Cada una de las 10 secciones de décimo año del Liceo de Escazú, en ese cantón josefino, tiene 40 alumnos. Con esa cantidad de estudiantes, la tarea de acomodar los pupitres a 1,8 metros uno de otro, era realmente un desafío.
En esos malabares estaban al final de la semana, Ana Rodríguez, directora del centro educativo, y el resto de los funcionarios de esa secundaria.
Para respetar el protocolo del Ministerio de Salud, solo habrá 10 estudiantes por aula y hubo que hacer ejercicios aritméticos para organizarlos a todos.
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Cada sección fue dividida en cuatro subgrupos de 10 alumnos. Así del 10-1 hay 10-1a, b, c y d... así hasta llegar al 10-10d. El mismo trabajo se hizo con los ocho undécimos, que también tienen 40 muchachos cada uno.
A partir de este lunes 8 de febrero, los alumnos de estos dos niveles, dividos en subgrupos, deberán asistir a lecciones presenciales, luego de casi un año de suspensión.
Aunque complicado, ese acomodo es solo una pequeña parte de toda la organización que implica este regreso a clases, quizá el más retador de la historia reciente para todas las escuelas y colegios del país, comenzando por la gran incógnita de cuántos de los 1,2 millones de alumnos retornarán a las aulas en medio de la pandemia de covid-19.
Para incentivar la asistencia, el Ministerio incluso dispuso que en caso de que en los hogares no hubiera recursos para comprar uniformes, los alumnos pueden asistir con ropa particular.
Otros de los desafíos serán cumplir las medidas sanitarias para evitar posibles contagios y hacerle frente a las restricciones económicas por la crisis fiscal, exacerbadas por la misma emergencia, que golpean tanto al Estado como a las familias.
En el caso del Ministerio de Educación Pública, comenzará el curso lectivo con 850 plazas congeladas por norma presupuestaria, lo que elevará el número de estudiantes sin maestro este año.
Pero, aparte de no saber cuántos estudiantes volverán, tampoco se tiene claro cuántos funcionarios, de los 80.000 del MEP, se negarán a regresar a la presencialidad por poseer factores de riesgo ante la covid-19.
Rostro positivo. El primer día, al liceo escazuceño solo asistirán, en la mañana, los estudiantes del 10-1a y 10-1b para explicarles todos los protocolos sanitarios en las clases presenciales. En la tarde, la capacitación será para un grupo de docentes con los que también conversarán sobre la educación combinada (presencial y a distancia) que se implementará durante el primer semestre.
En los siguientes días asistirán los otros subgrupos de décimo, de undécimo y, poco a poco, se incorporarán los estudiantes de sétimo, octavo y noveno. El Liceo de Escazú alberga a 1.860 estudiantes.
Según indicaciones del MEP, al 26 de febrero ya todos los alumnos autorizados por sus padres para ir a clases presenciales deben hacer asistido.
“Mi temor es que los alumnos no cumplan los protocolos, al final... son jóvenes. Si a un adulto le cuesta seguir un tipo de lineamiento, como mantener la mascarilla puesta por toda la jornada, a los chicos también ¿no? Me da miedo que compartan útiles y se den abrazos, pero somos humanos y necesitamos amor. Temo que no respeten el distanciamiento de 1,8 metros. A mí me angustia los que viajan en buseta, ya que en un mismo sitio van a estar cerca muchas burbujas. Pero a pesar de todo esto, hago un llamado a los papás para que colaboremos y que esta apuesta funcione”, expresó la directora.
El viernes en la tarde, en el Liceo de Escazú quedaron todas las aulas acomodadas con el respectivo distanciamiento, los dispensadores de alcohol en gel, llenos, y el lavamanos, jabón y toallas colocados en la entrada. Todo está listo para recibir a los estudiantes.
Sin embargo, el verdadero desafío, más allá de la aritmética, comenzará el lunes, cuando empezarán a ver cuántos padres permitirán a sus hijos regresar al colegio.
Según Rodríguez, hasta el momento solo ha recibido correo de los padres de 10 de los 1.860 alumnos para informar que prefieren que sus hijos sigan en clases virtuales.
