Después de una larga carrera en la docencia y la dirección de centros educativos privados, cualquiera habría pensado que a estas dos mujeres les llegó el tiempo de descansar y de dedicarse a disfrutar de los nietos en jornada de tiempo completo.
Sin embargo, en los últimos tres años, sus horas de trabajo se han multiplicado, al igual que los kilómetros recorridos en sus propios carros para desplazarse hasta Limón, Upala, Cañas, Tilarán, la zona de Los Santos, Los Chiles, Ciudad Quesada y Pital de San Carlos.
A cada uno de esos lugares han llegado, desde el 2017, para marcar un antes y un después en los conocimientos y la motivación de numerosas maestras de Preescolar del Ministerio de Educación Pública (MEP), a quienes imparten un curso de dos días denominado “Actualiza”.
La buena noticia que recibieron hace unos meses Victoria Coronado y Alda Cañas, socias en la empresa Guiare, es que este año podrán llevar el legado de su proyecto a unas 1.250 docentes de kínder más, lo cual beneficiará a cerca de 28.000 niños del país. La razón es que, luego de años de bregar como hormigas para conseguir donaciones de la empresa privada que les permitieran financiar sus cursos y los materiales que entregan a las maestras, la Fundación CRUSA (Fundación Costa Rica Estados Unidos para la Cooperación) decidió apoyarlas cubriendo los costos de 47 cursos para impartir entre mayo y noviembre.
Fue el MEP el que decidió cuáles zonas cubrir. De las 27 direcciones regionales de educación en que ese ministerio divide el territorio nacional, eligió las siete que considera prioritarias: San Carlos, la zona Norte-Norte, Cañas, Limón, Sulá (Talamanca), Turrialba y Liberia.
¿De qué se trata?
En el 2015 entró a regir un nuevo programa de Educación Preescolar elaborado por el MEP. La institución impartió capacitaciones a las asesoras de región y estas, a su vez, debían transmitir lo aprendido a todas las docentes del país.
Sin embargo, en diversos foros, las maestras expresaron tener dificultades para entender y llevar a la práctica el programa, que parte de una base constructivista (esto es que el niño construye su propio aprendizaje con la guía de una docente que facilita el proceso).
De hecho, un diagnóstico del Estado de la Educación, divulgado en el 2015, concluyó que ante la reforma curricular planteada por el MEP, se hacía vital "responder al desafío de la capacitación de funcionarios y educadores en servicio".
“Fue entonces cuando nos sentamos a estudiar la teoría del programa y a ‘traducirlo’, es decir, a llevarlo a la práctica con experiencias y ejercicios concretos que pudiéramos enseñar a las maestras, para que ellas luego lo desarrollaran con sus estudiantes”, explican Coronado y Cañas, quienes laboraron en el ámbito educativo privado por más de 30 años como docentes, directoras y consultoras.
El aval del MEP para que impartieran el curso a su personal docente de Preescolar lo recibieron en octubre del 2016, cuando Sonia Marta Mora fungía como ministra.
De las cuatro unidades que contempla el programa del MEP para Preescolar, ellas decidieron privilegiar la que se titula “Comunicación, Expresión y Representación”, que es la que trabaja con los niños el lenguaje. Ello, porque ambas están convencidas de lo determinante que es la lectoescritura para el éxito escolar. Cuatro módulos conforman la citada unidad: expresión oral, comprensión oral, lectura y escritura, todos permeados por algo que se denomina conciencia fonológica, una capacidad o destreza indispensable para aprender a leer y escribir.
Una vez establecida la hoja de ruta, pusieron manos a la obra. Construyeron un curso a partir del programa del MEP, pero incorporando indicadores de calidad de CLASS, un instrumento de evaluación y capacitación docente desarrollado en la Universidad de Virginia, Estados Unidos. Según este, “las interacciones de calidad en el aula son las que propician el aprendizaje”.
Además, dieron forma al kit de materiales que entregarían a cada centro educativo para que fuera utilizado por los niños con la guía de la maestra. Esto implicó, primero, imaginarlo, y luego confeccionarlo y mandar a imprimir cada uno de sus componentes.
Hoy, muestran con satisfacción una gran bolsa tipo sobre que contiene tres libros de cuentos en específico, tarjetas de rimas, tarjetas para practicar división silábica, tarjetas de sonido inicial, tarjetas para lectura de imágenes, un juego de bingo con íconos del entorno, títeres de paleta, tarjetas para comprender secuencias y un pequeño auricular similar al de los teléfonos de antes, que permite a los chiquitos hablar y escucharse.
En marcha
Con todo este “equipaje”, más varias presentaciones para proyectar, su computadora portátil y ropa para al menos dos días, manejan hasta la zona del país que les indique su agenda, dispuestas a impartir el curso de dos mañanas y dos tardes (cuatro talleres y 14 horas en total) a grupos de unas 25 docentes en promedio.
Recientemente, su equipo de trabajo creció para incorporar a cuatro facilitadoras más, pues la frecuencia de las salidas aumentó sustancialmente gracias al aporte de la Fundación CRUSA.
Gran parte del entusiasmo que hoy las anima proviene justamente de la motivación que logran despertar en las maestras, muchas de las cuales les han dicho, con una sincera alegría, que “ahora sí” entendieron el programa y que están deseando desarrollarlo con sus alumnos. En un par de centros educativos, las ha conmovido que, al final del curso, las participantes les expresan su interés de recibir “una segunda parte”, para lo cual están dispuestas a conseguir ellas mismas el financiamiento.
El trabajo que podría hacerse parece infinito. A finales de este año, terminada la labor en esas siete regiones del MEP, faltarían 20 regiones más para cubrir todo el país. Pero, además, “Actualiza” solo desarrolla una de las cuatro unidades del programa.
Las dos se ríen ante la pregunta de si han pensado sentarse a desmenuzar las unidades faltantes (Conocimiento de sí mismo, Interacción Social y Cultural e Interacción con el Medio) para vestir de práctica la teoría, como ya lo hicieron una vez. No parece estar en sus planes por ahora, pero cuando abunda la pasión por lo que se hace, quizá sea solo cuestión de tiempo.
Una inversión para toda la vida
Por mucho tiempo se pensó, y todavía muchos lo creen hoy, que los niños van al kínder a jugar y a entretenerse. Sin embargo, un creciente número de estudios ha demostrado que el aprendizaje que adquieren los menores durante sus años de preescolar es determinante y hará diferencias cruciales en su futuro de mediano y largo plazo.
En su libro Escuelas, capacidades y sinapsis, el economista y profesor estadounidense James Heckman, Premio Nobel de Economía en el año 2000, afirma que la inversión educativa en la primera infancia genera las más altas tasas de retorno frente a cualquier otra inversión social. “No podemos posponer la inversión en los niños, ni siquiera hasta que lleguen a la edad escolar, pues podría ser muy tarde. Al ser el aprendizaje un proceso dinámico, este es más efectivo cuando se empieza a muy temprana edad”.
Por su parte, investigadores del Washington Center for Equitable Growth, en Estados Unidos, desarrollaron un estudio sobre los beneficios de invertir en educación antes de la primaria y su conclusión es que estos persisten en el tiempo: primero, se manifiestan en menores tasas de reprobación y en un mayor éxito en la escuela y el colegio; más adelante, estas personas dependerán menos de programas de ayuda social, accederán a empleos mejor remunerados y tendrán una presencia mucho menor en las tasas de criminalidad que quienes no recibieron una educación preescolar de calidad.