Están matriculados, entregan trabajos, pasan de grado, reciben contenidos, pero no están aprendiendo. Esas son las características de la generación de 1,2 millones de estudiantes que actualmente asiste al sistema educativo público y que llevan cuatro años en una especie de “apagón educativo”.
El VIII Informe del Estado de la Educación, dado a conocer este miércoles, reveló el surgimiento de una nueva forma de exclusión educativa en la cual, a pesar de que el alumno está matriculado, recibe apenas una parte del currículo, no aprende y arrastra rezagos por las huelgas docentes de 2018 y 2019.
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Isabel Román, coordinadora del informe, explicó a La Nación las consecuencias en el aprendizaje de los estudiantes que tuvo la llegada de la pandemia en un sistema educativo con problemas de fondo sin resolver.
—¿A qué le llama usted apagón educativo?
—Estamos en una severa crisis educativa producto de los rezagos acumulados en los años previos a la pandemia, los rápidos y generalizados retrocesos educativos derivados de la crisis sanitaria y las rigideces institucionales para resolver y mitigar con celeridad los efectos del cierre de los centros educativos. Esto ha provocado un ‘apagón educativo’ metáfora que alude a los problemas de acceso a la educación que han tenido miles de niños y adolescentes debido a interrupciones recurrentes de sus lecciones, la falta de conectividad, el recorte de los aprendizajes esperados en los programas de estudio y el surgimiento de una nueva forma de exclusión educativa.
“Esta crisis es una crisis silenciosa que corre en paralelo con la crisis sanitaria y tendrá impactos de mediano y largo plazo si no colocamos a la educación como un tema prioritario en la agenda política nacional”.
—¿Cuál era el estado de la educación antes de la pandemia?
—Teníamos logros importantes como la recuperación de la inversión en educación, aumentos de los incentivos para estudiar (becas), una reforma curricular de amplio espectro y aumento de coberturas, especialmente en preescolar. Sin embargo, también arrastrábamos rezagos importantes como problemas de sobre edad y repitencia, bajo logro educativo, malos resultados en PISA (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes), problemas de infraestructura, una oferta recortada en primaria debido a que solo un 8% de las escuelas ofrecen el currículo total y serios problemas con la calidad de los docentes.
—¿Qué efectos trajo la pandemia?
—La pandemia nos cayó nos como un meteorito y dejó en evidencia los problemas de fondo que seguíamos sin resolver; generó nuevos problemas y profundizó brechas educativas y sociales que afectan con mayor fuerza a la población más vulnerable.
“Un efecto que el informe destaca es el surgimiento de una nueva forma de exclusión educativa: estudiantes que formalmente se mantienen en el sistema, pero no están aprendiendo adecuadamente porque no tienen conectividad, reciben aprendizajes recortados y tienen mayores problemas de pobreza.
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—¿Cuál fue el efecto real de las huelgas de educadores en el deterioro de la educación?
—Hemos acumulado 4 años de interrupciones de lecciones desde el 2018, dos de ellos fueron por huelgas. Hoy hay niños en cuarto grado que nunca han tenido un ciclo lectivo completo de clases y jóvenes en quinto año del bachillerato que estaban en primer año de colegio cuando vivieron su último año completo de clases.
“Estas interrupciones afectaron significativamente los aprendizajes esperados en áreas claves como Español y Matemática. La pérdida de lecciones acumuladas por las huelgas y la pandemia equivalen a un 80% de un año lectivo en primaria y un 72% de la secundaria”.
—¿Cuáles son los niveles más afectados por el apagón educativo?
—El apagón afecta a todos, pero especialmente a un 40% de los estudiantes que no han logrado conectarse. Por niveles, los más afectados son preescolar, primero, segundo y sexto grado de primaria; octavo y noveno de secundaria. También modalidades como la educación nocturna y poblaciones vulnerables como los estudiantes con discapacidad y los que viven en territorios indígenas y rurales, sin conectividad.
—Cuando usted habla de que los alumnos no alcanzan el aprendizaje, ¿a qué se refiere?
—En Español, en primaria, durante el 2020 se redujo en promedio casi un 50% de los aprendizajes propuestos en los programas de estudio, afectando especialmente el área de expresión y comprensión oral.
“En segundo y sexto año, se suprimió la mayor cantidad de contenidos: el 62% y 57 %, respectivamente.
En Matemáticas en la secundaria, se cubrió la mitad de contenidos en los programas de estudio. En octavo y noveno años fueron los más afectados, pues no se cubrió cerca del 60% de los contenidos estipulados y en undécimo año no desarrollaron un 40% de los aprendizajes esperados”.
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—¿Cómo valora la respuesta del MEP, los docentes, los padres y estudiantes ante la crisis educativa por la pandemia?
— La mayoría de las familias no se sienten preparadas para apoyar a sus hijos con las tareas académicas, especialmente las más pobres y vulnerables.
“Los docentes tampoco estaban preparados, uno de cada seis no habían recibido formación en las universidades en el manejo de Tics (Tecnologías de la Información y Comunicación) y educación virtual. Los estudiantes han sido los más afectados en lo emocional y en lo académico. La respuesta del Ministerio fue diversa y a este punto no hay información que documente el impacto de la mayoría de las acciones. La gran deuda fue la conectividad.
—Desapareció todo tipo de evaluación sumativa en el MEP ¿Por qué cree usted que se deba retomar y en qué términos?
–Cada docente evaluó como pudo y unos lo hacen mejor que otros. Es por eso que las evaluaciones nacionales con fines diagnósticos son claves para contar con información robusta y estandarizada que nos permita ver qué saben o no los estudiantes y alimentar los planes de nivelación.
“El gran problema es que tenemos tres años sin pruebas nacionales lo que significa que tenemos un sistema que camina a ciegas”.
—¿Cómo debe el país trabajar para salir de esta crisis tan profunda y cuánto le podría tomar?
—Nos va a tomar años, pero hay que empezar ya, lo primero es poner fin al estado de excepción de la educación y que todos los estudiantes vuelvan a clases presenciales. Hay que generar planes de nivelación con información robusta para lo cual la aplicación de las pruebas nacionales, con fines diagnósticos es fundamental, solo así sabremos la profundidad del apagón.
“Son indispensables estrategias de nivelación diferenciadas y con medidas afirmativas para los estudiantes más vulnerables que han sido los más afectados”.
—¿Todo esto que está pasando provocará un abandono mayor de las aulas?
—Si no actuamos rápido, no me queda la menor duda de que así será. Hicimos un ejercicio para este informe, para ver en cuánto podría aumentar la pobreza en el país si aumenta la exclusión educativa. Los resultados son preocupantes: a cinco años la probabilidad de los hogares de caer en pobreza puede aumentar a 35% o a 40% en regiones como la Brunca y Chorotega, o a un 30% en las zonas rurales y a un 30% en las mujeres.