Sentados en un sillón blanco, uno al lado del otro y riéndose a carcajadas mientras recordaban anécdotas tras un largo día de trabajo se encontraban Emmanuel y Francisco González, hermanos y rectores de la Universidad Técnica Nacional (UTN) y de la Universidad Nacional (UNA), respectivamente.
A los González los conocen en Alajuela como “los platanitos”. Emmanuel, el mayor de los rectores, se ríe y cuenta: “mis sobrinos me dicen ‘tío plátano’”. A Francisco lo conocen desde pequeño como “Güiri”, apodo que su hermano le puso.
El sobrenombre de la familia, calculan los hermanos, debe tener 75 años; el primero en llevarlo fue su padre, pues era “macho y pecoso”.
“Mi papá jugó con la Liga, pero cuando estaba pequeño jugó en un equipo de canchas abiertas; llegó una señora que también tenía un hijo que jugaba pero no lo ponían, entonces fue a reclamar y le dijo al entrenador ‘es que usted está enamorado de ese platanito porque solo a él lo pone’. Como era macho y pecoso, de ahí viene el ’platanito’”, cuenta uno de los González.
Así como ellos tienen apodos, estos alajuelenses de cepa son buenos para ponerlos.
“Yo me encontré a un colega de la escuela y me dijo: ‘platanito, usted me puso circuito’; y sí yo se lo puse”, recuerda entre risas Emmanuel, explicando que se debe a un tic que la persona tenía en sus ojos.
Amante de las motos y los árboles
Emmanuel y Francisco aseguran que son muy parecidos en personalidad, además de bailarines auténticos y cantantes fieles del karaoke. Ambos son aficionados de la Liga Deportiva Alajuelense (LDA) y, aunque dejaron de ir al estadio porque la última vez que fueron perdieron 2-0, se reúnen para ver los partidos.
Siempre están listos, pues ambos fueron parte de los guías y scouts de Costa Rica y, además, son líderes natos en cualquier lugar donde estén.
Pero hay un tema que los diferencia. Francisco es apasionado por las motocicletas mientras que Emmanuel asegura que solo una vez se montó en una; fue en un viaje al volcán Poás y se bajó “en un puro temblor”.
El menor de los hermanos tiene una meta: recorrer parte de Norteamérica en motocicleta junto a su esposa.
“Me gusta andar en moto desde hace como 15 años, he ido hasta Honduras y, con mi esposa estamos planeando, en unos años, hacer un viaje por la costa oeste de los Estados Unidos”, dice el rector de la UNA.
Emmanuel, por el contrario, se desvive por los árboles, incluso tiene un canal de youtube donde habla sobre el tema. Él posee una finca donde ha podido desarrollar un jardín botánico con diferentes especies de árboles y orquídeas, lo cual atrae una gran cantidad de anfibios y aves.
Su papá, contó, les inculcó el amor por naturaleza y él se enamoró de la montaña. Por eso ha pasado sembrando árboles desde hace 28 años. En la actualidad, presume, tiene más de 200 especies.
Al preguntar por la cocina, Francisco menciona que él hace de todo, mientras Emmanuel se ríe y dice que no hace “ni un huevo”, pero que tiene una esposa experta en gastronomía.
Emmanuel toca guitarra y recordó también su amor por el atletismo. “Estuve en el equipo de Alajuela, hice una maratón de Managua a Masaya (en Nicaragua)”, dice González. Francisco, en cambio, solo logra darle unas vueltas a la manzana donde vive.
Lo liberó de los ortopédicos
Los González, oriundos de Villa Hermosa de Alajuela, comparten muchas anécdotas. Una de las inolvidables es cuando Emmanuel “liberó” a Francisco de seguir utilizando los zapatos ortopédicos que le recetaron cuando tenía seis años.
“Una vez mi mamá no me pudo llevar y me envió con Emmanuel al Seguro Social y había una fila tremenda, entonces Emmanuel me dice: ‘¿usted quiere seguir usando zapatos ortopédicos?’ y le digo yo ‘nombres’. Entonces, cogió la receta y le puso ‘dado de alta’. Nos fuimos y le dijimos a mi mamá que ya no debía usar zapatos ortopédicos”, narra Francisco, asegurando que su madre nunca se dio cuenta de lo sucedido.
Emmanuel, por su parte, no olvida cuando nació Francisco, 10 años después que él. “Yo me acuerdo que usaban un chino (cuna) y que mis compañeros de escuela llegaban a ver a Fran”, comparte.
Al crecer, jugaban por separado, dada la diferencia de edad.
“No me dejaban jugar, más bien me ponían hacer un montón de cosas. Nosotros nacimos en aquellos barrios donde los niños compartimos en los parques, como bolinchas, escondido, dueños del zacate, fútbol, basquet...”, recordó con nostalgia Francisco.
Ambos, sin duda alguna, agradecen y disfrutan cada día, que provienen de una familia muy unida, que nunca han dejado de vivir con armonía.