Por ser una prueba descontextualizada, que no mide el conocimiento real de los estudiantes e incumple objetivos, cuya promoción es deficiente y no mide la calidad de la educación es que un estudio de la Universidad Nacional (UNA) considera que el bachillerato requiere una transformación de manera urgente.
Esta fue una de las conclusiones que arrojó la investigación Balance crítico de objetivos, modelo evaluativo, resultados y utilidad de la información de las pruebas nacionales como instrumento de certificación del conocimiento de los estudiantes, que dio a conocer este miércoles la Universidad. El estudio lo desarrolló desde el 2017 el Centro de Investigación y Docencia en Educación (CIDE) de la UNA.
“Es perentorio que el MEP realice un proceso de transformación de las pruebas nacionales de bachillerato, de manera que se tome en consideración su propósito central y objetivos específicos, el modelo de evaluación, el uso de los resultados y, de manera urgente, las consecuencias de alto impacto que generan en el sistema”, explica el informe.
Cuando la investigación indica que las pruebas nacionales están descontextualizadas, se refiere a que los ocho objetivos que orientan su realización se redactaron hace 30 años y solo han experimentado una reforma puntual, en el 2018, con la eliminación de objetivos originales, lo cual, según los investigadores, de ninguna manera puede considerarse “una modificación sustantiva”.
Estos objetivos iban orientados a “mejorar la calidad del sistema educativo en todos sus niveles y procesos”, “ofrecer a la población estudiantil un desafío académico que contribuya a mejorar las posibilidades de éxito para su incorporación a los ciclos o niveles educativos inmediatos superiores o al mundo del trabajo” y “promover una actitud de superación académica en los profesionales de la docencia”.
Según entrevistas hechas por los investigadores a los directores regionales del Ministerio de Educación Pública (MEP), estos consideran que las metas de las pruebas nacionales no se cumplen, “porque no responden a la realidad de la población estudiantil ni a la de todos los centros educativos”. Por su parte, para los directores de los centros educativos, los objetivos deben revisarse porque su cumplimiento no se logra con solo la realización de las pruebas.
Al ingresar al MEP, el ministro de Educación, Édgar Mora, dijo que su posición es que las pruebas nacionales sean “de certificación y diagnóstico, un requisito pero no un obstáculo para graduarse y obtener el título".
La posición la sigue manteniendo. La información de este estudio es de vital importancia para el Ministerio en cuanto al futuro de las pruebas nacionales.
“Con base en las nuevas mallas curriculares, las pruebas finales pueden ser rediseñadas para generar ese diagnóstico sistemático que tanto necesitamos y, a la vez, producir una valoración del estudiante que funcione como un gravamen y certificado para efectos sociales, todo esto sin que las pruebas finales impidan otorgar el grado en caso que el estudiante haya aprobado todas las materias”, dijo el jerarca a raíz de la investigación de la UNA.
Baja promoción
Para completar la afirmación de que las pruebas nacionales no cumplen sus objetivos, los investigadores lo explicaron con datos de la promoción en las evaluaciones y la alta dependencia que tienen los alumnos de la curva para pasarlas.
Para esto, analizaron los resultados de las pruebas nacionales del 2016, realizadas por 37.282 estudiantes, y dividieron esa población según los distritos a los que pertenecen los alumnos (Áreas de Mayor y Menor Desarrollo Relativo [IDS]).
De esos 37.282 alumnos, el 47,76% (17.805) obtuvo una nota deficiente (menor de 70) independientemente del distrito con el Índice de Desarrollo Social (IDS) alto, medio, muy bajo o bajo al que pertenecen. Un 30,17% (11.250) tuvieron una nota de bueno (entre 70 y 80); el 7,75% (6.777) logró una calificación de muy bueno (entre 80 y 90), y solo un 3,89% (1.450) sacó una nota de excelente (entre 90 y 100).
Los alumnos que viven en distritos con un IDS alto presentan un nivel de aprobación, sin curva, del 55,62%, y aquellos que se encuentran en distritos de IDS muy bajo aprueban, también sin curva, en apenas un 25,08% de los casos.
“Esto indica que las deficiencias en la calidad docente se estratifican por regiones y es en algunas donde se concentran mayormente, pero que al mismo tiempo están presentes con menores concentraciones en todo el sistema de escuelas y colegios. Alguien podría decir que esto es normal porque, al igual que en la vida, en el sistema educativo hay de todo, bueno y malo, pero eso es incorrecto.
"Bueno y malo puede haber en un mercado o en un estadio o incluso en una familia, pero en un Ministerio de Educación no es aceptable, acá solo debe haber buenos maestros y profesores”, dijo el ministro de Educación.
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La Nación publicó días atrás que solo cuatro de cada 10 alumnos aprueban bachillerato sin curva, según un análisis de datos hecho por el MEP en los años 2015, 2016 y 2017.
“Los resultados de la población estudiantil que realiza las pruebas nacionales están muy influidos por la aplicación de la ‘curva’ en la nota final. Esta ‘curva’ tiene un gran impacto en el aumento de los niveles de aprobación de la mayoría de la población estudiantil, y de manera particular entre aquellos que provienen de los distritos con IDS bajo y muy bajo, y de zona rural. Sin la ‘curva’ los porcentajes de aprobación nacional serían realmente calamitosos, situación que hace preocupante la calidad y nivel de desempeño de la oferta educativa media”, se lee en el estudio.
Según los investigadores, la calidad de la formación docente es una de las primeras causas relacionadas con el bajo rendimiento en las pruebas nacionales, además de la mediación pedagógica de los profesores, afirmaciones con las que el ministro Mora está de acuerdo.
“La calidad educativa de los estudiantes es equivalente a la calidad docente. El desempeño de maestras y profesores es el factor más determinante para la calidad. Es un axioma indiscutible. También es un camino muy bien marcado: hay que mejorar la calidad docente a toda costa, y la sociedad hace bien cuando demanda que se evalúe la calidad de quienes enseñan y acompañan el aprendizaje de los estudiantes.
"Todas las acciones para mejorar la calidad de los docentes deben iniciarse en el menor plazo posible porque el siglo XXI ya está entrado en años y nosotros seguimos consintiendo deficiencias propias de una época pasada menos exigente”, dijo el titular.
El estudio explica que las principales deficiencias de las pruebas nacionales es que estas no son reflejo de una educación integral, solo miden conocimiento; “son pruebas memorísticas que no permiten expresar las ideas y criticidad”.
La investigación apunta que al manejarse de forma estandarizada, el bachillerato ignora las particularidades propias de cada zona, región, centro educativo y de cada estudiante, por lo que no se adaptan a las culturas y costumbres de las comunidades y exigencias del entorno. Tampoco detectan completamente las capacidades ni miden el conocimiento en otras áreas de la población estudiantil, así como la criticidad de este hacia problemáticas que no se argumentan con un contenido memorístico.
Para los investigadores, es necesaria una transformación del bachillerato pues este tiene “altas” consecuencias sociales para los estudiantes que las realizan y para la sociedad en su conjunto.
“La no aprobación de estas impide la certificación de la educación media y limita la posibilidad de continuar con estudios superiores, así como oportunidades de contratación laboral. Esto debido a que las pruebas nacionales son ‘todo o nada’, es decir, o se las aprueba todas o no se recibe certificación”, explica el estudio.
Los especialistas recomendaron al Ministerio incrementar el valor de la nota de presentación (promedio de las calificaciones de cuarto, quinto y sexto en los colegios técnicos), ya que esta representa “un buen predictor” del rendimiento de la población estudiantil. Actualmente, esta tiene un valor 40% en la nota final del examen.