También falta conocer cuántos docentes se van a presentar a laborar. De 116 educadores de ese colegio, únicamente dos han manifestado que no retornarán por factores de riesgo.
A pesar del gran trabajo que implica recibir a más de 1.800 alumnos, el Liceo de Escazú muestra uno de los rostros más positivos del arranque de curso: ya están preparados, los protocolos listos para aplicarse, el equipo de profesores prácticamente completo, y, hasta el momento, la mayoría de los alumnos dispuestos a acudir a las aulas.
Sin embargo, es apenas una pequeña pincelada de la realidad.
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Faltan maestros
Miguel Aguilar, director de la Escuela La Carpio, en La Uruca, San José, está muy preocupado porque ya le dijeron que por la norma presupuestaria vigente no se le van a reponer las plazas docentes de nueve grupos.
Distribuir a los alumnos de esos grupos entre las otras secciones, como recomendó al MEP, no es posible pues ya todas son numerosas. No es de extrañar, la matrícula en esa escuela es de 1.912 alumnos; cada grupo tiene unos 30 chiquitos.
“Estoy preocupado por esos nueve grupos. Estamos usando uno de los edificios viejos para trabajar con seis grupos, no puedo sobrecargar grupos o matrícula, tienen que ser atendidos por un docente, pero nos negaron el nombramiento. Ya esos niños están matriculados, no les puedo decir ‘váyanse’ porque no hay maestro. Estoy en ese dilema, me duele la cabeza de solo pensar cuál va a ser la reacción de los padres de familia”, expresó Aguilar.
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A pesar de ese dilema, como dice el director, este viernes lograron tener todo listo para recibir a los alumnos con estrictos protocolos sanitarios. Los pupitres estaban acomodados, los carteles informativos, el lavamanos, los dispensadores en gel, la alfombra para desinfectar zapatos. También estaba presente la actitud positiva para que todo salga bien.
Como en todos los centros educativos, hay gran expectativa por el número de alumnos que regresará a las aulas. Aquí en La Carpio, otra preocupación, es que el servicio de comedor era un aliciente para que los padres enviaran a los niños a clases, pero como por la pandemia reciben paquetes de alimentos, hay una gran duda.
“El comedor va a estar cerrado, pero aquí, en esta comunidad, el padre desea que (su hijo) entre a la escuela porque vienen con la expectativa de la alimentación, pero como no se va a dar alimentación, de momento no sabemos el comportamiento del papá porque gira alrededor de las expectativas de lo que puedan ingerir en el comedor”, expresó el director.
Como en todos los rincones del país, los docentes de la Escuela La Carpio le temen al contagio de covid-19, pero aquí más. Saben que en la comunidad hay muchos casos pero, también saben que muchos de estos no son reportados por los enfermos.
El lunes entrarán los ocho grupos de sexto divididos en tres subgrupos cada uno para respetar el distanciamiento. Con ellos probarán los protocolos y el comportamiento de los alumnos.
Carlos Camacho, director de la Escuela Abraham Lincoln, en Alajuelita, que tiene 1.632 estudiantes, tuvo que distribuir a los alumnos de tercero entre otros docentes, ya que, por las restricciones presupuestarias, le impidieron sustituir a una educadora que se pensionó.
No fue nada fácil, ya que los grupos en esa escuela son de cerca de 35 niños cada uno.
La otra semana entrarán las ocho secciones de quinto y las nueve de sexto, divididas cada una en cuatro subgrupos. Todo el protocolo ya está listo.
“La principal inquietud mía y de los docentes es que los niños no respeten los lineamientos. Los niños están ansiosos de llegar a clases, ya quieren ver a los compañeros. Ayer llegaron como tres padres a hacerme consultas, me dijeron que los niños quieren regresar, pero ellos están preocupados por los contagios.
“Los docentes van a vigilarlos en los recreos, pero estoy un poquito preocupado ya que esta escuela es muy grande, hay cierta incertidumbre de que se haga un foco de contagio, es el temor de los compañeros, habrá más de 100 niños aquí por jornada”, calculó Camacho.
Así, cada escuela, cada colegio, encara su propio reto según su realidad, pero todos comparten la gran responsabilidad de sacar adelante el año lectivo a pesar de la pandemia y de la crisis.