La entrada a clases supone un estrés para las familias. Luego de semanas de llevar una vida más relajada, en donde los niños y adolescentes se levantan más tarde, las horas de comida son más flexibles y el tiempo puede transcurrir más lento y con menos presión, lo que baja las revoluciones del cuerpo... nuevamente comienzan las carreras.
¿Cómo planear esa entrada para que no sea un caos? La orientadora Ana Victoria Garita Pulido fue clara en una primera idea que debe regir esta transición: el proceso es de todos en la casa. En otras palabras, son los estudiantes quienes van a las aulas, pero la entrada a clases aplica para toda la familia en pleno y toda debe organizarse.
“Ya nos desacostumbramos de la rutina, ahora tenemos que volver a una estructura que nos permita acercarnos al cambio sin que sea abrupto”, manifestó.
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Es normal que surjan imprevistos, porque no todo está bajo nuestro control, pero la mayoría de los aspectos sí pueden planificarse. Aunque cada familia es diferente, ella da pautas generales que pueden servir a cada vivienda.
Los cambios progresivos, como comenzar levantándose solo media hora o una hora antes pueden ser menos bruscos. Ella recomienda ir cambiando poco a poco los hábitos, para que cuando llegue el primer día lectivo no haya mayores problemas.
“Debemos conversarlo. Las personas adultas no podemos suponerlo todo. Es hablarlo entre todos y ponernos de acuerdo también con las personas menores de edad”, recalcó.
Toda la rutina debe estar involucrada, por ejemplo, recordar la importancia de un desayuno completo para iniciar el día y de que la merienda no es solo un paquete de galletas y un jugo de caja, que en lo ideal debe incluir frutas, proteína y algo de carbohidrato, por lo que una porción de fruta con un pequeño emparedado y un refresco o agua pueden ser una opción.
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Un plan adaptado a cada familia
Cada casa es un mundo. Por ello, debe hacerse un plan adaptado a cada hogar. No es lo mismo un hogar con niños que uno con adolescentes (o uno que tenga ambos). No es lo mismo cuando solo hay un estudiante o hay más. No es lo mismo si hay solo un baño o hay más. No es lo mismo si una buseta pasa por los hijos o si hay que dejarlos en carro o caminando. O si hay que ir a más de una institución educativa. O si la familia tiene la costumbre de desayunar junta o si se pueden tomar turnos para que unos coman mientras otros se alistan.
En este sentido es importante que todos los miembros sepan su rol. Si, por ejemplo, hay varios hijos y solo un baño, respetar el orden para bañarse y los tiempos máximos minimizará el riesgo de atrasos y con esto, una llegada tardía será más fácil de evitar.
“Es de no improvisar, de sentarnos a conversar. Cuando improvisamos es cuando colapsamos”, resumió Garita.
En esto, señaló la especialista, también hay que recordar que la estructura no es rígida ni impositiva y tampoco escrita en piedra. Deben organizarse según las responsabilidades de cada miembro familiar, pero también ser conscientes de que pueden cambiar. Si la puesta en práctica demostró que hay actividades que es mejor hacer en un orden diferente, pues se debe estar abierto a esos cambios.
“Aunque haya elementos que no podemos controlar, aunque surjan imprevistos, cuando tenemos una estructura en función de la dinámica familiar, el estrés será menor y la llegada a clases será menos caótica desde la primera semana”, concluyó la orientadora.