Desde niña, Adriana Zúñiga ha tenido una pasión clara y definida: los idiomas. No le bastó con dominar el inglés, sino que también cursó hasta el final programas de italiano y portugués y llegó a niveles avanzados en francés y en lengua de señas costarricense (Lesco). También, aprendió japonés.
Su vocación la tenía frente a sus narices, pero la vio hasta que tuvo una conversación con su papá, donde ella confesó que, luego de haber llevado cursos de varias carreras y de haber estado fuera del país un año, no entendía qué hacer.
Su papá le preguntó qué era lo que más le gustaba. Sin dudarlo, Adriana respondió que los idiomas, pero que solo eran un hobby. Él, con la sabiduría de un padre le planteó “¿y quién dice que no se puede hacer de un hobby una profesión y tener trabajo?
Fue así como comenzó a estudiar para convertirse en la intérprete y traductora que es hoy. Estudió Inglés como carrera e, incluso, tiene posgrados internacionales en interpretación.
Hace poco recibió la noticia de que es la primera ganadora del Premio Internacional Albin Tybulewicz a la Solidaridad Profesional en la Comunidad de Traducción en Interpretación. Este es un galardón que se da por primera vez, y esta vez recayó en manos de la costarricense y del mexicano Sergio M. Alarcón.
Este reconocimiento es otorgado por la Federación Internacional de Traductores (FIT), que agrupa a diferentes asociaciones de distintos países.
Zúñiga pertenece a dos asociaciones: a la Asociación Nacional de Intérpretes y Traductores Oficiales (Antio) y a la Asociación Costarricense de Traductores e Intérpretes Profesionales (Acotip).
“Me pidieron mis datos, mi currículum, me preguntaron qué había hecho. Con eso, la Acotip me propuso y mandaron todos los documentos en francés y en inglés. Fue una sorpresa que me escogieran. Yo no pude ir, por una cuestión de salud; recogieron el premio en mi nombre. Me iban pasando fotos y yo me sentía como en la ceremonia de los Oscar”, recordó.
Medir la solidaridad
¿Cómo puede medirse la solidaridad en un gremio? Podría pensarse que esto es un tema muy subjetivo, pero la FIT sí consideró esa actitud dentro de la profesión, con los usuarios de los servicios y con la comunidad.
Uno de los componentes que se tomó en cuenta fue la labor de Zúñiga en las diferentes asociaciones costarricenses, así como la ayuda que prestó al Ministerio de Relaciones Exteriores para establecer tarifas. También, pesó su lucha por honorarios justos y condiciones de trabajo idóneas.
“Me concentro en chinear a todos los involucrados: a los intérpretes, a los traductores, a los técnicos, a los clientes (los que nos contratan y quienes reciben el servicio, que no siempre son los mismos) y que queden todos contentos”, recalcó.
También, su historia de vida pesó para la decisión, pues por un tiempo, ella se desempeñó como voluntaria en Estados Unidos en la asociación llamada Leader dogs for the blind (perros guías para los ciegos). Viajó con otros dos costarricenses y allí se encontró con una argentina y un guatemalteco. Estas personas eran no videntes e iban a recoger a su perro guía.
Los no videntes no hablaban inglés y los que daban el servicio de perros guía no hablaban español. Entonces, durante un mes, Zúñiga fue voluntaria para traducir todo el proceso y asegurarse de que los muchachos pudieran tener el servicio de su perro guía y cuidarlo como se debía.
“Sos intérprete 24/7, porque no era solo en el proceso del perro guía, también en lo cotidiano, como ir a comer o si uno se enfermara iba con ellos al hospital”, manifestó.
Esta fue una parte de su vida, pero ella busca tener al menos un proyecto probono al año. Todo esto llamó la atención del jurado.
Dignificar la profesión
¿Cómo ser traductora e intérprete en una época donde muchas personas se dicen bilingües y creen no necesitarlo, o cuando se ofrecen servicios a precios muy bajos?
Zúñiga reconoció que este es uno de los principales desafíos en su profesión y por eso es que lucha con sus compañeros de Acotip por un proyecto de ley para que exista un colegio profesional.
Pero, más allá de ese objetivo, Zúñiga afirma que una cosa es una comunicación de supervivencia y otra cuando se necesita garantizar un trabajo de calidad que solo un profesional da.
“Ser bilingüe no es el único requisito para poder ser traductor o intérprete. Eso es lo mínimo”, expresó.
Por ejemplo, dijo, todos tenemos dedos y sabemos usarlos, pero esto no quiere decir que podamos ser concertistas. En una conferencia internacional no puede llevarse a alguien que “medio toque piano solo con solo un dedito”.
Igualmente, saber conducir y tener licencia, no hace a nadie corredor de Fórmula 1.
“No es lo mismo tener las herramientas básicas para hacer algo que poder ejercer profesionalmente, el resultado de cada producto va a notarse”, concluyó.