Margot Miranda Rosales, coordinadora de la carrera de Pedagogía de la Universidad Nacional (UNA), y su equipo fueron a ayudar a atender el rezago en lectura y escritura de 171 alumnos matriculados en primaria y secundaria en los cantones de La Cruz y Santa Cecilia, en Guanacaste.
Sin embargo, al hacer un diagnóstico de las habilidades de los alumnos, de acuerdo con su nivel, para conocer por dónde empezar, hallaron una situación muy preocupante.
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Los niños de tercer grado manejaban un grado de lectura y escritura inicial, casi que apenas con dominio de vocales. Lo anterior a pesar de que a su edad ya tienen que saber escribir, leer y comprender un texto.
“Sabían escribir el nombre, pero no el apellido”, relató Miranda quien es la coordinadora del proyecto Uletras, integrado por funcionarios de la Universidad de Costa Rica (UCR), Universidad Nacional, Universidad Estatal a Distancia y Universidad Técnica Nacional. El propósito es atender el rezago educativo que tienen estudiantes en esta área.
La situación es tan preocupante que el atraso en lectoescritura llegaba hasta los alumnos de octavo año que no comprendían los textos que leían.
“Los niños no construían oraciones; aún siendo de colegio, no construían oraciones”, explicó Miranda. En ese sentido, agregó, se encontraron estudiantes con “grandes debilidades en lectura y escritura”, quienes incluso no llegaban a escribir, sino tan solo a copiar textos que no lograban leer y que, menos aún, lograban entender lo que leían o solo repetían.
No solo tienen problemas en Español, sino que, al no saber leer ni escribir correctamente, tienen problemas en las demás asignaturas.
Miranda atribuye este rezago a que en las escuelas a los niños no se les ha dado seguimiento a su proceso de lectoescritura. También a la falta de clases regulares por la pandemia, a la falta de conectividad y huelgas docentes (de tres meses en 2018) que agudizaron el problema que venían arrastrando.
El Ministerio de Educación Pública (MEP), por su parte, señala que es normal la existencia de alumnos rezagados.
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Cambio de modalidad
En 2014, el Ministerio cambió el programa de Español, en el cual los niños de primer grado ya no perdían el año por no saber leer y escribir. Desde entonces, pasan directo a segundo grado, ya que se concibieron ambos niveles como uno solo. La idea fue facilitar el proceso de lectoescritura y bajar los niveles de reprobación en primer grado que para ese entonces rondaba el 12%.
La Nación consultó a Richard Navarro Garro, asesor nacional de Español del Ministerio de Educación Pública (MEP), si hubo, posterior a la implementación de dicho cambio, un estudio para conocer el impacto de ese cambio. Sin embargo, dicho análisis no existe.
Jessica Araya Ramírez, profesora de área Didáctica de la Lengua en Educación Primaria, de la UCR, dirigió una tesis sobre la percepción docente de dicho cambio, en los niveles de 1° y 2° año, durante el período 2014-2020. El estudio se dio a conocer este año.
En esa tesis entrevistaron a varias docentes, las cuales se quejaron del programa y sus resultados en los alumnos.
“Hoy tengo dos estudiantes en tercer grado que no saben leer, porque en primer grado pasaron. Se les recomendó que repitieran primer grado; no tenían los fundamentos para seguir a segundo grado. Vino la pandemia y nos fuimos para la casa y, en la casa, los papás le hacen todo a los chiquitos. Entonces llegaron a tercer grado y ahora tengo unos problemas seriecísimos”, opinó una de las docentes.
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Otra de las maestras comentó que se han visto obligadas a pasar de grado a los alumnos. “Sí es un poquito rudo eso de tener que pasar a los chicos de grado, aunque ellos no sepan. El proceso de lectoescritura se dice que empieza en primero y termina en tercer grado. Entonces, hay que arrastrar a chicos que les cuesta y es que ellos mismos ven a los compañeritos que avanzan y ellos no. Yo preferiría que ellos repitieran”, manifestó.
A pesar de que la intención de hacer ese cambio era bajar la repitencia en primer grado, el problema se trasladó, explicó Araya.
“El rezago ahora está en segundo grado, ya no es en primero, siento yo que el hecho de cambiar este proceso no resolvió nada”, manifestó.
Las estadísticas del Ministerio de Educación Pública (MEP) respaldan lo dicho por la especialista. En 2017 –último año en que los datos no estuvieron distorsionados, ya sea por las consecuencias de las huelgas docentes o la pandemia–, de los 9.943 (2,3%) alumnos que reprobaron la primaria, 4.705 (47%) eran de segundo grado.
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En 2013, antes de ese cambio, de los 11.106 escolares que reprobaron la primaria, 3.776 eran de primer grado (34%) y 1.983 de segundo grado (17%).
“El otro día fui a una capacitación que daban sobre este tema. La persona que estaba exponiendo decía que la evaluación así se hizo porque se estaban quedando mucho en primero. Entonces, yo le decía, bueno, ya no se quedan en primero, pero se quedan en segundo. Nada más estamos pasando el dato para otro año”, opinó una de las maestras en la tesis dirigida por Araya.
Problemas del programa
Araya explicó que el problema es que no existe un perfil de salida de los niños en primer grado. Eso implica que no se pueda identificar hasta qué etapa del proceso de lectoescritura se puede cubrir en primer grado.
“Tenemos dos tipos de docentes. El que visualiza que todo el proceso de lectoescritura se ve en primer grado y, en el otro extremo, el que piensa que primer grado es como un preescolar avanzado. No hay límites que permitan determinar si el alumno debe o no avanzar a segundo grado”, dijo Araya.
Agregó que al final los docentes no usan el programa, prefieren utilizar otro material o libro de texto y enseñan bajo su propia experiencia o formación.
“En segundo grado termina el grado escolar y, a pesar de que el niño no ha desarrollado de manera adecuada ese proceso inicial de lectoescritura, aún así lo pasan a tercer grado donde hay mayores niveles de complejidad. Son las maestras de tercer grado que reciben a niños que no dominan la lectura básica ni un texto sencillo”, manifestó Araya.
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Explicó que el gran problema es que no se ha querido entrar a la evaluación para ver si el programa ha funcionado.
El Consejo Superior de Educación, por solicitud de la ministra de Educación, Anna Katharina Müller, eliminó las pruebas estandarizadas (FARO) y dejó al país sin la forma de saber cómo va el aprendizaje de los alumnos y cuáles son sus falencias.
Tampoco Müller ha dado a conocer cómo va a abordar esta y otras debilidades del sistema que enfrenta apagón educativo de aprendizajes.
Araya explicó que Costa Rica, a diferencia de otros países, no cuenta con un estandarte de lectura que permita identificar cuántas palabras debe leer un alumno por minuto de acuerdo con su nivel. Por ejemplo, en primer grado, dijo, deben leer entre 40 y 45 y al finalizar el segundo grado 60 palabras por minuto. Eso, Costa Rica no lo sabe.