-¿Por qué si eres de Venezuela vives aquí? ¿Es cierto que en Venezuela no hay comida?
-Nos vinimos porque nos quisieron robar unos señores en moto que rompieron el vidrio de atrás del carro; nos quisieron secuestrar, pero llegaron unos vecinos a ayudarnos y los hombres se escaparon. Después de eso, nos vinimos para Costa Rica, allá pasábamos muy asustadas. En la casa no teníamos comida, nos tomábamos la avena sin leche ni azúcar porque mi mamá no podía conseguirlos, tampoco tenía pastillas cuando me daba fiebre".
Esa es la explicación que, con mucha frecuencia, una niña venezolana da a sus curiosos compañeros en un aula de cuarto grado de la Escuela Joaquín Lizano Gutierrez, en Heredia.
Esa menor es hija de Claudia Torres, quien llegó al país en octubre del 2016 a pedir refugio con sus dos hijas de 11 y 5 años, luego de que, según ella, la inseguridad y la falta de alimentos las obligaran a salir de su país.
Precisamente, la crisis en la nación suramericana ha hecho que la presencia de niños venezolanos se note cada vez más en las aulas ticas. Según datos del Ministerio de Educación Pública (MEP), en el 2002, había 152 alumnos procedentes de Venezuela matriculados en el sistema educativo público y privado, en el 2016, la cifra llegó a 856. Casi seis veces más que 14 años atrás.
"Llegamos cuando el ciclo lectivo estaba finalizando, pero, en la escuela aceptaron que mis hijas llegaran de oyentes. Las pude matricular este año sin ningún problema, a una en quinto grado y, a la menor, en transición. Estoy muy agradecida,nos han tratado muy bien, mis hijas están felices en Costa Rica, algo que no sucedía en Venezuela.
"Saqué a mis hijas de allá para darles un futuro, en las escuelas de allá estaban tratando de influenciar a los niños con la ideología comunista. Aquí tenemos paz y podemos comer lo que queramos", contó Torres.
Por falta de medicamentos y persecución política, más de 1.200 venezolanos solicitaron refugio en 2016 en Costa Rica, en momentos en que el país suramericano sufre una severa escasez de alimentos y de medicinas, aparte de una arraigada inseguridad.
Torres es licenciada en Administración de Empresas, vendió todo lo que tenía en su país y se vino con sus dos hijas, actualmente, labora en una funeraria. Escogió Costa Rica porque, según ella, ellos reconocen al país por su sistema educativo y de salud.
Justamente, esas fueron una de las razones que pesaron para que Liriannys Reyes, una venezolana de 48 años, escogiera Costa Rica para huir, junto con sus dos hijas, de la crisis venezolana, en febrero del año pasado.
Reyes tambien matriculó a sus hijas, de 12 y 7 años, en la Escuela Joaquín Lizano. Para ella, la educación aquí es "excelente", pues el su país, el Gobierno modificó el plan de estudios para bachillerato y quitaron asignaturas como Física, Química y Biología.
Además, se quejó la mujer, incluyeron en el calendario escolar la conmemoración de fechas que no estaban legalmente establecidas, como la muerte del mandatario Hugo Chávez, el 5 de marzo del 2013; el golpe de Estado contra el presidente, el 11 de abril del 2002, y el día que reasumió la presidencia, el 14 de abril de ese año.
"Aquí, inscribí un viernes a las niñas en la escuela y ya el lunes estaba recibiendo clases, no me pusieron problema de ningún tipo. Las maestras y la escuela manejan muy bien el tema migratorio en la parte psicológica y pedagógica. A mi hija, los compañeros le hacen preguntas curiosas de si teníamos comida o así, no por bullying ni por menospreciar, solo por curiosidad", contó Reyes.
Reyes López pidió refugio en Costa Rica luego de perder su empleo como educadora pública por votar en favor de la oposición. Adicionalmente, la falta de alimentos básicos en ese país hacía imposible que pudiera conseguir comida especial para una de sus hijas que es intolerante al gluten.
La falta de comida básica en Venezuela superó el 80% en el 2016, según la encuesta de la firma Datanálisis, realizada entre el 6 y 16 de abril.
En ese país, la situación llegó al grado de que la gente ha tenido que tomar fármacos para animales ante la escasez de medicamentos, que alcanzaba el 70% de los productos en el 2015.
Otras nacionalidades
En el listado de niños y jóvenes extranjeros en las aulas, los de Venezuela, ocupan, por cantidad, el sexto lugar. Sin embargo, de todas las nacionalidades, son los que más han crecido en los últimos años.
De los 898.796 estudiantes matriculados en el sistema educativo el año pasado, 37.166 eran extranjeros, la mayoría nicaragüenses. Según cifras del MEP, en el 2016, tenían registrados 27.860 alumnos provenientes del vecino país del norte. Sin embargo, la presencia de estos estudiantes ha disminuido considerablemente en un 30%, desde el 2003, que eran 36.281.
El segundo lugar por nacionalidad en las aulas lo ocupan los estadounidenses, el año pasado hubo 2.108 matriculados. Le siguen los colombianos, con 1.128; los provenientes de Panamá, con 985; y los de países europeos, con 955.
Para Rocío Solís, presidenta de la Comisión Costarricense de Cooperación con la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), es imprescindible darle a cada estudiante su identidad, independientemente de su origen.
Es necesario, dijo, comunicarse con ellos, escucharlos, prestarles atención, conocerlos y crear empatía, para que en el aula haya armonía y, los que vienen de otras culturas, tengan un mayor acoplamiento.
"La variedad cultural en las aulas obliga a los docentes a adaptar el currículo a las necesidades del grupo, muchos estudiantes vienen de otro país, otros nacieron aquí pero crecieron con las creencias, enseñanzas y lenguaje de madres y/o padres de otra cultura. Hoy más que nunca se hace necesaria la tolerancia en el aula", dijo Solís.
Se consultó al MEP si existía un protocolo para ayudar a los alumnos foráneos a facilitarles su acoplamiento en el aula, pero no se obtuvo respuesta.