El Estado de la Educación alertó de que la pandemia no solo contribuyó a crear un apagón educativo, que afectó el desarrollo de competencias claves en lectura y matemática en los estudiantes, sino que también perjudicó la salud mental de la población adolescente.
Es por esto que para los especialistas del Estado de la Educación, iniciativa del Consejo Nacional de Rectores (Conare), es una tarea prioritaria del sistema educativo costarricense comprender cuál es la situación de bienestar de los estudiantes y atenderla.
La especialista Katherine Barquero, explicó que el país no contaba con información que dé cuenta de la magnitud de esta afectación emocional en los alumnos.
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Sin embargo, se logró construir un índice de bienestar de los estudiantes usando datos de la evaluación PISA 2018 (Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, por sus siglas en inglés), de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los cuales explicaban cuál era la situación del bienestar psicológico y cognitivo de los alumnos antes de la emergencia sanitaria que los sacó de las aulas por casi dos años.
En las pruebas PISA 2018 participaron 7.698 jóvenes costarricenses de 15 años. Para el índice de bienestar se usó una muestra de 3.303 alumnos.
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Consecuencias del bajo bienestar
Se analizó la dimensión psicológica y la cognitiva y se determinó que existen dos grupos de estudiantes: en el primero se encuentra el 32% de la población estudiantil (1.082 estudiantes) que reportó tener un nivel de bienestar bajo o medio, mientras que el 68% (2.221 estudiantes) restante posee un nivel de bienestar alto.
“Quienes alcanzaban niveles de bienestar psicológico y cognitivo más bajos expresaron poseer menos satisfacción (54%) y menos sentido (70%) a sus vidas, mostraron mayor miedo al fracaso (45%) y experimentaron con más frecuencia sentimientos o estados de ánimo negativos (se sentían aterrorizados, abatidos, asustados o tristes)”, se indica en el análisis.
Para el Estado de la Educación, un punto que enciende las alarmas es que los estudiantes que históricamente registran más desigualdades educativas son quienes presentaron más bajos niveles de bienestar.
Añade el análisis que el grupo con menores niveles de bienestar psicológico y social reportaron estar más expuestos a situaciones de bullying (15%). Además, en sus aulas había más presencia de climas negativos para el aprendizaje, caracterizados por la presencia de ruido y desorden (40%) que son características asociadas a déficits de empatía y actitudes de violencia en los colegios.
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Según las estimaciones del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), la cantidad de denuncias por incidentes de violencia en escuelas y colegios creció en un 50% en este año (julio 2022) con respecto a años anteriores.
Según el OIJ, también se han incrementado contravenciones como agresiones y amenazas, pero además acciones consideradas como delito, tales como hurtos, lesiones graves, amenazas graves y tentativa de homicidio; ha aumentado el consumo de drogas, el ciberbullying y la distribución de pornografía infantil.
El índice realizado por el Estado de la Educación concluyó que el grupo de alumnos con menores niveles de bienestar psicológico y social expresaron un bajo sentido de pertenencia al colegio (90%) y, según la percepción de sus docentes, mostraron un menor interés y apoyo pedagógico (90%), con respecto a lo indicado por sus pares, con mejores niveles de bienestar.
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“Esto revela la necesidad de instaurar el aprendizaje socioemocional como una parte esencial de los procesos educativos”, añadió Barquero.
Para el Estado de la Educación, urge mejorar ambientes en los centros educativos y promover el aprendizaje socioemocional ya que las emociones afectan la forma en cómo las personas aprenden, incentivan el desarrollo de la comunicación analítica y de los procesos colaborativos, y, por tanto, facilitan o pueden convertirse en un obstáculo para que alcancen el éxito académico.
“Estas habilidades pueden aprenderse y desarrollarse, pero para ello el país requiere avanzar en el desarrollo de políticas educativas concretas que las instauren en los procesos de enseñanza bajo el liderazgo del cuerpo docente y las direcciones de las escuelas y colegios. Las recientes preocupaciones por el incremento de los actos de violencia en los centros educativos hacen más imperativo este llamado”, se lee en el análisis.
Advierten que, de no tomarse medidas prontas y diferenciadas que apoyen a los distintos grupos de estudiantes, según su perfil y necesidades, puede aumentar la proporción de estudiantes con bajos niveles de bienestar emocional y capacidad de aprender.