarse sorprender por el mundo y por sí misma.
De hecho, su pasión por saltar al vacío desde aviones es un amor envuelto en disciplina.
“Lo que me enganchó fue la comunidad de paracaidistas. Todos muy buena gente, conscientes y procurando que vos mejorés. Ahí el trabajo en equipo es todo. No es competir, es salir juntos a pasarlo bien, compartir consejos y cooperar”.
En simple, afirma, quien atienda las instrucciones y colabore, brinda seguridad al resto. “Si pasa algo, básicamente siempre será grave y por eso importa que a todos nos vaya bien, porque el riesgo es alto”.
En paracaidismo, todos se planifica y se ensaya en tierra. Quien sigue el guion, sale adelante, pues es como una coreografía que se ejecuta en actos de 45 a 60 segundos antes de activar el paracaídas. Ella ha llegado a hacer esto con hasta 15 personas.
Todo implica aprender a mover el cuerpo para girar, en qué posición poner manos y pies y el arte de adquirir dominio total de la propia anatomía porque, cualquier movimiento imprevisto, puede lanzarte en otra dirección.
Para dar una idea de cómo se siente, ella dice que la manera más tangible es sacar el brazo por la ventana de un vehículo a alta velocidad.
“El viento te tira la mano hacia atrás y, según la movás, tu brazo ondula en toda dirección. Es así pero en todo el cuerpo y esto te genera una fuerte sensación de consciencia de todo tu ser. Perdés noción del tiempo porque estás enfocada en qué hacer con tu cuerpo”.
Empujón del tío Adolfo
Esto lo afirma una mujer quien, en sus palabras, se describe como “una persona normal, de clase media y de Cartago”; de una familia tradicional y quien gracias al estudio ha podido seguir sus sueños.
Cuenta que una vez, cuando estaba todavía en la escuela, su tío Adolfo le aconsejó hacer una lista de las cosas que quería hacer en la vida. Tío Adolfo le dijo que luego sería “muy bonito ir tachándolas”.
“Hice la lista y eso me marcó muchísimo. Es vacilón, por ahí la tengo en la casa y hay varias cositas que he tachado. Una de las tantas era Isla del Coco y por eso empecé a bucear. Empecé con cinco cosas y después la amplié”, recordó.
De hecho, aprender a bucear para ir a esa isla le sumó puntos para quedar en la misión como finalista. Aún sin certeza de si será ella la elegida, parece en paz con la posibilidad.
Para alguien habituada a estar en el aire, parece tener los pies puestos sobre la tierra. Cuando no toma aviones para saltar desde ellos, los aborda para viajar a conocer otros países, culturas y gastronomías.
Esto, recalca, la devuelve a una postura de respeto y humildad, porque dice que a ella, salirse de lo habitual por irse a aprender de otros lugares y personas, la ha cambiado. Esto, insiste, atiza su curiosidad y la mantiene viva porque “a mí me mata la misma rutina”.
“Estudié y por eso pude trabajar, tener ingresos para hacer esto. Quiero que las personas sepan que todas son capaces de alcanzar sus sueños con trabajo y estudio. Hay que ponerle ganas pero no hay que nacer en cuna de oro”.
Diana nació en Cartago donde estudió en la Escuela Bilingüe Sonny y luego en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús. Trabajó y estudió simultáneamente hasta graduarse como ingeniera en sistemas y analista de software. Tiene también una maestría en redes y telecomunicaciones.
Hera Rising
La misión Hera Rising empezó en el 2018 por iniciativa de otros costarricenses: Rónald Chang-Díaz y Ana Cristina Muñoz. El 29 de agosto anterior, lanzó una campaña de Kickstarter para recaudar $750.000 para la fase inicial del programa, incluido el diseño de un traje espacial mejorado por Paragon.
Con Diana entrenarán Eliana Rodríguez, de Colombia, y Swati Varshney, de India, como si todas fueran a romper el récord. Las tres harán el mismo entrenamiento y saltos de preparación, pero solo el día elegido para la misión, se sabrá cuál saltará.
Como toda misión espacial, es así por un asunto psicológico, para prevenir que una sola persona designada pueda ver afectada su preparación. El entrenamiento será transparente para las tres, de manera que si alguien debe retirarse por fuerza mayor, hay dos personas listas.
En la parte científica, Hera Rising aportaría una entrada de datos inédita a un sistema informático para analizar cómo se comporta el cuerpo de una mujer en este tipo de experiencias; incluido registro hormonal con o sin periodo menstrual y otros datos hasta ahora inexistentes.
Sin embargo, los datos quizás no alcanzan para describir cómo se siente en carne propia.
“Vos podrás desarrollarte toda la vida en un país pequeño, con tu familia y tus cosas, pero cuando salís al exterior, es una experiencia nueva donde se puede estar vulnerable y nervioso. Pero si sos humilde y aceptás la ayuda de otros, te va bien y es de la mejores sorpresas que alguien puede darse”, concluyó la tica.